Mitos y verdades de las criptomonedas

Hernán Elman

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El rey Arturo pasó a la historia popular como sinónimo de inteligencia, honor y lealtad. Su espada Excálibur, un símbolo del poder legítimo, y su mesa redonda, el mejor ejemplo de un líder democrático. Posiblemente nada de ello existió. En sus efectos, no obstante, ese debate es irrelevante.

Las construcciones sociales son características de una cultura, de una sociedad, que las vuelven una realidad. Así, la diferencia entre un papel pintado de colores y un billete es la confianza que todos tenemos en él, todos creemos que tiene un valor y como resultado, lo tiene. Y por supuesto, cuando se trata del dinero, cuanto más confiable, más deseado y más escaso sea, mayor será su valor. Hoy ya no hace falta incluso que sea corpóreo, nos alcanza un número en una pantalla.

En 2008 Satoshi Nakamoto publicó un artículo en la lista de correo de criptografía metzdowd.com que describía un sistema P2P de dinero digital. Un año más tarde liberó el software Bitcoin, creando las primeras monedas y pateando el tablero financiero mundial, para luego desaparecer en el mayor de los misterios, siendo su identidad aún desconocida. Ello ha dado lugar a innumerables investigaciones y especulaciones, desde teorías conspirativas hasta épicas, sin conseguir resultados comprobables.

Desde entonces las criptomonedas alumbraron un mercado financiero nuevo, paralelo, la mayor parte fuera del control de los Estados. Se crearon más de dos mil monedas distintas, algunas permanecen, otras ya han desaparecido. Nació así un nuevo medio de intercambio y reserva de valor que algunos imaginan incluso con potencial de reemplazar las monedas nacionales, atrayendo igualmente al mundo de la informática y al de las finanzas, a especuladores, curiosos, delincuentes, también algunos idealistas y revolucionarios.

Su anonimato, equivalente al del pago efectivo, permite evadir las trabas de gobiernos desmedidos, pero facilita también todo tipo de actividades ilegales, especialmente el lavado de dinero de distintos orígenes y la evasión de impuestos.

Su carácter descentralizado, lejano del control de los Estados, anima banderas anarquistas y libertarias, ya que parecería prometer un nuevo ideal de igualdad. No obstante, la realidad no se le parece: la llamada minería no es en los hechos para todos, para generar hoy suficiente moneda se requieren recursos muy intensivos. Curiosamente el 70% de las llamadas "granjas" se encuentran radicadas en China, el país con más restricciones legales respecto al dinero digital y también donde más auge tienen.

El atractivo, más allá de todo romanticismo, es la promesa de riqueza. Su impresionante crecimiento, sumado a sus brutales fluctuaciones, no aptas para cardíacos, ha creado muchos ricos, generando una nueva fiebre del oro. Circulan por internet numerosas historias de afortunados que tuvieron el buen tino de comprar unas cuantas monedas cuando estaban a muy bajo costo, también de pooles para invertir en nuevas monedas —las llamadas ofertas iniciales de monedas o ICO, por sus siglas en inglés, que pueden resultar un fraude—, y en más granjas para la minería.

Su respaldo no es otro que la confianza de los usuarios. ¿Es ello suficiente? La respuesta es obvia: es suficiente, mientras dure la confianza, claro. El nobel de Economía Paul Krugman señala: "Su valor depende enteramente de que se cumplan expectativas autocumplidas, lo que significa que el colapso total es una posibilidad real. Si los especuladores tuvieran un momento colectivo de duda, de repente, temiendo que los Bitcoins no valieran nada, bueno, los Bitcoins perderían valor".

Ante esa posibilidad muchos se preguntan: ¿no deberían los Estados regular o reglamentar su funcionamiento? Este debate se ha resuelto en algunos países con soluciones que van desde la prohibición total —en nuestra región Brasil, Ecuador y Bolivia—, los que las han reglamentado —como Japón, con un marco regulatorio flexible— e incluso los que apuestan a ellas como Venezuela, país que lanzó su propio instrumento, el Petro, que inició sus operaciones el pasado 2 de octubre.

No podemos perder de vista que esta nueva realidad pone en crisis el modelo de monopolio de emisión monetaria por parte de los Estados, en un avance que algunos especialistas como Jamie Bartlett perciben como uno de los nuevos desafíos que plantea la tecnología al sistema de gobierno occidental, que no necesita al Estado y que no reconoce fronteras territoriales ni políticas.

Existe también un gran debate sobre su naturaleza jurídica. La visión más conservadora las califica como títulos, definición polémica puesto que en la práctica no dan derecho a una cantidad de dinero, sino que quien quiera desprenderse de ellas deberá venderlas en el mercado.

Están también quienes las reconocen como un medio de pago electrónico a partir de la sentencia del Tribunal de Justicia Europeo en el caso "Hedqvist" de 2015, que la califica como un medio de pago directo entre los operadores que la aceptan. Así, distintas jurisdicciones europeas la califican como dinero privado en coexistencia con las monedas nacionales, equiparando su tratamiento con las divisas extranjeras.

Finalmente, una versión más innovadora define a las criptomonedas como un bien mueble privado digital. En nuestro país es la calificación más extendida, ya que, siendo el Banco Central el encargado exclusivo de la emisión de billetes y monedas, conforme el artículo 30 de su Ley Orgánica, no podrían considerarse dinero, y por no poseer un país emisor tampoco podrían ser divisa extranjera, careciendo como resultado de curso legal. De manera que la única ley que las rige es la de oferta y demanda.

No obstante ello, todos coinciden en reconocer que las monedas virtuales cumplen un rol de instrumento de intermediación en el cambio. Posiblemente sea oportuno aplicar la conocida cita de John Maynard Keynes: "La dificultad no reside en las nuevas ideas, sino en escapar de las viejas".

¿Entonces qué regulación es necesaria, y cuál es la posible? Joseph Stiglitz ha opinado: "Si el Bitcoin quiere ser legal, tendría que exigírsele la misma transparencia que al resto de transacciones financieras: nada de anonimato y una finalidad explicada". Ello sería prácticamente una condena, ya que en ese supuesto no ofrecería nada que no ofrezca ya el sistema financiero mundial.

Numerosos economistas alertan que estamos en presencia de nueva burbuja, como lo fueron las punto com pocos años atrás, y formulan sus propios pronósticos. Si parte de su crecimiento tiene origen simplemente en las expectativas, sus posibilidades de éxito o de fracaso no están en ningún otro lado más que en la mente de las personas, de lo que quieran creer y durante cuánto tiempo puedan hacerlo.

Pero así son las construcciones sociales. No es muy distinto del ideal del rey Arturo, ¿importa si existió? Tampoco sabemos nada sobre la identidad de Satoshi Nakamoto, pero no se nos escapa un dato más que curioso: a finales de 2017, cuando el precio del bitcoin alcanzó los 20 mil dólares, con una billetera virtual que se estima que atesora más de un millón de bitcoins, al valor de hoy más de 6,5 billones de dólares, Satoshi se convertía según el ranking de Forbes en una de las cincuenta personas más ricas del planeta, aun cuando nadie sabe siquiera si es una persona real. Lo cierto es que su creación abrió la puerta a una nueva realidad, cuyo futuro hoy nadie puede predecir.