Los arrepentidos no son ángeles sino una llave para llegar a la verdad

El juez Claudio Bonadio no simpatiza con los arrepentidos, pero sabe que pueden ser la llave maestra para abrir todas las puertas

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Angelo Calcaterra, Javier Sánchez Caballero y Juan De Goycoechea
Angelo Calcaterra, Javier Sánchez Caballero y Juan De Goycoechea

Los arrepentidos no son santos, sino gente que cometió delitos y que ahora vuelve sobre sus pasos, de manera sincera u oportunista y conveniente, para que se pueda hacer justicia contra otros delincuentes. Ni más ni menos.

Angelo Calcaterra, exdueño de IECSA y primo del presidente Mauricio Macri, no es un ángel, pero su postura de reconocer que pagó coimas a los exfuncionarios del gobierno de Cristina Fernández va a ayudar a esclarecer los hechos.

El juez Claudio Bonadio no simpatiza con los arrepentidos. Estuvo pensando mucho tiempo si convalidar o no la confesión de Oscar Centeno y homologar el acuerdo para que confirmara lo que había en los cuadernos de la corrupción K.

Lo discutió con el fiscal Carlos Stornelli, con intensidad.

"Este tipo no es un puro. Escribió esos cuadernos con la intención original de sacar alguna ventaja, no la de hacer justicia. ¿Encima lo tenemos que premiar con la libertad?", se preguntó, más de una vez, en los últimos días.

Para Stornelli, precisamente por eso era valioso y creíble. "Obvio. El tipo es un malandra. No un enviado de Dios en la tierra. Pero al mismo tiempo es la fuente original de información. La llave maestra para abrir todas las puertas", lo terminó de convencer.

Más o menos la misma mirada, con matices, es válida para analizar la conducta de Juan Carlos De Goycoechea, Héctor Zabaleta, Alejandro Vandenbroele, y el primer arrepentido de la era K, Leonardo Fariña. Este último, además, es una mente brillante que debería ser utilizada por el Estado para hacer el bien, una vez que termine de pagar sus propias cuentas con la justicia. La cárcel, su tratamiento psicológico y los años, además, lo pusieron en el mejor lugar que puede estar: el de alguien que asume su responsabilidad y busca, con las herramientas que tiene, reparar parte del daño que hizo. Primero a la sociedad, y después, y en especial, a su familia.

La misma regla cabe para Germán Nivello, el segundo de José López, quien acaba de admitir que recaudaba para su jefe, transformándose así en el primer exfuncionario que reconoce haber participado en el festival de los bolsos con dinero negro.

En la escala de los pecadores, los arrepentidos no van a ingresar al Cielo a través del Paraíso, pero están un poco más lejos del Infierno que los cínicos y mentirosos como Cristina Fernández, Amado Boudou, Julio De Vido, Milagro Sala y tantos otros, quienes repiten ante los jueces que son víctimas de una conspiración, y que su único pecado fue sacudir el tablero para mejorarle la vida a la gente.

Los nuevos viejos ángeles de la guarda del periodismo se emocionan recordando a Bonadio como uno de los jueces de la servilleta de Domingo Cavallo. También se golpean el pecho destacando que el presidente Mauricio Macri es hijo de Franco, un ex dueño de la Argentina que se volvió multimillonario con las mismas prácticas que hoy admite su sobrino Calcaterra. Envidiosos del trabajo de Diego Cabot y La Nación, parecen incómodos con este Lava Jato industria nacional.

Nunca termino de comprender para qué lado patean. Sí me llama la atención que, al final del camino, elijan preservar la figura de Cristina. Tan preocupados que parecen en evitar que este proceso no termine en un fiasco, deberían entender que la garantía para que esto no suceda es que le quiten los fueros a la expresidenta, procesada en tres expedientes diferentes como la jefa de una asociación ilícita organizada para robar al Estado y quedarse con la plata de la gente.

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