Una carta de la historia

Por Ema Cibotti

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San Martín y O'Higgings mantuvieron una nutrida correspondencia entre 1823 y 1842. La última carta de San Martín del 2 de abril, no tuvo respuesta.

El prócer chileno murió el 24 de octubre de 1842 en su exilio limeño y al enterarse San Martín se encerró varios días sumergido en una profunda tristeza.

Una amistad única, que transcendió el campo de batalla y estuvo por encima de las brutales disidencias que siguieron a la Independencia porque ninguno de los dos aceptó participar en las contiendas civiles que ensangrentaron a Chile, al Perú, y por cierto al Río de la Plata.

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Las cartas son una buena demostración de la íntima confianza y del afecto que se tenían. Ambos sabían que les interceptaban la correspondencia y que podían sufrir persecuciones. Aún así mantuvieron sus opiniones sobre los acontecimientos del momento, y también intercambiaron noticias sobre los asuntos familiares y los entreveros políticos que los preocupaban.

Este es el sentido que tiene, en la carta de marras, la mención de San Martín a la situación de su yerno, Mariano Balcarce, separado del cargo que le había ofrecido el gobernador Juan Ramón Balcarce, su tío.

Balcarce fue depuesto a finales de 1833 por una fracción de federales que preparaban el regreso de Rosas al poder. Y finalmente cuando Rosas reasumió, en abril de 1835, con la Suma del Poder Público, la hostilidad hacia la familia de Balcarce no tuvo más frenos.

Mariano, sin trabajo, volvió a Francia junto con Merceditas y la hija mayor, recién nacida. San Martín conoció a su primera nieta, afligido pero feliz.
O'Higgings se hizo eco de la preocupación de su amigo y en su respuesta comentó la ingratitud de Buenos Aires y el agravio inferido a su hijo político según consta en el Archivo de Don Bernardo O'Higgings (tomo IX).

¿Por qué modificó su disgusto hacia Rosas el general San Martín? En rigor, no tenía mayores expectativas puesto que "sus hombres", Mariano Escalada, John O'Brien, su amigo irlandés, habían sido encarcelados mientras los que escapaban le contaban lo que hacía el "tirano".

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Pero tomó la iniciativa cuando le escribió al gobernador para ponerse a su servicio en ocasión del bloqueo francés al puerto de Buenos Aires 1838-1840. Actitud que confirmó años más tarde cuando le reiteró su apoyo ante el bloqueo anglo-francés y lo felicitó por la batalla de la Vuelta de Obligado en 1845.

La carta escrita el 10 de mayo de 1846, sin protocolo y directa agradece haber probado que "nosotros, los argentinos no somos empanadas que se comen de un solo bocado".

En 1849, Rosas nombró a Mariano Balcarce en un puesto en la Legación Argentina en París, a cargo de Manuel de Sarratea. Y fue el mismo Balcarce el encargado de hacerle llegar a Rosas, ya en el exilio de Southampton, la espada, el sable corvo, que San Martín le había legado.