Mauricio Macri ante una nueva oportunidad

Para lograrlo tendrá que cambiar de piel. De la Rúa, Duhalde y Nestor Kirchner, metáforas para comprender la nueva etapa de Cambiemos.

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Las presidencias de De la Rúa, Duhalde y Kirchner pueden ser una metáfora de la evolución de la presidencia de Macri. De la ensoñación al duro realismo. ¿Llegará el crecimiento?
Las presidencias de De la Rúa, Duhalde y Kirchner pueden ser una metáfora de la evolución de la presidencia de Macri. De la ensoñación al duro realismo. ¿Llegará el crecimiento?

Horacio Rodríguez Larreta suele repetir una ley de la política: equipo que te hace ganar no sirve para gestionar. Se lo dijo a intendentes que salieron victoriosos cuando le pidieron un único consejo para la gestión. Es un consejo para novatos que se enfrentan, por primera vez, con el monstruo que significa conducir una administración de la que dependen miles de personas, las que viven en un territorio determinado y las que trabajan e invierten en él, con toda la responsabilidad que eso significa.

Obviamente, no le dio ese consejo a Mauricio Macri cuando ganó la Presidencia. Primero porque el PRO creía que tenía la suficiente experiencia para hacerse cargo de administrar la Nación. Si habían sobrevivido al kirchnerismo, que los demonizó y perjudicó de todas las maneras posibles, y aun así habían alcanzado el objetivo mayor, podrían con cualquier dificultad. Además, porque había tantos lugares a ocupar que resultaba imposible ponerse exquisito. Finalmente, porque ese consejo nunca incluyó a los imprescindibles.

Mauricico Macri durante su exposición en el influyente think tank CSIS en Washington, cuando todavía creía que en el espejismo del gradualismo.
Mauricico Macri durante su exposición en el influyente think tank CSIS en Washington, cuando todavía creía que en el espejismo del gradualismo.

Marcos Peña forma parte de ese grupo, el de los imprescindibles para Macri. El presidente electo lo demostró la noche misma de la victoria cuando, en medio de los festejos que se hacían en el escenario, caminó un par de metros para abrazarlo muy especialmente y demostrar, ante las cámaras, que él era su único delfín. Muchos críticos al modelo macrista de gestionar el poder suelen agarrársela con Jaime Durán Barba, pero pocos recuerdan que el ecuatoriano ni siquiera fue invitado a subir al escenario.

Es que el que transformó a Macri en Presidente, el que construyó su electorado, no fue Durán Barba sino Marcos. El actual Jefe de Gabinete modeló la personalidad del candidato, lo tradujo a la sociedad argentina, hizo de la exótica personalidad de Macri alguien más o menos comprensible para una sociedad acostumbrada a líderes mesiánicos y psicópatas.

El verdadero Macri es el que apareció -por ejemplo- el miércoles a las 9:30 de la mañana hablando menos de dos minutos para transmitir una decisión trascendente, que implicaba un nuevo cambio de condiciones con el FMI, que nadie conocía, y que su propio equipo no había terminado de cerrar. Apurado, porque seguramente tenía muchas cosas que hacer. Poniendo la cara y sin medir costos personales, porque estaba seguro de lo que estaba haciendo.

Y sin nadie que lo traduzca, porque Marcos no estaba ahí, probablemente porque no estaba de acuerdo con lo que quería hacer y ya no encontró otra manera de demostrárselo. Peña es el único límite que le quedó al Presidente o, por lo menos, el único que escucha. A los otros (Rodriguez Larreta, "Nicky" Caputo, algún otro que no quiere ser mencionado) se los fue sacando de encima. ¿Cambiará, entonces, al Jefe de Gabinete?

El problema que tiene Peña es que su presencia en ese lugar es el mensaje de que un Cambiemos que no cambia, a pesar del brutal cambio de escenario. Marcos ES el gradualismo y el gradualismo se mostró inviable. Pero él no tiene la culpa, tampoco Macri.

Mauricio Macri y Marcos Peña durante la conferencia de prensa en el retiro en Chapadmalal en febrero de este año. Los problemas ya habían empezado, pero aún dominaba el voluntarismo. (Foto: Christian Heit)
Mauricio Macri y Marcos Peña durante la conferencia de prensa en el retiro en Chapadmalal en febrero de este año. Los problemas ya habían empezado, pero aún dominaba el voluntarismo. (Foto: Christian Heit)

En la mesa chica del Gobierno se creía que venía una etapa fundacional  y estaban convencidos de que podían ignorar las condiciones materiales de la Argentina, a saber, lo que en la ciencia económica se conoce como "la restricción externa": la dificultad estructural del país para generar los dólares necesarios que sustenten el crecimiento sostenido en un ámbito de satisfacción social. Quedó claro que con el voluntarismo no alcanza.

