El regreso de Friedman

Gustavo Perilli

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En Nueva York, las metas de inflación quedaron definitivamente en el olvido. El acuerdo firmado representó un cambio en la anatomía del modelo económico y un aumento del protagonismo del FMI en el rumbo económico interno, tanto por ampliar el monto original del préstamo stand by de junio pasado como por adelantar los desembolsos previstos para 2020 y 2021. Inducida por sus típicas recomendaciones, la política económica convalidó sus votos en pos de un efectivo combate a la inflación utilizando una de las medidas más antiguas y rudimentarias conocidas en el mundo de la teoría: la administración de la cantidad de dinero primario. Al decidir focalizarse exógenamente en el control de la base monetaria (de acuerdo con lo que se conoció), el Banco Central (BCRA) se desentendió del manejo de las tasas de interés.

Milton Friedman habría celebrado las medidas, advertido: "Hay que arar mucho tiempo para detener una inflación que se ha dejado comenzar" y recordado: "La demora total entre un cambio del crecimiento monetario y un cambio en la tasa de inflación es en promedio de 12 a 18 meses" (Friedman, 1991). Friedman aseguraría que los logros en materia de inflación en la Argentina recién comenzarían a verse en octubre de 2019 (en plena campaña electoral).

El respaldo del FMI alejará las posibilidades de default de la deuda pública y permitirá cerrar el ejercicio financiero 2019-2020 sin sobresaltos. A cambio de esos logros, la actividad económica continuará penando como consecuencia de las elevadas tasas de interés (del orden de 60%) determinadas por la oferta y la demanda de LELIQs. Esta concentración de esfuerzos por mantener a raya la inflación para que la estabilidad apuntale la micro y la macro implicará aceptar una agudización de la recesión y, como decía Raúl Prébisch: "La redención del pecado a través del sacrificio" (1963). Las operaciones de mercado abierto mediante el uso de LELIQs operando directamente con los bancos inmovilizarán la base monetaria ahora con más comodidad debido a las menores exigencias del Tesoro (y la menor monetización requerida por el déficit fiscal).

Las posibles sobrerreacciones (el overshooting señalado por la funcionaria del FMI), sin embargo, podrían interrumpir el control de los agregados porque obligaría al BCRA a vender divisas de sus reservas, reducir el stock de base monetaria y generar más daños en la actividad económica. La libre flotación anunciada en Nueva York se transformó en Buenos Aires en un esquema de bandas estipuladas entre un piso de 34 pesos por dólar (decorativo según los valores manejados en estos últimos meses) y un techo de 44 pesos para septiembre, donde, sin llegar a los límites, el BCRA no intervendría. En paralelo, la actualización de las bandas a un ritmo de 3% mensual incrementaría el límite superior hasta 48 pesos en diciembre. Al reconocer tipos de cambio en alza, aun cuando la cotización se haya más que duplicado desde diciembre de 2017 y ubicado en niveles competitivos, habría más exposición a la búsqueda de ganancias por parte de los inversores financieros, cierta volatilidad y probables traslados a precios. Con este régimen vigente hasta diciembre (recalibrado o revisado, luego), la experiencia de "la tablita" incorporaría expectativas indeseadas si la inflación no se encasillara adecuadamente (algo que Friedman afirma que no sucederá en lo inmediato).

En 2009, Robert Skidelsky aseguraba que era necesario el "regreso de Keynes" para restituir la demanda y sacar a la economía mundial de la recesión. Ahora, en la Argentina, se oficializó el regreso de Friedman para encauzar la inflación. En paralelo, se impulsó un programa de control cambiario a través del uso de bandas de flotación con correcciones preanunciadas relativamente escalofriantes para los especialistas más memoriosos.

El autor es economista. Profesor de la Universidad de Buenos Aires.