El gobierno de transición venezolano debe dar pasos firmes y seguros

Bryan Acuña

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(Reuters)
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Pasó mucho tiempo e innumerables violaciones a los derechos humanos en Venezuela para ver la reacción de la comunidad internacional, la decisión de la Asamblea Nacional de aprovecharse de un desliz político del Gobierno del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y declarar el inicio de un gobierno de transición que ha recibido apoyos por parte de varios países, quienes anteriormente se habrían manifestado en contra de la convocatoria a elecciones por parte del Gobierno de Nicolás Maduro, desconociendo de este modo el resultado y la victoria del líder chavista.

Ante este panorama, han comenzado a sonar los llamados exteriores para que se convoquen a elecciones "libres y democráticas" lo antes posible, ejerciéndose presión al reconocerse a Juan Guaidó como presidente interino del país, quien se encontraba en la presidencia de la Asamblea Nacional del país. El liderazgo del PSUV ha rechazado cualquier "injerencia internacional" en los asuntos venezolanos y se respalda en algunos aspectos que podrían extender su tiempo en el poder o, por el contrario, acelerar su caída en caso de que la presión comience en una dirección contraria a la actual.

A nivel internacional cuentan con el apoyo de países como la Federación Rusa y la República Popular China, quienes se benefician de la venta de armas, el acceso al petróleo y el oro venezolano, así como la posibilidad de tener una posición cercana a los Estados Unidos como competidor en la hegemonía, y acceso a mercados circundantes que ya al menos en el caso chino manejan al dedillo desde hace varios años.

Se suma a estos países el soporte que dan otros países del bloque ALBA como Nicaragua, Cuba y Bolivia, así como la posición neutral que tomaron los gobiernos de Uruguay y México en el tema. Si bien ninguno de estos puede dar un respaldo más allá que el moral, su legitimidad le suma puntos favorables a los intereses de Nicolás Maduro de mantenerse al mando del país.

La declaración de solidaridad por parte del Gobierno de la República Islámica de Irán y sus esbirros de Hezbollah y Hamas no pasa desapercibida, si bien el apoyo que puedan dar los iraníes es limitado ante su capacidad real de participación en conflictos abiertos. El poder de mando que posee sobre las dos agrupaciones radicales islámicas, en particular el grupo libanés con experiencia en operaciones transatlánticas podría eventualmente, en el caso de choques internos en Venezuela, activarse para ocasionar desastres programados a lo interno del país, lo cual tampoco es un hecho seguro, pero queda como un escenario posible ante las circunstancias que se prevén, contemplando la opción de activar grupos de mercenarios para hacer el trabajo sucio del gobierno, así como en algún momento los "colectivos venezolanos" atormentaron opositores del régimen.

Por otro lado, el Gobierno chavista posee aún el control sobre las Fuerzas Armadas del país, lo que se convierte en el as inmediato que tienen bajo la manga Maduro y sus colaboradores. En tanto exista un soporte de los líderes de los distintos cuerpos del ejército venezolano y la aceptación de los soldados a mantener el statu quo, no habrá movilizaciones efectivas que logren cambiar el panorama contemplado hasta este momento. Cualquier movimiento de "rebeldía" militar podrá ser considerado sedición, ser aplacado con fuerza y brindar excusas al régimen para endurecer sus posiciones y legitimarse a través de propaganda.

El camino del gobierno de transición debe ser con pasos firmes y seguros. Cualquier movimiento en falso podría derrumbar las intenciones de provocar un cambio en el país. La intromisión directa de fuerzas internacionales con asistencia militar podría traer un desastroso baño de sangre que cobre la vida de más venezolanos de los que hasta este momento el régimen tiene sus manos manchadas.

La legitimidad que a nivel internacional va sumando pone presión al liderazgo del PSUV. Conforme apliquen otras medidas de carácter punitivo como bloqueos económicos y sanciones sobre quienes negocien intercambios con el gobierno de Nicolás Maduro, así como el congelamiento de las cuentas de partidarios chavistas en el exterior y altos costos a las exportaciones de recursos estratégicos y activos de PDVSA como los anunciados el 28 de enero por el gobierno de los Estados Unidos, esto empujará a las alianzas que poseen hasta este momento a cambiar la estrategia y los porcentajes que les facilitan al gobierno chavista y comenzarán a mermar. Ante lo anterior, debe considerarse que el envío de ayuda humanitaria por los canales internacionales adecuados bajo ninguna circunstancia debe cesar, aunque sí deben considerar realizarlo en especies para evitar que el gobierno de Maduro pueda echar mano de recursos monetarios de forma ilegal.

El apoyo al gobierno transitorio debe sumar cuanto antes el soporte de líderes de las Fuerzas Armadas, ya sea que desistan de proteger al PSUV que tiene el mando del país desde el año 1999 y se acojan a una amnistía o que, por el contrario, formen parte del proceso de cambio en Venezuela. En cualquiera de los casos para Guaidó será imperativo volcar apoyos desde este que es el pilar fundamental que sostiene al chavismo en el poder.

No se debe esperar que haya pasos acelerados hacia el cambio. En la práctica del ejercicio del poder quienes lo tienen de forma irresponsable querrán aferrarse a este y harán lo imposible por lograrlo. No tienen en estos momentos intenciones de salir sin dejar antes un desastre más significativo que el que han impregnado sobre diferentes estructuras de la sociedad venezolana. La salida del chavismo del liderazgo venezolano genera incertidumbres; en dos décadas de no tener un ejemplo distinto de gobierno, la oposición, ante la necesidad, logró aplomarse y cohesionarse hasta hace poco tiempo y la Venezuela que quede después de una eventual caída del chavismo requerirá de otras décadas más para lograr unir un poco los destrozos que los cambios abruptos han dejado entre indignación popular y corrupción política.

Sería irresponsable dar por hecho que el Gobierno de Maduro ya llegó a su fin, pero con los movimientos adecuados de los actores idóneos el proceso podría acelerarse y ocurrir en un futuro no muy lejano. Aunque, por el contrario, de hacerse los movimientos de forma incorrecta, se podría transformar en un retroceso donde quienes seguirán pagando el precio más alto serán los ciudadanos venezolanos en el país y en las diásporas.

El autor es licenciado en Relaciones Internacionales de la Universidad Internacional de las Américas, especializado en la temática de Oriente Medio.