¿Cómo se explica el drama de la pobreza argentina?

Si nos atenemos al Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) de estos días, no al de las mentiras de los tiempos del kirchnerismo, la pobreza en la Argentina llegó, en el primer semestre de este año, al 27,3 por ciento. Afecta a 12 millones de personas sobre un total de población nacional de casi 44 millones de personas. Todo se refiere a los primeros meses del año, antes de la corrida cambiaria y la tormenta financiero-económica que se desató sin miramientos. Más inflación altísima, más recesión. Muchos aseguran que fue la inflación la causante del retroceso drástico de los indicadores sociales.

Sin duda que en estos días, ya a mitad del segundo semestre, tiene que haber crecido bastante más. El mismísimo presidente Mauricio Macri ha reconocido que las cifras de pobres se elevarán, casi ineludiblemente. Que lo haya reconocido el jefe de Gobierno es una virtud si se lo contrasta con los niveles de pobreza del Indec mandoneado por Guillermo Moreno, cuando la pobreza llegaba al 4% de la población y en boca de la presidenta Cristina Fernández teníamos "menos pobres que en Alemania".

¿Cuáles son los motores que hacen posible esta enorme crisis social? ¿Qué origen tiene la pobreza? ¿A quiénes afecta directa o indirectamente? Sobre algunos de estos interrogantes ha trabajado continua y tenazmente el Observatorio de la Deuda Social Argentina que depende de la Universidad Católica. A través de sus informes se pudo saber la verdad y el alcance de la pobreza, entre otras cuestiones a lo largo del kirchnerismo, que llamó a silencio forzado con ingenuidad aunque también autoritariamente.

Según el Indec la cifra aportada del 27,3% es 1,6 puntos mayor que el cierre de 2017. Todo será en vano. Las cifras se están agravando y ensombrece la perspectiva futura.

Espanta saber que el 41,4% de los chicos entre 0 y 14 años, casi la mitad de la población total de esas edades, son pobres. En el Gran Buenos Aires, pero a pocos kilómetros del Congreso, se encuentra la mayor cantidad de afectados. Se han medido casi cuatro millones y los hay también en el interior, donde abundan la miseria y el desamparo.

Varios factores demuestran que el proceso de la pobreza en el primer semestre de este año (cuando nadie, ni el propio Gobierno preveía la crisis mayúscula que llegó para quedarse) tiene que ver con el descenso del salario real, en especial de aquellos que no están registrados, los no considerados, que en muchas actividades fabriles llegan al 40% del total. No estar registrado, vivir en "negro" tiene como responsable al mismo Estado con su voracidad impositiva. Los empresarios cuidan sus costos y muchas veces lo hacen mal.

Es el Estado el más grande apropiador de mano de obra temporaria y subterránea, sin que figure en los planteles.

"En negro" consiste en no tener cobertura de ningún tipo, dependiendo de las debilidades de muchos servicios hospitalarios y principalmente, sin jubilación. Capitanean familias parias, ciudadanos de segunda o tercera categoría. Todo se va agravando por la recesión. El único camino viable pero no garantizado es la changa, la mayoría de las veces fugaz y mal remunerada, donde reina el abuso. Es imposible imaginar que quienes no ganan entre 22 mil y 23 mil pesos son pobres y están hundidos en la escala social. Para llegar a esa cifra deben trabajar dos o tres en esas familias.

A estas estadísticas que se están leyendo, según el Observatorio de la Deuda Social, habría que sumar en los últimos meses entre 1,5 y 1,7 millones de personas más entre los pobres.

La realidad patea a los pobres. Los alquileres de vivienda son muy caros y no pueden soñar con la tierra propia. Los alimentos están por las nubes, se come muchísimo menos de lo que ingieren otras clases, como la media-media y baja.

El año pasado 33,8% de los más desposeídos asistieron a la ayuda de un comedor construido y puesto en marcha con el esfuerzo de varios ciudadanos sensibles y comprometidos con los que no tienen nada.

Las consecuencias son temibles: malnutrición especialmente en los niños, abandono de la escuela, vagancia, déficit en servicios básicos (agua y cloacas), el ni ni entre los adolescentes (ni estudia ni trabaja) y las repercusiones psicológicas, con distintas patologías, la vivienda sometida a las crecidas repentinas por las lluvias fuertes. Es un dato demostrable que muchísimo más que la mitad del total de pobres carga con problemas psicológicos, pero solo el 7% recibe la atención que merece por parte de profesionales.

