¿Hay plan o el plan es la improvisación?

El acuerdo con el FMI pareció haber ordenado las prioridades del Gobierno, pero diversas medidas revelan que se está detrás los mercados

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La economía argentina no deja de dar sobresaltos y sorpresas, y las consecuencias en general son más incertidumbre, retracción de la actividad fabril y comercial, y vuelta a la alta volatilidad en los mercados de bonos, acciones y cambiario.

El pedido de auxilio financiero al Fondo Monetario, previa presentación de un "plan ortodoxo" de ordenamiento más rápido que el originalmente planificado desde la Fundación Pensar, antes de las elecciones de 2015, hizo creer por algún instante que la conducción económica, entendida no ya por un ministro de Hacienda con los debidos poderes, sino por el cuerpo colegiado que integran altos funcionarios de la Jefatura de Gabinete, el ministro del Interior y Obras Públicas; de Producción, de Agroindustria, de Transporte; de Energía, y si se quiere, también los de Modernización y Turismo, tenía una hoja de ruta. Y que esa guía contemplaba el conocimiento sobre el estado de todos los caminos de la gran economía mundial, con sus seguridades y deterioros.

Sin embargo, llegó el primer desembolso del FMI de USD 15.000 millones, y así como llegó rápidamente se fue esfumando de las reservas del Banco Central, al menos gran parte, porque el presidente Trump volvió a aparecer en escena y con un twit anunciando la suba de aranceles a las importación desde Turquía desató un nuevo nerviosismo en los mercados emergentes. Y la Argentina, como ocurre siempre, en particular desde mediados de los 90, acusó el cimbronazo: se disparó la cotización del dólar, bajó la Bolsa, cayeron los bonos, subió el índice de riesgo país.

La persistencia del fenómeno, y la resistencia de los inversores internacionales a creer que "la Argentina es diferente", pese a que ahora hay una red de contención como es el acuerdo con el FMI para descomprimir las necesidades de financiamiento del déficit fiscal y de los vencimientos de la deuda pública externa; y que "los cuadernos" no son comparables con el Lava Jato, ni el Mani Pulite, obligó a tomar medidas fiscales, cambiarias y financieras.

Si bien el escenario cambió, las preocupaciones de fondo de la Argentina no: eliminar las distorsiones de la economía, mantener reglas claras, sostener la flotación del peso, alentar el crecimiento y el empleo, y conquistar mercados para poder exportar más para cerrar el abultado desequilibrio de la cuenta corriente de la balanza de pagos. Pero las medidas anunciadas al comienzo de la semana generaron más inquietudes y malestar que alivio, porque parecen improvisadas, y no un proceso natural del plan de gobierno:

– Suba de las tasas de interés:  El Banco Central primero anunció el cambio de criterio para establecer la tasa de referencia de la política monetaria; luego dispuso adelantar el plan para cancelar vencimientos de las Lebac; y finalmente resolvió subastar centenares de millones de dólares para intentar quitar volatilidad al mercado cambiario. Los primeros resultados de ese combo fueron: suba del costo del dinero; alza del riesgo país; pérdida de reservas; y mayores expectativas de inflación. No pudo ganar en un sólo frente. Como dicen los economistas, perdió por el lado de los precios y también de las cantidades.

– Subasta de dólares: la  autoridad monetaria contó con el aval FMI para rematar parte de las reservas en divisas, al parecer, hasta un tope de USD 3.000 millones, para satisfacer la demanda de los bancos que están obligados a desprenderse de Lebac. En tres días, por todo concepto: licitación, pago de deuda externa, depreciación de las divisas respecto del dólar, caída de los bonos y variación de la diferencia entre depósitos y préstamos en moneda extranjera en el sistema bancario, perdió más de USD 2.200 millones; y el tipo de cambio alcanzó el récord promedio de $30,68 para la venta al público. Y de los USD 15.000 millones que recibió del FMI el 22 de junio sólo quedan unos USD 6.400 millones, pese que para pagar deuda pública se utilizaron apenas USD 2.200 millones.

De los USD 15.000 millones que ingresaron a las reservas el 22 de junio, por el primer desembolso del crédito del FMI sólo quedan unos USD 6.400 millones, pese a que apenas se usaron para pago de vencimientos de deuda pública unos USD 2.200 millones

"Con el diario del lunes", algunos economistas se preguntaban este miércoles si fue acertada la decisión del Banco Central de liberar en la última licitación de Lebac más de $128.000 millones, equivalente a unos USD 4.200 millones, y anunciar que iba a rematar USD 500 millones de las reservas por día, para reasorberlos si esos pesos buscaban convertirse a dólares.

Dado que en su mayor parte semejante masa de dinero pertenece a los  bancos, tal vez una mejor recomendación de política monetaria hubiese sido subir los encajes bancarios; o exigirles menor autorización de integración de activos externos en divisas; o subirle la proporción de bonos en moneda extranjera o Letras del Tesoro, o una combinación de todos esos instrumentos.

Históricamente la pulseada por los dólares entre el mercado y el Banco Central ha tenido un ganador indiscutido, rara vez la autoridad monetaria

– Más caja para Hacienda y menos fondos para las empresas y provincias:  Con la intención de transmitir tranquilidad a los inversores sobre que las finanzas públicas están alineadas al objetivo de reducir sostenidamente el déficit fiscal, el ministro Nicolás Dujovne sorprendió a los mercados con tres decretos que dispusieron un severo recorte de los reintegros de impuestos a los exportadores; eliminación del Fondo Federal Solidario (Fondo sojero) que redistribuía el 30% de los ingresos por las retenciones a las exportaciones de soja; y suspendió por 6 meses el cronograma de reducción mensual de las retenciones a las exportaciones de subproductos de la soja, principalmente aceites y harinas.

Un mejor tipo de cambio real aún no está asegurado

Los ministros Dujovne, como el de Producción, Dante Sica, y de Agroindustria, Luis Etchevehere, justificaron las medidas "para adecuarlas al nuevo escenario de suba del tipo de cambio real, como al adelanto de la baja de impuestos el año que viene, de acuerdo con lo establecido en la Ley de Reforma Tributaria".

Sin embargo, si esta última hubiese sido la real causa, se hubiera instrumentado antes, y no en la semana de nueva turbulencia cambiaria y llegada de una misión del FMI para auditar el  cumplimiento del programa acordado en junio.

De ahí el malestar entre los exportadores a quienes se los tomó por sorpresa, más aún porque el Gobierno necesita de ellos para que contribuyan a cerrar el enorme déficit de la balanza comercial.

Y además, hasta que el proceso de alta volatilidad cambiaria y sostenida pérdida de reservas no se revierta, y se conozca el efecto final sobre los precios de la economía, no se podrá hablar con certeza de la presencia de un mejor tipo de cambio real que favorecerá a quienes quieren venderle sus productos y servicios al mundo, y desalentará las importaciones y el turismo al exterior.

Frente a este escenario, haría una gran contribución a la economía y a la sociedad que si hay un plan, no una improvisación constante, a tiro de las circunstancias, que tanto el ministro de Hacienda, como el presidente del Banco Central, expliquen claramente los pasos que están dando, los motivos, los costos y los resultados concretos que esperan, con mínimo margen de error.

Después de haber pasado de una meta de inflación del 10% en agosto de 2017 al 15% en diciembre y luego, en junio último, al 32%, para este año, la credibilidad de los funcionarios quedó muy devaluada y se requiere revaluar, si están convencidos que pueden equilibrar los mercados y volver a crecer.