Del "no se puede" al "tenemos que"

Las crisis económicas se desencadenan cuando las autoridades políticas y económicas no pueden o no quieren o no saben cómo resolver desequilibrios macroeconómicos fundamentales

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El gatillo de una crisis cambiaria o financiera puede ser un factor interno (una sequía, un conflicto político o social, etc.) o puede ser algún fenómeno externo (cambios abruptos en los precios de importación o exportación o en las condiciones financieras, crisis en países vecinos, etc.).

Pero para que una crisis económica tenga lugar, el país que la experimenta debe exhibir alguna debilidad o desequilibrio macroeconómico fundamental (o varios…). Debe haber un terreno propicio.

Según Wikipedia, las crisis tienen cuatro características que las diferencian de otros eventos:

1.  La sorpresa;

2. La incertidumbre;

3. Ponen en riesgo objetivos importantes (tienen costos); y

4. Son "procesos de transformación en los que el viejo sistema no puede ser mantenido por mucho tiempo".

Por lo tanto, el cuarto elemento distintivo en una crisis es la "necesidad de cambio".

El cuarto elemento distintivo en una crisis es la “necesidad de cambio” Si no se despierta tal necesidad de cambiar, el evento más que de una crisis se trata de una falla o fracaso

La historia económica argentina reciente está llena de episodios de crisis, que despertaron en mayor o menor medida la necesidad de cambio a la que se refiere la definición anterior, pero su misma recurrencia (hemos tenido 16 crisis económicas desde 1946) indica que los cambios no pudieron concretarse, o no fueron mantenidos en el tiempo o no fueron lo suficientemente profundos.

Al menos no lo suficiente para reducir la vulnerabilidad macroeconómica y evitar que de tanto en cuanto experimentemos otra nueva crisis.

La pesada herencia

El gobierno de Mauricio Macri heredó una situación de crisis que no había tenido el desenlace tradicional de otras y que, por lo tanto, no había licuado los desequilibrios macro que la engendraron.

Además asumió con el diagnóstico que la crisis heredada no era percibida como tal por la sociedad argentina, lo que hacía muy difícil implementar medidas fuertes o "impopulares".

Se optó entonces por el gradualismo. Mientras se dejaba abierta la puerta a quienes querían creerlo, que se hacía lo que se podía y no lo que se quería y que ya habría tiempo u otras oportunidades para hacer lo que se vino a hacer (para ver al "verdadero" Mauricio Macri).

Pero a veces la realidad se impone; errores de diagnóstico e implementación ya en 2017 revelaron el fracaso del gradualismo, y la insistencia del Gobierno con mantenerlo vivo y con mantener su modelo de gestión poco eficiente y menos eficaz, terminaron por meternos de lleno en una crisis de confianza que no cede desde hace cinco ¬meses.

Y lo que no se pudo, o no se quiso hacer ahora se tiene que hacer. No ya por virtud sino por necesidad

Claro que para hacer lo que hay que hacer, hay que saber hacerlo. Así que el gobierno de Mauricio Macri enfrenta ahora un desafío doble: tiene que tomar medidas más fuertes (tal como las definió el FMI en su último comunicado) que no se tomaron antes, y al mismo tiempo tiene que demostrar que sabe el qué y el cómo de esas medidas.

El desafío es además más exigente porque ahora se corre detrás de los acontecimientos. Se pasó del momento en el que se podía ser proactivo para ser sólo reactivo. Y se han ido desperdiciando medidas que podrían funcionar en el marco de un plan o de "un paquete", pero que no son eficaces cuando se las toma aisladamente. En este marco se inscriben los anuncios realizados hoy por el Gobierno.

Las medidas reflejan pragmatismo, tardío, pero pragmatismo al fin. Se reconoce que el modelo de gestión de las políticas públicas era parte del problema y tenía que ser modificado.

El peso del ajuste recae en el sector privado

Es probable que el nuevo organigrama del Poder Ejecutivo no sea el definitivo. También habrá que ver cuánto poder residual tendrá la Jefatura de Gabinete. Después de todo, el papel soporta cualquier diseño, y lo que importa es lo que sucede en la práctica del día a día. De todas maneras, es un claro progreso respecto de la situación anterior.

El papel soporta cualquier diseño, y lo que importa es lo que sucede en la práctica del día a día

Por su parte, la profundización del ajuste fiscal habla de un diagnóstico que finalmente aproxima las decisiones del Gobierno a la terapia esperada por buena parte del mercado y por el FMI, luego de que se decidiera echar mano (en 2019) del financiamiento que inicialmente revestía el carácter de preventivo.

Lamentablemente, una proporción importante del ajuste recae nuevamente en un aumento de los impuestos que pesan sobre los sectores más competitivos de la economía.

Además, se da marcha atrás con rebajas impositivas adoptadas por esta misma administración. Otro jaque mate de la emergencia sobre la estabilidad de las reglas del juego, de las urgencias de corto plazo sobre la necesidad de señales claras para el largo plazo.

El gobierno de Mauricio Macri está pasando del "no se puede" al "tenemos que" ajustar y corregir errores de diagnóstico y de gestión. De un tratamiento basado en placebos a un tratamiento más doloroso.

Pero atención, que "no se puede" (ni se debe) hacer siempre lo mismo y esperar que los resultados sean diferentes.