Dos lecciones del mundo que pueden servir a la Argentina

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Familiares de los chicos atrapados en la cueva de Tailandia (Foto: Reuters)
Familiares de los chicos atrapados en la cueva de Tailandia (Foto: Reuters)

El dramático rescate de los niños tailandeses contiene innumerables enseñanzas para el argentino promedio. Para empezar, está el intercambio de mensajes escritos entre el entrenador, Ekapol Chanthawong y los padres de los chicos.

Ekapol es un exmonje budista huérfano. Según sus amigos, perdió a sus padres cuando tenía 10 años. Ekapol interrumpió sus estudios para cuidar de su abuela enferma y, siempre según sus amigos, ama a esos niños, integrantes del equipo de fútbol los jabalíes, más que a sí mismo. Ekapol pidió disculpas por haber ingresado a la cueva. Pero los papás de los menores no lo hacen responsable. Al contrario: le piden que se ocupe de los urgente y lo principal, que es cuidar a sus hijos.

No me quiero imaginar lo que hubiera pasado en la Argentina en medio de una tragedia parecida. Lo mínimo: se empezaría a buscar desesperadamente la primera lista de culpables, antes de analizar cualquier otra cosa. Y el líder de 27 años sería el primero.

Está claro que Ekapol, si sale con vida de la cueva, deberá responder ante los padres y la justicia y explicar por qué ingresó con el equipo allí, habiendo un enorme cartel de advertencia que se lo impedía. Si es verdad lo que cuentan los rescatistas, el entrenador es el que peor estado de salud conserva.

Aparentemente, distribuyó su ración de comida entre los 16 niños que debían alimentarse, y, a pesar de los ejercicios de meditación que él mismo practicó y que les inculcó a los chicos.

La otra lección del mundo fue protagonizada por el presidente de Francia, Emanuele Macron, hace unos días. El video todavía está colgado en las redes sociales. Fue cuando, en forma no violenta pero muy clara, paró en seco a un estudiante que lo tuteó y empezó a cantar la internacional socialista, en medio de un acto patrio.

Macrón, que no es Donald Trump, primero le recordó que no estaba saludando a un amigo, sino al presidente de la República de Francia. Después le sugirió que, antes de intentar hacer la revolución, empiece por mantenerse a sí mismo, como indica el orden de las cosas.

En Argentina, el adolescente hubiese sido presentado como un pequeño héroe y el jefe de Estado, por lo menos, como un padre autoritario. Recordé el hecho el terminar de leer una columna que escribió Luciano Román, director de la carrera de Periodismo de la Universidad Católica de La Plata. Y aunque el video no contiene el dramatismo del rescate de los niños de Tailandia, debería ser exhibido en muchos colegios argentinos, donde las tomas son de una rutina pasmosa, y el principio de autoridad parece un chiste.