Esta pobreza es un pozo abierto, un dilema no solucionado desde hace muchos años, que horada el futuro.

En 1941, cuando Estados Unidos convocó a su población para combatir en la Segunda Guerra Mundial para enfrentar al Eje Berlín-Roma-Tokio, los médicos se encontraron con una sorpresa que muchos no habían tenido tiempo de evaluar. Los voluntarios venían de haber sido víctimas de la crisis mundial financiero-económica generada en 1929-1930, extendida más de diez años y sus consabidas consecuencias. No pudieron ser aceptados por los médicos que los revisaban más del 25% de los que debían pelear contra el enemigo .El diagnóstico: raquitismo, deformaciones por la pésima alimentación, más otras carencias, tuberculosis, analfabetismo.

En una reunión de prensa, los ministros argentinos Carolina Stanley (de Desarrollo Social) y Dante Sica (a cargo del de Producción) afirmaron que están evaluando cuánto del dinero que aportará el Fondo Monetario en el segundo acuerdo podrá ser desviado para ayuda social. Para este año se dispusieron con ese destino 13.500 millones de pesos y para el año que viene, el 0,2% del Producto Bruto Interno. Pero advirtieron, frontalmente, que no hay ninguna acción concreta prevista hasta el momento. Tratándose de un problema que reclama urgencia.

Después de los emprendedores inmigrantes, en la Argentina la pobreza-pobreza se naturalizó en la década del treinta con la migración masiva de la gente de las provincias y del campo; por falta de trabajo iniciaron el camino que los llevó a Buenos Aires, a Córdoba y a Rosario y a otras capitales atrayentes. Aunque entre 1946 y 1950 Perón presenció la alta distribución equitativa del ingreso, muchas otras gestiones del gobierno fueron pésimas. Como Perón creía que se iniciaría de inmediato la Tercera Guerra Mundial, había comprado, derrochando, desechos de guerra de los Aliados y nacionalizó los ferrocarriles que estaban en manos inglesas. A esos gastos se sumaron una sequía magna que duró tres años, tras lo cual Perón debió tomar un crédito del Eximbank en 1951 y cambiar muchos de sus conceptos para negociar con empresas extranjeras fabricantes de automóviles y productores de petróleo.

La oposición aseguraba que Perón negaba la pobreza, los barrios de marginados, las villas miseria, que en algunos casos fueron tapiadas. En 1957 se conoció el reconocido libro de Bernardo Verbitsky, periodista, escritor y padre del contemporáneo Horacio Verbitsky, titulado Villa Miseria también es América, quien iluminó aquel mundo de extremas estrecheces.

Además, durante la dictadura militar (1976-1983) y antes, en la dictadura del general Juan Carlos Onganía y en los años noventa, con la dupla Menem-Cavallo, el gobierno se decidió por un plan de desmantelamiento del sistema productivo nacional, festejó las importaciones y nadie hizo frente a la especulación financiera. Eso llevó a gran cantidad de empresas nacionales a la quiebra, profundizando la pobreza. Durante la profunda crisis del 2001-2002 la pobreza trepó al 50% de la población.

De este modo todo se agravó. Los pobres se quedaron sin fuentes de trabajo, los gobiernos, pese a sus promesas, no ayudaron a mejorar sus vidas. Las cloacas y el agua potable siguen sin llegar, las calles no están asfaltadas, así que alguien que viva en el Gran Buenos Aires tiene que recorrer 10 cuadras pisando barro como pueda para subirse a un colectivo, que luego lo llevará a otro colectivo y entrar al trabajo.

Terminar con la pobreza no es un emprendimiento fácil. Se requieren fondos muchos más grandes de los de estos días.

Y también es imperativo recibir inversiones que levanten fábricas, mayor obra pública y construcción. En fin, un proceso de gran dimensión que movilice a toda la sociedad. Por ejemplo, muchos desocupados de años están desactualizados para manejar la maquinaria moderna. De este modo es un excluido por dos. Por el momento, en la sociedad hay desaprensión, olvido y prejuicio. Y el Gobierno ahora está moldeado a imagen y semejanza del orden económico que fija el Fondo Monetario Internacional. El exagerado optimismo que iluminaba a ciertos líderes de Cambiemos se estrelló contra los muros de las necesidades que no fueron resueltas en las décadas anteriores.