¿Y si cumplimos la ley de educación?

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Nuestro año escolar ofrece, según la vigente ley 25864, apenas 180 días de clases, pero es grave que no se cumpla este mínimo calendario escolar, ya que nunca se respetó en todo el país. Tampoco se cumple la ley 26206 de educación nacional, que en su artículo 26 dispone: "Las escuelas primarias serán de jornada extendida o completa", ya que nada menos que 85 de cada 100 niños no tienen los beneficios de esta escolarización.

Nuestro calendario escolar es uno de los más cortos del mundo. En América Latina tenemos que las horas anuales de clase en Cuba, Costa Rica, Chile, y Colombia son mil o más. En Dinamarca, Australia, Israel, Países Bajos, Irlanda, Canadá y Estados Unidos, el año escolar exige 900 o más horas anuales. En Italia, Bélgica, Portugal, Suiza, Francia, Japón, Suecia y España, el año escolar son 800 o más horas.

Pero la otra gran diferencia con nosotros no es solamente que el calendario escolar de ellos es más extenso, sino que en estos países se cumple efectivamente el calendario, por la sencilla razón de que todos se ocupan del futuro de los niños y  a nadie se le ocurre negarles el derecho a la educación a los pibes.

Es grave que nosotros tengamos otra realidad, ya que son muchos los pibes argentinos que tienen menos de 650 horas anuales de clase, ya que al cortísimo calendario además hay que restarle los numerosos días de suspensión de clases por conflictos laborales.

Es hora de cumplir la ley 25864, sancionada por el presidente Néstor Kirchner en el año 2004; esta ley expresa lo siguiente:

"Artículo 1: Fijase un ciclo lectivo anual mínimo de 180 días efectivos de clase.

Artículo 2: Ante el eventual incumplimiento del ciclo lectivo anual a que se refiere el artículo precedente, las autoridades educativas de las respectivas jurisdicciones deberán adoptar las medidas necesarias a fin de compensar los días de clase perdidos, hasta completar el mínimo establecido".

Como se observa la ley es bien clara y no deja lugar a dudas, es hora de entender que cerrar las escuelas públicas consolida la ignorancia y es un pasaporte a la pobreza y la exclusión social. La ley es bien clara y no deja lugar a dudas, cuidar el futuro de los niños exige su cumplimiento.