Inflación: 47,6 razones para hacer un acuerdo de precios y salarios

Emmanuel Alvarez Agis

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El Indec acaba de informar que la inflación del año 2018 fue 47,6%, la inflación más alta de los últimos 27 años. Para un gobierno que argumentó que la inflación "era el problema más fácil de solucionar", este guarismo debería llevar a la reflexión. Pero no es el objetivo de esta nota hacer leña del árbol caído, puesto que podríamos decir sin temor a equivocarnos que hace por lo menos 76 años que los gobiernos de Argentina no logran solucionar el problema de la inflación.

Nuestro país tiene una historia inflacionaria tristemente destacable. Entre 1943 y 2018 (76 años), 1 de cada 2 años encontró a Argentina con una inflación anualizada superior al 25%, y 1 de cada 3 años con una inflación superior al 50%. Hace mucho tiempo le preguntaron a un premio Nobel cuántos tipos de economía existían y respondió 4: las economías desarrolladas, las subdesarrolladas, Japón y Argentina. Cuando le consultaron por estos dos últimos "tipos" de economía, su respuesta fue: "Japón, porque no importa qué hagan los japoneses, no pueden lograr tener inflación. Y Argentina, porque no importa qué hagan los argentinos, no pueden lograr no tener inflación". Pero ¿por qué tenemos (tanta) inflación?

No existen ejemplos internacionales de economías que reduzcan inflaciones del nivel que afecta a Argentina sin un acuerdo social y económico de precios y salarios (en exactamente ese orden) que, con seriedad y responsabilidad, se plantee llegar a una inflación de un dígito en un plazo no menor de 6 años

Es casi de sentido común argumentar que la causa de la inflación es la emisión monetaria. Sin embargo, eso sería como argumentar que la fiebre es la causa de algún tipo de virus que afecta a nuestro organismo. La fiebre es el síntoma de que algo anda mal con nuestra salud. De la misma manera, la emisión monetaria es el síntoma de la inflación, su consecuencia, no su causa. ¿Difícil de creer? Cómo se explica entonces que con un programa de emisión cero y déficit cero como el que lleva adelante actualmente Cambiemos las expectativas de inflación para 2019 se ubiquen cerca del 30 por ciento. Basta con mirar los datos recientes para comprender cuán esquivo puede ser guiarse por una explicación de la inflación basada en la emisión monetaria. Entre 2011 y 2015 la emisión creció a un ritmo promedio anual del 31%, cifra que coincide exactamente con el ritmo de emisión de los primeros tres años de Cambiemos. Sin embargo, mientras que la inflación anual promedio del último mandato de CFK fue de 26%, la de los primeros 3 años de Cambiemos fue del 37%. Es decir, habiendo emitido al mismo ritmo que los últimos 4 años del kirchnerismo, Cambiemos tuvo una inflación promedio 11 puntos más alta. La mayor inflación de Cambiemos en relación a los últimos 4 años CFK no puede ser explicada por una mayor emisión monetaria.

El problema básico es que en economía resulta difícil separar causas de consecuencias, tanto como en cualquier otra ciencia. ¿O no es cierto que la humanidad vivió durante siglos pensando que era el Sol el que giraba alrededor de la Tierra? Parados en nuestro planeta, resultaba muy difícil comprender a simple vista lo que Copérnico vendría a aclarar. Sigamos con los ejemplos físicos. Es harto evidente que cada vez que llueve, uno puede ver muchos más paraguas en la calle, ¿verdad? Sin embargo, nadie propondría que la causa de la lluvia son los paraguas. Que cada vez que llueve la calle se llene de paraguas no significa que los paraguas sean la causa de la lluvia. Que cada vez que hay emisión monetaria haya inflación, no significa que la emisión sea la causa de la inflación. Es increíble que este fenómeno que ya ha sido comprendido por la mayor parte de las economías del mundo no sea aún comprendido en una de las economías con más alta inflación. Más bien, tal vez la falta de comprensión por parte de muchos economistas locales y hacedores de política económica de las verdaderas causas que hay por detrás de la inflación contribuya a comprender por qué Argentina no da pie con bola en materia inflacionaria.

De un total de 115 países relevados por el FMI, 70 (el 61%) tienen déficit fiscal. Sin embargo, nada más que 18 países (el 16%) tienen inflación mayor del 10% anual; 11 (10%) mayor del 20% anual; y nada más que 5 (el 4% del total) inflación mayor del 40% anual, como el caso de Argentina en 2018

Cambiemos llegó al gobierno con este mismo diagnóstico absolutamente errado: la emisión es la causa de la inflación. ¿Y cuál era la causa de la emisión? El déficit fiscal. Ergo, eliminando el déficit fiscal se eliminaría la inflación. Sin embargo, la evidencia internacional da por tierra con este diagnóstico simplista y absolutamente errado de las causas de la inflación. De un total de 115 países relevados por el FMI, 70 (el 61%) tienen déficit fiscal. Sin embargo, nada más que 18 países (el 16%) tienen inflación mayor del 10% anual; 11 (10%) mayor del 20% anual; y nada más que 5 (el 4% del total) inflación mayor del 40% anual, como el caso de Argentina en 2018. En síntesis, el déficit fiscal no es causa de la inflación.

¿Cuál es entonces la causa de la inflación? La inflación es la solución que encuentra el mercado para sobrellevar un conflicto en torno a la distribución del ingreso. Es bastante claro que el aspecto específico que diferencia al sistema de mercado de cualquier otro tipo de sistema es la existencia de dinero. Y ese mismo aspecto es el que hace que la inflación se transforme en un verdadero problema diario para el total de la población. Los trabajadores no saben cuánto les va a rendir su dinero, es decir, su salario, puesto que ello depende de la inflación. Los empresarios tampoco están seguros de cuánto serán sus ganancias, puesto que eso también depende de la inflación. En cada negociación económica, las partes piensan que están negociando bienes y servicios, capacidad de compra. Pero, en realidad, lo único que están negociando es dinero cuya capacidad de compra será definida a posteriori producto justamente de lo que pase con la inflación. Pongamos un ejemplo para aclarar el tema.

Es por eso que existen dos maneras de resolver un conflicto distributivo en las sociedades modernas. La manera más descentralizada de todas es la que deja en manos del mercado la resolución de tal conflicto

Supongamos que cierto sindicato tuviera como único objetivo lograr que sus trabajadores logren una mejora en el poder adquisitivo en términos de algún bien en particular, por ejemplo, el pan. Supongamos que el salario de sus trabajadores es de $8.000, lo cual equivale a 100 kilos de pan. Si el sindicato en cuestión quisiera incrementar su poder adquisitivo en 10 kilos, debería negociar un aumento del 10%, para conseguir $800 adicionales, es decir, 10 kilos de pan. Si el sindicato es exitoso, podrá en principio creer que consiguió un mayor poder adquisitivo en términos de pan. Sin embargo, la ganancia de los trabajadores es el espejo de la pérdida de poder adquisitivo del productor de pan. Antes del aumento, 100 kilos de pan equivalían a un salario. Pero después del aumento, esos 100 kilos equivalen al 91% de un salario. La ganancia de uno es, en principio, la pérdida de otro. Bien podría ocurrir que el productor de pan, indignado ante esta caída en el poder de compra de su pan, aumentara los precios, digamos, un 10%. ¿Qué ocurriría al final de esta discusión, de este conflicto distributivo? Los trabajadores no habrían incrementado su poder de compra. Los productores de pan tampoco. Pero la inflación de esta imaginaria economía habría sido del 10 por ciento.

