Los dolores del mundo también impactan en la Argentina

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Hay una tendencia mundial conducida por el odio contra las instituciones, los políticos. Un ejemplo es la violenta rebelión de los "chalecos amarillos" en varias ciudades de Francia, donde no sólo participaron los afectados por el aumento de los combustibles sino gente enojada, ofendida contra un sistema, vecinos que hasta ayer mostraban afabilidad y compromiso. Desde afuera se ve que el presidente del país, Emmanuel Macron, está acorralado y, para no ser echado como una hoja al viento, ha hecho muchas concesiones que ni se le habrían ocurrido en estos meses, ni en su mentalidad de banquero ni en su gabinete, donde se conocieron algunas deserciones.

La de Francia es, por el momento, una rebelión de masas. Y sin conducción, anárquica. No tiene nada que ver con la movida de los partidos nacional populistas que si bien representan entre el 10% y el 20% del electorado europeo su influencia en toda la población está mucho más potenciada.

Hacen ruido en las ciudades y en los oídos de una Europa que no encuentra alternativas. Las democracias no encuentran respuestas contundentes contra esos grupos numerosos que son escépticos y muy violentos. No creen en nada y sus pobres banderas son la xenofobia, el nacionalismo mal entendido y el odio al extraño, al extranjero. La extrema derecha exalta las expresiones más primitivas de la condición humana.

Mientras vuelan piedras y se incendian automóviles en París hay preocupación o alarma por la ralentización de la economía global. La OCDE ya advirtió que la guerra comercial entre Estados Unidos y China y las prevenciones de otros con China más la puja por el Brexit en Inglaterra, más el incremento de las tasas de la Reserva Federal norteamericano están profundizando la desaceleración internacional el año que viene.

En la Argentina parecería que los funcionarios no están viendo esos incendios, no muestran que estén tomando previsiones (por ejemplo, un fondo anticíclico como el que logró Chile ). No hay una política exterior férrea o unilateral (como la impulsada por el brasileño Bolsonaro con Trump y Estados Unidos). Creen que el G20 fue un desfile de buenos modales y grandes deseos. Pero eso sólo fue una cara del planeta llamado "realidad". La otra, la cara oculta, está enmarañada.

Tampoco hay una política de innovación industrial con capacidad de exportación y ofrecimiento de artículos más elaborados -como la que planteó el embajador en China Diego Guelar ante la molestia de la Cancillería- o de elevar los niveles de producción. Es como si el Gobierno se dejara llevar por la corriente, flotando en un río calmo.

Tanto Mauricio Macri como la gobernadora María Eugenia Vidal y Carolina Stanley, superministra de Salud y Desarrollo Social consideran que diciembre será un mes de tranquilidad sin reclamos pesados en las avenidas. Ojala se confirme ese optimismo. Es que los subsidios están a la orden del día. Lo único que temen es a la ocupación de tierras, que ya se han vivido en San Miguel, en La Matanza, en Ciudad Evita, en el cordón suburbano.

En un gesto de piedad por los niveles de alta pobreza (o de populismo, dirían los críticos) repartirán bonos de 1.500 pesos por cada chico en el último mes del año más un incremento de 6.000 pesos en los planes sociales. A todo lo cual se ha sumado un bono de 7oo pesos para el " Plan Más Vida" que llega a 300.000 familias. Sus dirigentes Juan Grabois, Juan Carlos Alderete y Emilio Pérsico son calificados de "dialoguistas" por aquellos que juegan en la oposición a las recomendaciones y colaboraciones oficiales. Por su costado, Humberto Tumini y Jorge Ceballos tomaron amplia distancia de Victoria Donda, quien primero se juntó con ellos para luego participar junto a Felipe Solá y a Cristina Kirchner, de la que abominaba hace unos pocos años. Típico del folklore político y de las ambiciones.

En otros planos el empleo está en la picota. Según los consultores de Manpower, el 11% de las empresas prevé despedir personal entre enero y marzo del próximo año y escasamente el 8% incrementará su planta de trabajadores. En noviembre se conocieron las cifras de la desocupación parcial o completa: más de 9% del total de ciudadanos.

La expectativa de mayor desempleo se da en Buenos Aires y cordones suburbanos, en el Noreste del país, en el Noroeste (bien pronunciada), en la zona pampeana. Como contrapartida pueden surgir nuevos puestos en Cuyo y en la Patagonia.

El Gobierno no ha podido resolver otro conflicto que puede concluir con muchos despidos: los empleados de Aerolíneas prometen un paro de 48 horas pese a que el gobierno ofertó un bono y un incremento salarial del 14 por ciento. Aerolíneas vive en quebranto continuo. Un Gobierno acorralado puede anular rutas, achicar y seguir reduciendo la potencialidad de la empresa hasta que la revuelta concluya.

Como en los viejos tiempos de la Argentina, la Casa Rosada está expectante de la producción del campo para poder agrandar sus ingresos y reducir incertidumbres. Ahora se espera un cosecha récord de trigo y cebada por 5.600 millones de dólares que entraría entre enero y marzo que vienen. Pero hay un equívoco peligroso. El campo podía hacerse cargo de una Argentina de 20 millones de habitantes. Hoy, con el doble, con más de 44 millones es imposible. Por supuesto que todos los planes políticos prevén un mayor volumen de exportaciones tecnológicas y fabriles para hacer frente al futuro.

Las recesión está llevando a que los empresarios se ericen. En la Unión Industrial están preparando un documento crítico del modelo económico ejecutado hasta ahora. Lo firmarían junto a la Iglesia, la CGT y los movimientos sociales. Se sumará también la CTA de Hugo Yasky, activo militante kirchnerista. Sin embargo, todavía no hay un consenso firme en el ente fabril.

Si se firma sería una novedad histórica. El entendimiento CGT y UIA se dio al regreso de Perón cuando se pusieron de acuerdo en aceptar y firmar un Pacto Social. Surgió la unidad también durante el "Rodrigazo" en 1975. Se confunden algunos analistas con este tipo de acuerdo. Porque señalan que existía consenso entre industriales y sindicalistas en tiempos de José Ber Gelbard, jefe supremo de la Confederación General Económica, como ministro de Economía de Perón y antes en una actividad conjunta sólo de pequeñas y medianas empresas. No incluía a la Gran Empresa, más allá de que Gelbard participara como accionista de FATE y ALUAR y de la planta principal de producción de Coca-Cola en el país. Y la UIA se veía obligada a mantener apagada la luz.

Impera la desconfianza en el mercado (la mejora cambiaria ya perdió 20 puntos, aunque oficialmente descartan atraso) y en los líderes en la Argentina. Hay quienes dicen que no se puede tener confianza en un Presidente que promete terminar con los defectos enormes del kirchnerismo y luego se enfrenta con una realidad que lo agobia. Otros hablan que la confianza de los inversores y del mercado en general quedarán a la espera de las elecciones de 2019.

La fiesta del G20, bien resguardada en cuanto a seguridad,
ha quedado atrás. Algunas cuestiones mundiales han cambiado drásticamente y otras siguen perturbando. Y en la Argentina se va preparando el gran ring que tendrá como escenario el 2019 para ver quién será el próximo Jefe de Estado. Hasta el momento se conoce un sólo boxeador y se llama Mauricio Macri. No se sabe quien lo acompañará y desde el lado de la oposición reina una gran incógnita en un peronismo bastante disgregado.