Peter Pan y el hombre enjaulado

Alberto Benegas Lynch (h)

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Desafortunadamente vivimos la época de la adoración a los aparatos estatales que todo lo abarcan, desde las relaciones comerciales, el deporte, los casamientos y los divorcios, el arte, los transportes, la comunicación, los sindicatos, los procesos educativos, la recreación y tantos otros ámbitos, mientras descuidan la seguridad y la Justicia.

A esta altura del siglo XXI es hora de madurar y comprender que los espacios crecientes del adiposo Leviatán se traducen en disminuciones en las libertades de las personas. Peter Pan es un personaje de ficción que nunca creció, fabricado por el escritor escosés James Matthew Barrie en una obra estrenada en Londres en 1904. Esta inmadurez perpetua es lo que mantiene al hombre enjaulado, es decir, privado de sus libertades.

En lugar del principio básico de la presunción de inocencia, se parte del principio de la presunción de sabiduría del gobernante y la ignorancia de la gente. Por el hecho de asumir funciones en el aparato estatal se estima que la persona se ha transformado en sabionda, quien subestima a sus congéneres que no ocupan cargos oficiales. Una mutación en verdad asombrosa. Pero aun suponiendo que fuera así, esto en modo alguno justifica que la gente deba ser regenteada por los políticos en cuanto al manejo de sus vidas y sus haciendas. Constituye una falta de respeto; en todo caso, si verdaderamente fueran sabiondos, que compitan por vender sus servicios en el mercado.

En realidad aquel procedimiento significa la concentración de ignorancia si es que hemos comprendido que el conocimiento, por su misma naturaleza, está fragmentado y disperso en millones y millones de personas que con sus respectivas informaciones y talentos los transmiten a través de sus múltiples intercambios, lo cual es anulado cuando el planificador impone sus visiones desde el vértice del poder.

Lo más importante para entender la mente de los megalómanos es leer y releer un pensamiento clave de C. S. Lewis: "De todas las tiranías, una ejercida para el bien de las víctimas suele ser la más opresiva. Puede ser mejor vivir bajo ladrones que hacerlo bajo la moral omnipotente de los otros. Los ladrones a veces descansan pero aquellos que nos tormentan para nuestro bien lo hacen sin descanso" (God in the Dock).

Es realmente notable los humos de los burócratas que se la creen en el sentido de su superioridad, pero como dice Erich Fromm: "Son débiles mentales, puesto que necesitan del dominado para rellenar su esquelética personalidad" (Man for Himself). No hay más que verlos cómo disfrutan de la foto y el micrófono, no por su solvencia moral, sino por el apoyo de las botas que siempre están tras el poder político. El desbarranque es grande hoy en día, hasta las izquierdas les han dado la espalda a sus orígenes: el los inicios de la Revolución francesa —antes de la contrarrevolución jacobina—, los que se sentaron a la izquierda del rey era para significar que se oponían a los privilegios basados siempre en el uso de la fuerza, ahora resulta que las izquierdas pretenden aplastar con las botas los derechos de la gente a través de cúpulas hediondas.

En el entramado político hoy nos retrotraemos a las peores épocas de las monarquías absolutas en las que se consideraba que los derechos eran una gracia concedida por el autócrata del momento y no como la facultad de los seres humanos por el hecho de haber nacido y que constituyen su naturaleza y sus características como especies únicas de las conocidas que poseen libre albedrío y consecuentemente dignidad.

Del célebre pensamiento de los Padres Fundadores de Estados Unidos: "El mejor gobierno es el que menos gobierna" hemos pasado a creer: "El mejor gobierno es el que más legisla" (y cuando un miembro del Parlamento no presenta la suficiente cantidad de leyes, se considera que no cumple adecuadamente con su función). En este sentido, sería de interés que los integrantes del Poder Legislativo fueran, como en sus inicios, honorarios, como en la República de Venecia muchos cargos públicos, porque trabajaban ad honorem, mientras se dedicaban a sus faenas particulares, pero actualmente se pegó lo de honorables, mientras cobran dietas y convierten el Congreso en un gran negocio (y, a veces, un aguantadero para cubrir delitos de toda laya). Si se objetara la idea con base en posibles conflictos de intereses, habría que subrayar que no hay tal si se legisla para la generalidad centrado especialmente en el presupuesto y no como hoy se hace en todas direcciones.

Ya hemos consignado antes, en línea con el pensamiento de Bruno Leoni (La libertad y la ley), la propuesta de abrir de par en par la posibilidad de árbitros privados en el ámbito del Poder Judicial sin ninguna restricción ni regulación (incluso no necesitan ser abogados los participantes en las diversas instancias). También hemos subrayado el pasaje poco explorado de Montesquieu (El espíritu de las leyes) aplicable al Ejecutivo: "El sufragio por sorteo está en la índole de la democracia" en consonancia con lo que luego destacó Karl Popper (La sociedad abierta y sus enemigos) en su crítica a la noción del "filósofo rey" expuesta por Platón para poner en un primer plano las instituciones y en un segundo y muy relegado a las personas: "El gobierno haga el menor daño posible". A lo que cabe agregar la idea debatida en la Asamblea Constituyente estadounidense en cuanto a la relevancia de contar con un Triunvirato en el Ejecutivo "para mitigar la idea presidencialista que se asemeja a los malsanos desvíos de una monarquía sin control".

Si no usamos las neuronas para imaginar nuevos límites al poder político, corremos el riesgo de que el planeta Tierra termine en un inmenso Gulag y paradójicamente en nombre de la democracia, una democracia desde luego falseada y convertida hoy en pura cleptocracia, es decir, los gobiernos de ladrones de libertades, de propiedades y de sueños de vida.

