Entre la marea verde y el regreso del FMI

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En este 2018 sucedieron muchas cosas, pero sin dudas y para una gran parte de la población este año va a pasar a la historia como el año en el que finalmente la ley de interrupción voluntaria del embarazo llegó al recinto de la Cámara de Diputados. La ley no solo llegó al parlamento, sino que logró media sanción y estuvo a punto de conseguir la sanción definitiva en el Senado si no fuera por una Cámara Alta que pide a gritos una renovación en 2019. El debate en el Congreso y en infinidad de ámbitos en todo el país, la movilización en la calle, el pañuelo verde atado en cientos de carteras y mochilas, construyeron una ola verde que ya es imparable. Aunque la ley no haya salido, todos y todas sabemos que más temprano que tarde va a promulgarse. Por eso, el año que viene esta iniciativa volverá a entrar a la Cámara con algunas modificaciones para seguir peleando por su aprobación.

Pero la ola verde fue mucho más que la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito. La ola verde significó también volver a discutir algunas leyes que hemos presentado pero que no logramos que lleguen al recinto, como por ejemplo la ley de acoso callejero. Esta iniciativa implicó poner en escena el rol de las mujeres en la política, en los sindicatos, en los centros de estudiantes. Y empujó, además, a muchas mujeres a animarse a hablar y denunciar distintos tipos de abusos y violaciones.

En el plano económico, lamentablemente, el 2018 va a ser recordado como el año en el que volvimos al FMI luego de una corrida cambiaria que comenzó a fines de abril con el dólar a 20 pesos y terminó en septiembre con el dólar a 40 pesos. Una devaluación de 100% que se convirtió en la más alta para una moneda en el mundo durante este año. Esta impactante devaluación de 100% tiene un efecto totalmente regresivo en el ingreso de los hogares, dado que viene seguida de una altísima inflación que erosiona el poder de compra, ya que los salarios no suben al mismo ritmo. Se estima el 2018 cerrando con una inflación cercana al 48%, que será el récord desde 1991. Solo para este año se estima una pérdida real del salario de un 15 por ciento.

Al problema de la inflación le tenemos que sumar el crecimiento del trabajo en negro, que ya alcanza a unas tres millones de personas en áreas urbanas. Se acaban de publicar los datos de empleo en blanco, y resulta que se llevan perdidos en el año más de 50 mil puestos en la industria manufacturera y 34 mil en comercio y reparaciones. ¿Qué modelo de país quieren? ¿El que pierde trabajo en blanco? El empleo en blanco es el mayor igualador social porque otorga seguro de salud, aportes jubilatorios, paritarias, entre otros. Según muestran los datos de la Encuesta Permanente de Hogares de Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), las mujeres estamos siendo perjudicadas en mayor proporción que los varones por la crisis. En los hogares no alcanzan los ingresos por los tarifazos y la altísima inflación, entonces son las mujeres las que salen a buscar trabajo para tener el ingreso extra que permite llegar a fin de mes.

Con todo lo ya dicho, podemos ver lo destructivo que puede ser el Estado al servicio del mercado. No es casualidad que el modelo económico que propone el Gobierno sea tan frágil. De hecho, son las lógicas consecuencias de la dependencia del financiamiento externo atado a la libre e irrestricta movilidad de capitales. El programa acordado con el FMI por 57.100 millones de dólares solo servirá para garantizar vencimientos de los acreedores de deuda argentina. Para los habitantes del territorio argentino únicamente habrá ajuste, que se plasmó en el presupuesto, quitando partidas para educación, ciencia y técnica, salud, obras públicas, etcétera, y que por eso rechazamos.

Toda esta situación contribuyó al desgaste de la imagen del Gobierno que, ante la impotencia para dar respuestas económicas, quiso hacer de la reunión del G20 una gesta épica. Promovió, además, a figuras de su elenco que quieren emular a Jair Bolsonaro, como Patricia Bullrich, para sembrar miedo en la población y hacer que el debate sea sobre el pasado y no sobre el futuro de Argentina. Por todo esto es importante estar atentos y no bajar los brazos en la defensa de los derechos humanos.

En lo particular, el 2018 significó también la ruptura con el movimiento en el que milité todos estos años. Ante la imposibilidad de encontrar canales democráticos para saldar debates políticos en una estructura anquilosada, dimos nacimiento a un nuevo proyecto colectivo popular, feminista, participativo y latinoamericano al que bautizamos Somos. Desde allí buscaremos la mayor unidad posible para ganarle a Mauricio Macri y su modelo en el 2019 que está asomando. Ojalá lo logremos y el balance del año que viene nos empiece a ofrecer alegrías a todas y todos los argentinos.

La autora es diputada nacional (Somos).