A favor de la vida en todas sus expresiones

Livia Uriol

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Nota escrita en coautoría con María Eleonora Cano

"Las cosas tienen un precio y son vendibles, pero las personas tienen una dignidad, valen más que las cosas y no tienen precio. Por ello la atención a la vida humana en su totalidad se convirtió en los últimos tiempos en una verdadera prioridad del magisterio de la Iglesia, particularmente a esa mayoría indefensa, o sea, el discapacitado, el enfermo, el niño no nacido, el niño, el anciano". Papa Francisco.

Vida y dignidad humana, dos valores cardinales que a lo largo de la historia de la humanidad tantas veces han sido vulnerados, una vez más nos interpelan cuando la despenalización del aborto se torna una posibilidad en nuestro ordenamiento jurídico.

Frente a los diversos motivos que se esgrimen para justificar la supresión de la vida intrauterina, advertimos que ninguna circunstancia adquiere un estatus mayor que el de preservar ese bien supremo a partir del cual la persona humana podrá vivificar los demás derechos personalísimos tan consagrados en la actualidad.

Esta concepción responde a que todo análisis de la realidad debe hacerse de manera integral y que el derecho y la Justicia —como baluartes de la paz social y el pleno desarrollo de la humanidad— requieren dar acogida a los derechos de todos sin excluir a nadie. Respetar el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo no puede erigirse en motivo absoluto que justifique la supresión de la persona por nacer. Este niño fruto de la concepción ya es persona, con independencia de las calificaciones jurídicas al respecto, toda vez que reconoce una individualidad propia e independiente que, en este estadio biológico, se presenta como la mayor expresión de vulnerabilidad. La evidente indefensión en la que se encuentra el nasciturus requiere que el Estado, a través de la norma, lo proteja en su derecho esencial a nacer.

Sin embargo, avalar la protección absoluta del derecho a nacer no por ello implica el desconocimiento de los derechos de la mujer en situación de vulnerabilidad social y personal. Antes bien, esta desdorosa realidad ha de impeler al legislador y a la sociedad toda a propiciar políticas públicas concretas y eficaces que conformen una red de contención frente a situaciones que atenten contra la dignidad femenina. Reconocer el problema y desplegar un sistema de soluciones coordinadas que, lejos de suprimir derechos y personas, consolide soluciones que socorran y eviten mayores daños.

Proteger la vida en todas sus manifestaciones: biológica, digna, espiritual y psíquica constituye un desafío, pero también un imperativo para quienes desde el Estado, la política y la ética cívica, apostamos por la realización concreta de un humanismo resiliente que alivie a la mujer que padece el drama de un embarazo no deseado o que se encuentra forzada a no concretar su maternidad por necesidades económicas, presión social o falta de contención ante la aberración de haber sido violada.

No debemos soslayar que las experiencias en otros países y en Argentina también dan cuenta del profundo drama que acarrea el pos aborto a la salud psicológica de la mujer que aborta y, muchas veces, también de su pareja cuando no ha estado de acuerdo con interrumpir la gestación —sintiéndose frustrado en su paternidad. Estos aspectos conforman realidades que también merecen ser tenidas en consideración.

La dignidad de la persona humana como valor jurídico y social no se restringe solo a quien ha nacido; nuestra tradición jurídica siempre ha estado a favor de la protección de la persona por nacer desde el momento de la concepción y a través de todas las normas que se ocupan de velar por los derechos de las personas más vulnerables. Educar y promover una cultura de la vida implica apostar a un futuro que nos enaltezca como nación y nos caracterice, desde nuestra idiosincrasia, como una sociedad justa, solidaria y respetuosa de cada individuo en todas sus etapas de evolución.

Livia Uriol es decana de la Facultad de Ciencias Jurídicas (USAL). María Eleonora Cano es prosecretaria académica.