La inflación es la solución que encuentra el mercado para sobrellevar un conflicto en torno a la distribución del ingreso

Es por eso que existen dos maneras de resolver un conflicto distributivo en las sociedades modernas. La manera más descentralizada de todas es la que deja en manos del mercado la resolución de tal conflicto. Como en nuestro ejemplo de los trabajadores y el pan, la discusión entre aumentos de salarios y aumentos de precios podría continuar por siempre si ninguna de las partes estuviera dispuesta a ceder. Y el resultado sería una economía con inflación crónica, como la Argentina. La manera centralizada de resolver un conflicto distributivo de este tipo es a través de lo político. "Hay que sentarse en una mesa y ponernos todos de acuerdo", se suele decir. Y estamos de acuerdo en que esa sería la única manera para que Argentina pudiera encauzar el conflicto distributivo que la atraviesa hace décadas y que ningún gobierno ha logrado armonizar de manera sostenible. La grieta política es muchas veces reflejo de este conflicto distributivo. Si algo cambió Cambiemos es justamente la distribución del ingreso. Pero ese cambio no fue de manera alguna apoyado por toda la sociedad. Es por eso que Cambiemos ha tenido la inflación más alta de los últimos 27 años: porque su intento por cambiar la distribución del ingreso ha enfrentado no pocas resistencias por parte de distintos actores sociales, lo cual se ha reflejado en una mayor inflación. Para peor, este conflicto distributivo se ha visto exacerbado por una economía que se encamina a atravesar su segundo año de recesión: una cosa es discutir cuántas porciones le toca a cada actor económico de una torta que se agranda y otra muy distinta es discutir sobre la base de una torta que no para de achicarse.

Mientras que la inflación anual promedio del último mandato de CFK fue de 26%, la de los primeros 3 años de Cambiemos fue del 37 pro ciento. Es decir, habiendo emitido al mismo ritmo que los últimos 4 años del kirchnerismo, Cambiemos tuvo una inflación promedio 11 puntos más alta

¿Qué hacer? El gobierno que asuma en 2020 tendrá entre uno de sus mayores desafíos encarar el problema inflacionario con seriedad, en un marco económico en el cual no sobrará nada. No existen ejemplos internacionales de economías que reduzcan inflaciones del nivel que afecta a Argentina sin un acuerdo social y económico de precios y salarios (en exactamente ese orden) que, con seriedad y responsabilidad, se plantee llegar a una inflación de un dígito en un plazo no menor de 6 años. Sí, en más que un mandato presidencial ¿Es eso posible? Probablemente, pero para eso cada actor que se sume a esa mesa tiene que estar dispuesto a ceder algo, no a intentar obtener algo más. En el corto plazo, para una empresa o un sindicato puede resultar más redituable quedar por fuera de cualquier tipo de acuerdo de precios y salarios.

Obtener algún tipo de ganancia de corto plazo es absolutamente probable en una economía con alta inflación. Sin embargo, en el mediano plazo todos perdemos. ¿Qué pasaría si un gobierno se comprometiera a que salarios, jubilaciones y asignaciones familiares subieran por encima de la inflación por los próximos 6 años? ¿No sería eso una política que permitiría "unir a los argentinos"? ¿No podría tal gobierno a cambio de tal certeza establecer una pauta de aumentos de precios y salarios semestral que permitiera desinflar paulatinamente la economía?

El gobierno que asuma en 2020 tendrá entre uno de sus mayores desafíos encarar el problema inflacionario con seriedad, en un marco económico en el cual no sobrará nada

La cosa parece sencilla, pero el centro del problema es el cuánto. ¿Cuánto podrían subir los ingresos por encima de la inflación en los próximos 10 años? Si tomáramos como referencia el Pacto de la Moncloa, quedaría claro que todos debemos bajar nuestras aspiraciones: el Pacto de la Moncloa estableció un complejo y articulado acuerdo de precios y salarios que se comprometió a que los salarios superaran la inflación cada año por un 0,5 por ciento. Sí, 0,5 por ciento. Eso quiere decir que si el año que viene la inflación fuera del 33%, la pauta salarial sería del 33,5 por ciento. ¿Parece poco? Este año los salarios perderán 10 puntos respecto a la inflación, ¿no estaríamos todos dispuestos a ceder algo para que ganaran 0,5 por ciento? Mejor pájaro en mano, que 47,6% volando.

(*) Álvarez Agis fue viceministro de Economía del kirchnerismo y ahora dirige PxQ Consultora

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