11 de septiembre y guerra perpetua

Compartir
Compartir articulo

Esta semana, hace 17 años, Estados Unidos sufrió una serie de ataques terroristas que dejaron alrededor de tres mil personas muertas. Cambió la psicología del país, pues desde entonces los estadounidenses sobreestiman por mucho el riesgo que representa el terrorismo. Esa mentalidad, a su vez, ha influido en su política exterior, que después del 11 de septiembre ha mantenido a Estados Unidos en un estado de guerra perpetua.

El temor profundo que causaron aquellos ataques fue entendible, así como la necesidad de revaluar las políticas nacionales de seguridad. Pero la realidad es que, en cuanto al terrorismo, Estados Unidos ha sido por décadas un país bastante seguro y, luego del 11 de septiembre, lo ha sido aún más. Desde 1975 hasta el 2015, la probabilidad de ser asesinado en Estados Unidos por un terrorista nacido en el extranjero fue de 1 en 3,6 millones por año. Desde el 11 de septiembre del 2001, la probabilidad cayó de 1 en 50 millones por año.

El politólogo John Mueller reporta que, desde esa fecha, los terroristas islámicos han matado a unas seis personas por año en Estados Unidos. Él pide que se pongan esos números en contexto: los relámpagos matan a unas 46 personas por año en Estados Unidos, mientras que 300 personas mueren al año a causa de ahogarse en la tina.

Una de las razones por las que Estados Unidos se ha vuelto tan seguro en los últimos 17 años es que el sistema de revisión migratorio mejoró enormemente tras haber fracasado antes de los ataques del 2001. Desde entonces, solo se ha aprobado la entrada de un terrorista por cada 29 millones de visas o aprobaciones de entradas otorgadas.

A pesar de gozar de niveles altos de seguridad, los estadounidenses aún sienten temor. Eso explica en parte el apoyo a políticas que pretenden mejorar la seguridad de Estados Unidos, pero que guardan poca relación con ella. La prohibición a la entrada de ciudadanos de siete países musulmanes que anunció el presidente Donald Trump el año pasado es un ejemplo. Migrantes de esos países jamás han matado a un norteamericano en actos terroristas en territorio estadounidense.

Se está gastando gran cantidad de dinero en políticas que hacen poca diferencia, pero que responden a los temores de los estadounidenses. En la práctica, hace de Estados Unidos un país menos seguro, pues se podría estar enfocando los recursos en políticas más efectivas. Pero Mueller sugiere que la alta seguridad refleja más que nada el hecho de que la amenaza del terrorismo islámico en Estados Unidos ha sido exagerada. Documenta cómo dichos terroristas dentro de Estados Unidos son típicamente ineptos y pocos.

El miedo también influye en la política exterior. A partir de hoy día, empezará a haber estadounidenses que nacieron luego de los actos terroristas del 2001 y que podrán inscribirse en las Fuerzas Armadas para luchar en la guerra en Afganistán que Estados Unidos comenzó en octubre de ese año.

Desde esa fecha, la guerra permanente se ha vuelto la norma en Estados Unidos. Actualmente, Washington está en guerra en por lo menos siete países —como Somalia, Siria e Iraq— donde se mantiene militarmente activo. Barack Obama fue el primer presidente estadounidense que sirvió dos períodos y que estuvo en guerra cada día de su administración. En el 2016, el último año de su gobierno, Estados Unidos soltó 26.172 bombas en siete países, según el Council on Foreign Relations. Todo indica que, bajo Trump, Estados Unidos se ha vuelto aun más bélico.

Que el presidente pueda involucrar al país en guerras perpetuas no declaradas y con casi nula participación del Congreso, además de ser poco eficaz a la hora de combatir el terrorismo, constituye uno de los legados más nefastos del 2001.