Ayer, en 4 Días, el diputado nacional Diego Bossio, uno de los peronistas con los que el Gobierno debería negociar sobre qué sectores de la economía aplicar el ajuste, dio una pista clara de cuál es su disposición para hacerlo. "Macri ya fracasó. Y no creo que tenga mucha disposición de dialogar", me dijo.
También dejó en claro dónde está parado. "No solo vemos 2019 con esperanza. Estamos seguros de que vamos a ganar. Con (Sergio) Massa o con (Juan Manuel) Urtubey, pero vamos a ganar".
No hay mucho más para agregar.
Tanto el oficialismo como el peronismo denominado racional están en modo preelectoral, y aunque la amenaza de una nueva corrida cambiaria todavía no se disipó, no hay nada que indique que ambas partes tengan verdadera disposición de sentarse a acordar nada. Ni el cumplimiento de la meta del déficit fiscal, ni la aprobación del presupuesto nacional del año que viene.
Es cierto: el acuerdo imposible está atravesado por todas las sospechas y los fantasmas de siempre. Para empezar, la incomodidad y la ansiedad que envuelven a los dirigentes peronistas en el mismo instante en que pierden el poder central. Salvo honrosas excepciones, casi todos quieren volver cuanto antes. Y algunos como sea.
Para seguir, la enorme desconfianza del propio Presidente, quien, en su fuero íntimo, se sintió traicionado, en distintas circunstancias, por Massa, Miguel Ángel Pichetto e incluso por el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti.
A Mauricio Macri le sorprendió el hecho de que mientras el gobernador le aseguraba que haría todo lo posible para evitar la aprobación del proyecto de ley que intentaba retrotraer el valor de las tarifas a 2017, su esposa Alejandra Vigo, diputada nacional, votara en sentido contrario.
Fue Mario Negri, diputado nacional de la Unión Cívica Radical, también por Córdoba, quien trató de abrirle los ojos, al decirle: "Mauricio: no te confundas con los gobernadores peronistas. Te dicen que te van a ayudar, pero lo que quieren, de verdad, es el sillón donde vos te sentás, la cama donde vos dormís, y la huerta que con tanto amor mantiene Juliana (Awada) en la Quinta de Olivos".
Ahora mismo, sin tanto bochinche, se discute entre bambalinas quiénes van a pagar, de verdad, el costo del ajuste. Los gobernadores peronistas quieren que María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta se hagan cargo de una parte, con el traspaso a sus respectivos distritos de las empresas Edesur y Edenor.
La gobernadora y el jefe de gobierno de la Ciudad lo aceptarían a pedido de Macri, y como una moneda de cambio para que el resto de los jefes provinciales se sumen al ajuste de alcance nacional. Pero todavía está por verse si Vidal soportaría, además, hacerse cargo de AYSA, porque al hacerlo perdería casi toda la ventaja relativa que había obtenido con el último acuerdo de coparticipación.
Para que se entienda bien: debería usar parte de su menguado presupuesto en sostener el millonario costo de las concesiones.
Mientras Macri y los jefes distritales negocian por lo bajo, el presidente del Banco Central Luis Caputo y el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne, trabajan sobre la emergencia.
Ayer, el anuncio de la licitación de los bonos dolarizados de uno y la orden del otro a cada ministerio de no gastar un peso más sin previa autorización, lograron detener, por 24 horas, la presión sobre el dólar.
Pero las consecuencias de la devaluación sobre la economía real ya son inevitables. Se viene una inflación récord.
La caída de la actividad se está empezando a sentir en muchos sectores de la economía.
Sobre esta realidad machacará la oposición. Y el Gobierno lo hará sobre la eventual aparición de otro fantasma: el del retorno al poder de lo peor del populismo, con la dirigente que hoy tiene más intención de voto a presidente, después del propio Macri: Cristina Fernández de Kirchner.
¿Qué espacio para el acuerdo podría haber con semejante panorama político?