Creo que el fútbol no inventa nada que no exista previamente en la sociedad: en todo caso lo exhibe de manera descarnada. Vivimos el fútbol apasionados y violentos, es cierto. Y nuestras relaciones sociales, nuestros vínculos políticos, nuestros debates de convivencia, ¿acaso los vivimos de otro modo?
Para peor, desde hace años advierto una "celebración de la pasión" que me parece alarmante. Nos ufanamos livianamente de la pasión, cuando en nombre de la pasión podemos cometer las peores atrocidades. ¿O acaso la pasión no es, también, una renuncia al pensamiento crítico y al comportamiento racional?
Sin embargo, desde la publicidad o el discurso público y mediático se nos invita a dejarnos llevar por las pasiones (recordemos el tachín tachín del Mundial de Rusia, por ejemplo). En suma: es verdad que en el fútbol nos autocelebramos irracionalmente, negamos entidad al otro y damos rienda suelta a nuestro yo más incivilizado. Y fuera del fútbol, ¿acaso no hacemos lo mismo?
El autor es escritor. Su último libro es "El fútbol, de la mano" (Alfaguara).