¿Por qué no habló antes?

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La pregunta "¿por qué no habló antes?" se responde a sí misma. Si hubiera hablado el año pasado se lo hubieran preguntado. Y cinco años antes también, al igual que hace ocho, y eso esconde una invitación a la autocensura. No es un "queríamos saberlo de entrada", es un "ya no queremos oírlo, ahora sería mejor que te callaras". Al día siguiente le hubieran puesto cara de pánico. No pánico al denunciado, sino a ella. Corría el riesgo de que la trataran de loca, que pusieran el problema en ella.

Se tarda años en hablar porque las cosas funcionan de un modo tal en que estos hechos no se tienen que saber. Lo único que rompe eso son las campañas de concientización, eso que también se quiere descalificar como "escraches", que son las denuncias públicas.

El mecanismo en las redes da más pistas. Se tergiversa la denuncia como si fuera una sentencia penal de condena para endilgarle a quienes hablan la usurpación el cargo de jueces y haber resuelto sin pruebas el caso, que no está a cargo de ellas. Pero el proceso ni empezó ni está a su cargo, simplemente piden que se ponga en marcha. Y el proceso puede no llevar a ninguna parte y no cambia nada en el fondo. Con esta retorcida confusión de roles se deslegitima a la denuncia y se reviste a la crítica de un falso espíritu liberal ¿Cómo se preguntan por qué no hablé antes si todavía hoy no quieren que lo haga?

Esto lo hace gente no involucrada que no tiene nada personal que perder. No son ni amigos del denunciado, ni conocidos, ni conocidos de los conocidos. Solo defienden el principio del silencio porque ese es el mandato que circula a modo de tabú y que es a su vez el ambiente general que da oportunidad a los abusos.

De violaciones no tenemos que saber. De abusos a niños menos (sean sexuales o emocionales). Los niños tampoco tienen que saber que pueden ser víctimas porque las familias no pueden cuestionarse, ni las Iglesias, ni los actores prestigiosos. Todo eso puede alterar nuestra comodidad.

Esa complicidad social es completamente banal. Después te escribe el amigo del amigo, que apenas te conoce, para contarte cómo fue "en verdad" tú realidad, con el mensaje de que hagas silencio por el bien de algo "bueno" que debe ser preservado de la duda. Nadie quiere hablar del tema porque puede haber un daño eventual a algo en alguna parte, sin consideración alguna al daño ya ocurrido a la víctima. Por eso se calla.

El abuso y el maltrato original no es lo peor. Eso puede tener remedio como cualquier experiencia difícil de la vida, que es en sí misma difícil, si se contara con el calor y la reparación del entorno. No se habla porque no se cuenta con eso. El calvario es el encierro. El no hablar fue la asunción de un castigo auto infligido y no tan auto infligido. La razón por la que no se habla es la misma razón por la cual esto ocurre en primer lugar. Hay una situación de desguarnecimiento por un lado y una de impunidad por el otro, que es lo que se perpetúa. La sensación de no poder hablar, de no poder reaccionar, de no contar con una posible ayuda y de poder quedar más a merced del abuso si se cuenta lo sucedido, está siempre presente. En muchos casos este temor queda plenamente confirmado después.

No lo entiendan si no pueden, pero tómenlo como un dato. Es así. Lo pueden ver en cada uno de los casos. Yo sí lo entiendo porque viví cada cosa que les estoy mencionando y en mi caso no se pudo negar, ni se intentó.

Lo opuesto a lo que siente la víctima lo siente el victimario. Siente un aval, se siente poderoso e impune y cuenta con una red de solidaridad. Su posición en la familia o en la iglesia o en el club o en la producción de espectáculos a los que se mandan menores desaprensivamente es anterior al abuso; es su ocasión propicia. El sujeto con habilidades para jugar de encantador se siente sostenido incluso después de descubierto, cuando la gente lo consuela por lo que le ha pasado.

Solo imaginen lo que pasa cuando el círculo real y concreto que comparten la víctima y el victimario, no ya la opinión pública, tiene que defender su parte en el asunto o su parte en no dejar de ser parte o no querer verlo o simplemente la imagen falsa de sí mismos que propagan. Las familias de quienes son abusados fuera de la familia también tapan. Sí, papá, mamá y la "familia tradicional". Los que pueden, hablan alguna vez, otros permanecen castigándose o psiquiatrizados. Otros se olvidan.