Es curiosa y alarmante la actitud pasiva de muchos que endosan la responsabilidad en otros para resolver problemas que a todos competen. Proceden como si estuvieran ubicados en una inmensa platea mirando el escenario donde aparecen personajes supuestamente encargados de solucionar entuertos. Con este procedimiento en gran medida está garantizado el fracaso, puesto que de este modo todo el teatro se derrumbará. Para tener éxito cada uno, repito cada uno, debe contribuir con su granito de arena a enderezar las cosas, puesto que cada cual está interesado en que se lo respete con total independencia de a qué se dedique, sea a la música, la literatura, la jardinería, la danza, la albañilería, la pintura, la filosofía, el derecho, la economía, la historia, la ingeniería o lo que fuere. De allí es que los Padres Fundadores en Estados Unidos han insistido: "El costo de la libertad es la eterna vigilancia".

Es sumamente peligrosa la actitud de aquellos que sostienen que solo les interesa su familia, su trabajo y la recreación personal. Esto no es original, pero para lograrlo es menester que dediquen parte de su tiempo, de sus recursos o ambas cosas a contribuir a que se los respete, lo contrario es un suicidio.

Hacer las de Peter Pan conduce indefectiblemente a la jaula. Hoy en día con todas las amenazas a valores y principios de respeto recíproco debido al engrosamiento exponencial de los aparatos estatales, debemos subrayar que si todos los partidarios de la sociedad libre contribuyeran diariamente a rescatarse de la avalancha estatista, si eso fuera así, no estaríamos ni remotamente en la situación en la que nos encontramos.

Otra vez sugiero los ateneos de lectura como un modo muy efectivo de contribuir a que se comprendan los fundamentos de la libertad. Reuniones en casas de familias de cinco o seis personas en las que uno expone por vez y los otros, habiendo leído el material propuesto, discuten, critican y elaboran sus propuestas. Con base en un buen libro, este mecanismo genera notables efectos multiplicadores en la familia, el trabajo y en reuniones sociales. Sin duda que los medios más fértiles son la cátedra, el libro, el ensayo y el artículo, pero, como queda dicho, el ateneo de lectura ayuda enormemente a despejar dudas propias y ajenas, y eventualmente al año siguiente cada uno de los miembros del ateneo original abre cinco o seis ateneos distintos y así sucesivamente.

Esta sugerencia va en línea con un consejo clave del marxista Antonio Gramsci: "Tomen la cultura y la educación y el resto se da por añadidura". Es así para todas las tradiciones de pensamiento. El decir que la educación es una faena a largo plazo demora la solución. Como he consignado en otras oportunidades, es del caso citar a Mao Tse Tung: "Las batallas más largas siempre comienzan con un primer paso".

Dedicarse a los negocios personales no solo es legítimo, sino que es necesario pero, entre otras cosas, precisamente, para preservar el negocio es indispensable asegurar un ámbito de respeto. La libertad de cada uno no es algo automático que viene del aire, procede de esfuerzos cotidianos para alimentarla. De allí es que autores como Benedetto Croce han consignado que la historia "es la hazaña de la libertad".

Incluso hay quienes piensan que no debe criticarse que las cosas se enderezarán solas, que no debe juzgarse sin percibir que esto mismo constituye un juicio y que si los humanos no proceden en consecuencia, nadie lo hará por ellos. La tiranía del statu quo, la pereza mental y el espíritu conservador en el peor sentido del término están presentes. Es imperioso despertar a la realidad y contar con el coraje moral suficiente como para enfrentar los desafíos que las circunstancias nos presentan.

Por ahora en lo que va de la pulseada de la civilización los derechos proclamados y reconocidos por los Locke van perdiendo frente a los Rousseau. Este último autor no solo es el artífice de la degradación de la democracia a manos de "la voluntad general" ilimitada (El Contrato Social), en contraposición a los Giovanni Sartori, sino que ha escrito: "En una palabra, quiero que la propiedad del Estado sea lo más extendida y poderosa y que la de los ciudadanos sean lo más reducida y débil que sea posible" (Proyecto de Constitución para Córcega).

Anthony de Jasay ha escrito con toda razón: "Amamos la retórica de la libertad y nos abocamos en ese palabrerío más allá de la sobriedad y el buen gusto, pero está abierto a una seria duda si realmente aceptamos el contenido sustantivo de la libertad" (The Bitter Medicine of Freedom). Como es archiconocido, ya Madame Roland antes de ser guillotinada se inclinó frente a la estatua de la libertad de la entonces Plaza de la Revolución (hoy Plaza de la Concordia) y sentenció: "Oh! Libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre".

Solo en una mente liliputense cabe la idea de que el hombre ha llegado a una instancia final de perfección. La perfección no está al alcance de los mortales. Estamos en estado de ebullición permanente en un contexto evolutivo. Mientras, siguen los estudios tendientes a refutar los argumentos del dilema del prisionero, de los bienes públicos, de los free riders, de la asimetría de la información, de los errores de comprensión respecto a la tragedia de los comunes y el interés personal smithiano en el denominado equilibro de Nash y los equívocos presentes en el teorema Kaldor-Hicks respecto a los balances sociales tan bien refutados por Robert Nozick. Mientras esto se desarrolla, debemos poner coto a los abusos del poder, puesto que, como reza el dictum de Acton: "El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente".

El autor es Doctor en Economía y también es Doctor en Ciencias de Dirección, preside la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires y es miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas.