Rumores y desmentidas, lo peor que le puede pasar a la economía

La postura zen de hacer y gestionar sin “vender” o “defender” lo que se hace no parece estar dando los frutos que se necesitan para gobernar con éxito

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Marcos Peña y Nicolás Dujovne (Guillermo llamos)
Marcos Peña y Nicolás Dujovne (Guillermo llamos)

Lo peor que le puede pasar a un gobierno en el medio de una corrida cambiaria, o de una ola de incertidumbre sobre el futuro de la economía, es aparecer yendo y viniendo con versiones de medidas específicas.

Ayer, la aceptación del jefe de gabinete Marcos Peña de que se estaba estudiando un aumento del impuesto a los viajes al exterior, y la posterior y rotunda desmentida del ministro de Hacienda Nicolás Dujovne, no afectó al mercado cambiario, pero generó más ruido político.

En el Gobierno consideran injusto el tratamiento periodístico que se le está dando a los asuntos de la economía, pero es porque no quieren admitir los errores de comunicación que vienen cometiendo desde que el presidente Mauricio Macri asumió.

La comunicación de un gobierno es tan o más importante a veces que los propios hechos.

Los analistas políticos clásicos suponen que el verdadero problema de la administración está en el sistema de organización de los ministerios económicos, y la falta de coordinación de las medidas a tomar.

Una rápida comparación con la política de comunicación del gobierno anterior podrá resultar útil para analizar lo que está sucediendo ahora.

Bajo el mandato de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández, nadie podía utilizar la palabra inflación. De hecho, la expresidenta solo la mencionó una vez, poco antes del final de su gobierno. Tampoco se podía hablar ni pensar en un aumento de tarifas. Y la manipulación que hizo Guillermo Moreno de las estadísticas oficiales constituyó, en verdad, una decisión política tendiente a generar la falsa imagen de que el costo de vida no subía, o apenas se incrementaba.

Este Gobierno, es cierto, no miente descaradamente. Y además sus ministros responden a casi todos los periodistas. Incluso a quienes los critican, los denuncian, y hasta los agreden. Pero el amable tratamiento a los medios no es la cuestión, sino el ruido que produce no tener una narrativa, una historia o un relato que comunicar.

No hablo de un relato mentiroso, sino de uno que sirva para explicar por qué se hace lo que se hace. Como no hay una versión oficial coordinada, efectiva y sistemática, hace más ruido Lilita Carrió diciendo que para que crezca la economía los argentinos deberían dar más propinas o Julio Bárbaro anunciando que se avergüenza de haber votado a Macri.

Es difícil de asimilar el dato real de que el Gobierno invierte más en ayuda social que las gestiones kirchneristas, porque no quieren o no pueden comunicarlo lo suficiente.

O porque se resignan ante el prejuicio de que una buena parte de la opinión pública considera al Presidente un empresario insensible a quien no les importan los pobres.

La postura zen de hacer y gestionar sin "vender" o "defender" lo que se hace no parece estar dando los frutos que se necesitan para gobernar con éxito.

Así como en política los espacios que no se ocupan son de inmediato tomados por alguien, los huecos en la comunicación oficial son completados de inmediato por ruidos, rumores, críticas, o versiones contradictorias.

Entre las mentiras del kirchnerismo y la carencia de defensa y reivindicación de las políticas oficiales debería haber una tercera opción, antes que el descontento termine contagiando a los votantes más fieles de Cambiemos.

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