¿Francisco, el mejor aliado de Macri?

Ignacio Petrocchi

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(REUTERS/Max Rossi)
(REUTERS/Max Rossi)

Desde su elección, en 2013, los principales objetivos del papa Francisco para la Argentina han sido los de ayudar a mantener la paz social entre sus habitantes y preservar el orden institucional. El pontífice ha perseguido estas metas durante gobiernos de diverso signo político y para ello ha utilizado distintas estrategias, pero siempre con un mismo fin. Primero, se "acercó" a Cristina Kirchner (mientras era presidente); después optó por "alejarse" de Mauricio Macri.

Contra lo que indican las apariencias, hay indicios que permiten sostener que el papa Francisco ha sido uno de los mejores aliados del Gobierno del presidente Macri, por lo menos hasta el momento. El razonamiento sería el siguiente: el pontífice enfatiza sus gestos opositores para asegurarse la adhesión de aquellos sectores sociales más proclives a producir desbordes de violencia. El preeminente rol global del papa Francisco, unido a su aparente anti-macrismo, lo convierten en un referente rápidamente aceptado por organizaciones sociales, sindicatos y ciertas franjas del kirchnerismo. Así, desde su posición de guía moral de estos actores políticos, el Papa puede influir sobre ellos. De hecho, ya ha demostrado ser capaz de hacerlo, desactivando incipientes brotes de violencia y siendo de invalorable asistencia para el presidente Macri en el "control de la calle".

¿Por qué el Papa exagera sus gestos opositores? Por su formación peronista, es probable que el pontífice crea que la mejor forma de influir sobre movimientos sociales es desde adentro, más que criticando desde afuera. Es conocida su amonestación a los católicos que se niegan a participar en política por miedo a "ensuciarse". Su aparente anti-macrismo se torna, así, necesario para erigirse en referente moral de ciertos sectores sociales, muy contrarios al Presidente y con tendencias claras al ejercicio de la acción directa. Fiel a su prédica, él no ha sido renuente a dejarse ensuciar por el lodo de la política mientras persigue sus objetivos.

¿Por qué al pontífice le interesa ser referente de estos sectores? Solo desde esta posición, podría creer el Papa, su capacidad de influir sobre ellos es lo suficientemente fuerte para llamarlos a la paz social cuando sea necesario y, más aún, lograr que sus consejos sean acatados. Hay evidencias de que lo antedicho ya ha ocurrido. En primer lugar, algunos actores sociales opositores que reivindican a Francisco han cuidado de no excederse en el método o en la forma de sus reclamos para evitar ser desautorizados desde Roma. Asimismo, reconocidos periodistas escribieron sobre el rol pacificador de Francisco en la política argentina. En particular, se han mencionado sus oportunas intervenciones para lograr el alejamiento de algunas organizaciones sociales durante las protestas de Plaza de Mayo de fines de 2017, y en la calma social de diciembre de 2018.

¿Por qué a Macri debería interesarle que Francisco siga haciendo lo que hace? El Papa le presta al Gobierno de Macri un servicio esencial: el mantenimiento de la paz social. El "control de la calle" es una de las áreas en las que el actual Gobierno se ha sentido menos seguro. Sobre todo, al inicio de su mandato, cuando existían serias dudas sobre la capacidad de Cambiemos de controlar a los actores políticos que recurren a la acción directa. Quizás, entonces, a Macri y a Francisco no los une el amor, sino el mutuo espanto a la violencia social.

Parece muy poco probable que el Papa apruebe las políticas públicas del presidente Macri, sobre todo las económicas. Sin embargo, eso no lo transforma per se en opositor al Gobierno. Desde el estallido de 2001, Francisco está menos interesado en los debates de corte ideológico que en cuestiones de índole (casi) pre-constitucionales, como la paz social y el mantenimiento del orden institucional, incluido el cumplimiento de los mandatos. Mientras la política argentina se distrae jugando al tatetí, en el Vaticano mueven piezas en un tablero distinto: el de ajedrez. Es probable, entonces, que entre el Bergoglio del Arzobispado de Buenos Aires y el Francisco del Vaticano haya menos diferencias de las que parecen. Al fin y al cabo, según una frase conocida en la Iglesia Católica: "Nadie sabe qué piensa en realidad un jesuita".

El autor es argentino, abogado y asesor en Albright Stonebridge Group. Las opiniones de esta nota son estrictamente personales.