Crecer, reducir impuestos, reducir inflación, reducir el déficit, reducir la pobreza, ese camino que a nadie le había salido antes y del que Marcos Peña se ufanaba que estaban logrando (obvio que siempre en dosis mínimas, pero sostenidas), se mostró imposible. Finalmente, salir de la ensoñación kirchnerista se está haciendo tan difícil como salir de la ensoñación menemista.

Peña es la cara del gradualismo. (Foto: Guillermo Llamos)
Peña es la cara del gradualismo. (Foto: Guillermo Llamos)

En efecto, Fernando De la Rúa y Chacho Alvarez ganaron las elecciones porque prometieron que  continuarían con el "1 a 1". Muchos economistas decían que era inviable, que las variables iban a estallar por los aires, pero los líderes de la Alianza habían visto las encuestas. El electorado quería continuar con el mismo modelo, solo pretendía hacerlo más prolijo. La clase media pretendía seguir viajando a Miami o, en términos actuales, no estaba dispuesta a ningún ajuste porque "quería flan". Cuando las cosas se complicaron, acudieron al FMI que, ante un cambio de autoridades, y ante la dificultad manifiesta de que se realicen las reformas necesarias, dejó que la Argentina se cayera, como escarmiento.

Macri no es De la Rúa, eso está claro. Pero llegó con la convicción de que iba a poder continuar con las políticas sociales del kirchnerismo, aumentarlas, abrirse al mundo, reducir la inflación y salir del default, mientras achicaba el Estado, todo junto, porque la deuda externa e interna que estaba tomando le iba a dar el tiempo que necesitaba para ordenar la economía. Por las razones que fuera, la realidad le demostró que no era posible. La idea de que se podía seguir como si nada pasara quedó en la nada.

Siguiendo con el ejemplo, se puede pensar que estamos entrando en la etapa Eduardo Duhalde. Luego de una brutal devaluación, que impone un durísimo ajuste, hay que iniciar el difícil camino de la recuperación de la confianza. En este caso, con el respaldo del FMI y los principales líderes del mundo, decididos a evitar que la Argentina vuelva a caer.

Los otros dos accionistas del PRO, María Eugenia Vidal y Rodríguez Larreta, en un acto en con Macri en La Plata en junio de 2017
Los otros dos accionistas del PRO, María Eugenia Vidal y Rodríguez Larreta, en un acto en con Macri en La Plata en junio de 2017

Macri tal vez no se entienda mucho aquí, pero sí habla el idioma del mundo. Si las cosas le salen bien, si consigue el tiempo de la política, la economía va a rebotar. Allí, estaría en condiciones de reelegir e iniciar la etapa siguiente, que podría asemejarse a la del crecimiento con inclusión social que lideró Néstor Kirchner, pero integrado al mundo, con libertad e instituciones sólidas.

De la Rúa, Duhalde y Kirchner son solo metáforas para comprender el fracaso, la nueva posibilidad y el momento de la realización en la historia reciente. Por cierto, Macri no es timorato como era De la Rúa, ni piensa incumplir los contratos o poner un corralito como hizo Duhalde, ni tiene un proyecto mesiánico y venal como tuvo Kirchner.

Para pasar de la etapa de la ensoñación gradualista a la devaluación competitiva tendrá que cambiar de piel. Abandonar lo políticamente correcto para hablar el duro idioma de la realidad sin espejismos. Hay quienes aseguran que ya tomó la decisión que le cuesta como si se cortara un brazo y que, así y todo, está dispuesto a reemplazar a su Jefe de Gabinete, un nodo en el esquema de poder de Cambiemos, para poner un nuevo equipo que evidencie a los ojos de los que toman decisiones que empezó una nueva etapa.

No se sabe quién podría reemplazarlo. Alguien que conoce esos intersticios del poder está convencido de que Rodríguez Larreta no será porque solo daría ese paso si se lo pide Macri, que nunca lo hará. Por cierto, tampoco le pedirá a Marcos que renuncie. Esperará a que él tome la decisión y deje paso al nuevo tiempo.

Porque no es la primera vez que cambia de piel. El Macri que llegó a la Presidencia poco tiene que ver con el príncipe heredero que estudió en el Newman. Dejó muchos Macri a lo largo del tiempo. Ahora tiene una nueva oportunidad. Coraje no le falta.