Delito juvenil, violencia y drogas, un cóctel peligroso para la sociedad

Miguel Saredi

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Quienes estamos en contacto diario con los barrios de todo el Conurbano sabemos la enorme influencia que tiene el consumo de droga en el crecimiento del delito y fundamentalmente en el aumento de la violencia. Es imposible bajar los índices de inseguridad si antes no se brinda una respuesta a esta enorme problemática, especialmente en niños y adolescentes, a quienes hoy les faltan espacios de rehabilitación y políticas de reinserción social.

El consumo de drogas, la violencia y el delito son un cóctel explosivo, más si se suma la falta de tratamiento para las adicciones y falta de comunidades terapéuticas cerradas, encargadas de su rehabilitación y reinserción.

Hace años fui subsecretario del Consejo del Menor de la provincia de Buenos Aires y conocí de primera mano la realidad de los lugares de internación para menores que cometen delitos graves. Denuncié torturas y violaciones que se cometían en la comunidad de Mercedes del arzobispo Emilio Ogñénovich y, por ello, fui inmediatamente separado del cargo.

Ese no era el único caso que recuerdo, pero sí el más grave. También había centros con deficiencias materiales de todo tipo, que se mantenían en pie únicamente gracias al esfuerzo de sus autoridades.

¿Qué pasa con un menor de edad que roba con arma de fuego y comete un homicidio? La ley de protección integral de la niñez fue un avance legislativo muy importante. Pero con un Estado ausente los chicos terminan a la deriva, en la pobreza. Se vuelven un peligro para la sociedad, pero también para ellos mismos.

Hasta que no trabajemos seriamente en las áreas de minoridad con el presupuesto necesario y hablemos de las adicciones y su incidencia en el delito juvenil sin prejuicios, vamos a seguir fracasando en dar respuesta al problema. Pensar que estas condiciones no constituyen una amenaza letal para todos es una ilusión.

Adolescentes destruidos por el paco, que hoy no le importan a nadie y por los que nada se está haciendo, son pequeñas bombas sin estallar que hoy están presentes en cientos de barrios. Y que ya son un peligro a la seguridad de toda la sociedad.

El autor es vicepresidente del Concejo Deliberante de La Matanza.