Repensar dos tendencias: urbanización y personas mayores

Diego Bernardini

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Como seguramente ha leído o escuchado, entre el 29 y 30 de noviembre pasado se llevó a cabo en Buenos Aires una reunión que congrego a los alcaldes o mayors de muchas de las principales ciudades del mundo. Fue un encuentro relevante. Que quienes gobiernan los grandes centros urbanos se reúnan para compartir experiencia y planificar el futuro no es poco teniendo en cuenta que la urbanización es una de las grandes megatendencias del mundo actual. De hecho, ya en 2016 la mayor parte de la población del mundo era urbana, un 54%, cuando apenas unos años antes en 2005 era el 49 por ciento. Esta situación no declinará, es más, se espera que para 2050 se aproxime al 70% y que sean muy pocos los países que tengan mayoría de su población viviendo en un entorno rural.

Escenarios urbanos como la Ciudad de Buenos Aires, Madrid, Río de Janeiro o Tokio encierran muchas oportunidades, pero también desventajas y desafíos, especialmente para una región como América Latina, que es una de las más urbanizadas del mundo. No en vano el Banco Interamericano de Desarrollo tiene entre sus iniciativas más pujantes y desde hace unos años al Programa de Ciudades Emergentes y Sostenibles. Sin embargo, esta tendencia a la urbanización no está sola como megatendencia. Es más, hay otra que además es convergente con el crecimiento de las ciudades y es la transición demográfica: el envejecimiento de la población. Así, el número de personas mayores cada vez es más numeroso y se concentra en las ciudades. En Buenos Aires el 22% de las personas que la habitan son mayores de 60 años, un porcentaje muy similar al de Milán, Barcelona o Tokio. Solo en Londres se espera que para 2035 los mayores de 60 años sean casi la mitad de sus habitantes.

La reunión fue de tal envergadura que entre los asistentes se contaron los alcaldes de ciudades como las ya mencionadas, además de París, Ciudad de México, Nueva York o Beijing, entre otras. Los ejes temáticos que se desarrollaron en esta cumbre incluyeron la integración social, el empoderamiento de las mujeres, el futuro del empleo, el acceso al financiamiento y también la acción por el clima.

Sabemos que urbanismo y personas mayores son dos caminos que convergen, pero ¿cómo las personas mayores podrían aportar con su capital humano y experiencia a estos ejes temáticos y por tanto al desarrollo?

Lo primero es que el futuro es femenino. A mayor edad son más las mujeres en nuestra sociedad, por lo cual el perfil de las personas mayores tiende a ser el de una mujer que, además, hace tiempo suele ejercer las funciones de gestora, ecónoma y líder del hogar. La mujer, por lo tanto, tiende a tener un empoderamiento natural que no siempre es visible y aprovechado. Por si fuera poco, la mujer tiende a sobrellevar mejor la soledad o la viudez, lo que hace que esté más integrada a la sociedad.

La integración social, otro de los ejes temáticos, es relevante. El 15% de los mayores de Argentina suelen hacer trabajo voluntario (la mayoría son mujeres), bastante alejado al 40% de los británicos o más del 50% de los norteamericanos. Sin embargo, es un trabajo que aporta mucho y se conoce poco. Además, se sabe que las personas mayores integradas socialmente, al estar más satisfechas y felices con su vida, suelen gastar menos en salud, lo que facilitaría redireccionar recursos financieros a otras áreas y así mejorar el acceso a financiamiento, el tercero de los ejes temáticos, en cuestiones prioritarias. Como se ve, ya son tres de los cinco ejes donde las personas mayores tienen mucho que aportar.

¿Qué ocurre con el mercado laboral? Aún se escucha mucho sobre la falacia laboral cuando se cuestiona el trabajo de los mayores argumentando que limitan las oportunidades de los más jóvenes. La realidad muestra que hoy el mercado laboral está integrado por cinco generaciones, desde el joven de 18 años al adulto de 80 que trabaja a tiempo parcial. Por cierto, una labor que hace que el adulto mayor no solo pague impuestos, sino que además consuma menos recursos prestacionales del Estado y, al estar activo e integrado socialmente, esté más feliz… y este es un fenómeno que seguirá por muchos años moldeando el futuro del mercado laboral, otro de los ejes temáticos.

Por si fuera poco, la evidencia muestra que un trabajador mayor posee una importante fidelidad al empleo, puede también que sea más lento en sus tareas que el empleado joven, pero suele tener menos errores y es un gran transmisor de memoria institucional. No parece desdeñable tener empleados con estos valores en esta época. Y así, con este importante capital de conocimiento y experiencia, perfectamente pueden transformarse en fuentes autorizadas que transmitan sus vivencias sobre lo importante de cuidar aspectos como el cambio climático, otro eje temático de la reunión, donde mucha de la responsabilidad está en la acción del hombre.

A pesar de todo lo bueno que podría haber aportado una óptica que considere la transformación que están provocando las personas mayores, este grupo estuvo ausente en la mesa de discusión, sus documentos y la declaración final. Pareciera ser que aún seguimos observando la realidad y pretendiendo entenderla con cierta miopía. Hubiese sido muy interesante preguntarle al alcalde de Río de Janeiro cómo afrontan el cambio de un barrio emblemático como Copacabana, que hoy es el núcleo de Brasil con mayor envejecimiento poblacional. Quizás también preguntarle al alcalde de Tokio, la capital de país más envejecido del mundo, qué desarrollos tecnológicos están implementando para que sus mayores vivan más seguros, y por qué no que Anne Hidalgo, la alcaldesa de París, comparta cuáles fueron las lecciones aprendidas de la canícula de 2003 que dejó más de 14 mil muertos, muchos de ellos en París, muchos de ellos adultos mayores.

Sin dudas la cumbre Urban20 nos dejó muchas cosas buenas en un escenario global cada vez más complejo. Ojalá haya oportunidad en la próxima Urban20 para integrar el eje personas mayores que, por lo visto, atraviesa la agenda pública en varias dimensiones, pero que hasta hoy permanece ausente y, por lo visto, no parece ser un tema menor.

El autor es doctor en Medicina, Universidad de Salamanca. Profesor titular de Medicina, Universidad Nacional de Mar del Plata. Profesor titular de postgrado, Fundación Barceló.