Por qué a Mauricio Macri le convendría darle sepultura al gradualismo, si aspira a ganar en 2019

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Mauricio Macri
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"Ahora vamos por menos gradualismo". Así le contestó el presidente Mauricio Macri a Jorge Lanata en una entrevista en su programa PPT cuando le preguntó qué sería del gradualismo luego del acuerdo con el FMI.

Gradualismo fue el plan y leit motiv de todos estos años. Contra viento y marea se apostó al gradualismo contrariando a los que pedían un shock económico o una alternativa diferente a shock o gradualismo, porque temían que la herencia que recibió el gobierno de Cambiemos era demasiado compleja y la sociedad demasiado impaciente como para esperar muchos años para ver resultados.

Pero la idea de ir ahora por "menos gradualismo" o menos de lo mismo: ¿le servirá al gobierno para soñar con la reelección en 2019?

Si se le pregunta a la opinión pública, la respuesta es contundente: la última encuesta de GOP (Grupo de Opinión Pública) de mayo indica que el 70 por ciento prefiere el ajuste gradual. Y es lo que ofreció el gobierno como alternativa. El asesor ecuatoriano Jaime Durán Barba, un fino medidor de la opinión pública, se lo advirtió al gobierno de entrada: la gente solo está dispuesta al gradualismo.

La inversión que hizo el gobierno de Cambiemos para “achatar” la brecha de la curva de “gobierna para los ricos” fue enorme

Pero seguir a la opinión pública inteligentemente es infalible en la campaña electoral y puede resultar riesgoso en la gestión de gobierno. La gente ya descuenta que los políticos no cumplen en la gestión todo lo que proponen y de entrada le hacen un descuento. Pero en la gestión las promesas incumplidas se cobran más caro. Y en definitiva el gobierno lo que quiere es ganar las elecciones de octubre ya sea con la reelección de Macri u otro candidato de Cambiemos, y el gradualismo, en sus versiones de menor y mayor graduación, parecería un concepto agotado, una "idea fuerza" sin fuerza a pesar de que la opinión pública no acepta otra cosa.

Durante los primeros dos años de gestión, al gobierno lo que más le importaba era una pregunta que hacía GOP desde el inicio de la gestión, y es si la opinión pública veía a Macri gobernando para todos o sólo para los ricos. Esas dos curvas se se fueron acercando (mejoraron desde el punto de vista de verse más ecuánime) durante la primera etapa del gobierno, pero luego, en la medida en que no se veían los frutos de la política económica, se volvieron a separar y hoy están en un nivel de brecha muy negativo si se considera que lo ideal es que más gente vea que Macri "gobierna para todos" y no solo para los ricos.

La pregunta que el Presidente tendría que hacerse de cara al 2019 y es si el gradualismo va a ser una idea fuerza suficientemente seductora como para repetir 2017

Ya en octubre de 2017, con una brecha importante entre "gobierna para todos" y "para los ricos" Macri tuvo una excelente performance electoral.

Lo que movió a mucha gente en todo el país a votar por los candidatos de Cambiemos no fue tanto la pregunta de la equidad, sino una mucho más crucial: las expectativas económicas a futuro.

Dentro de un año

Para mantenernos dentro de la encuesta de mayo de GOP hay que observar cómo evolucionan las curvas en la pregunta de "cómo cree que va a estar la economía dentro de un año": mientras que en octubre los que opinaban que la veían mejor eran 46 por ciento, los que opinaban que la veían peor eran el 24 por ciento.

infobae

En mayo la curva negativa llegó a su peor nivel con 48,4 por ciento, y la curva optimista bajó a su mínimo perforando el 20 por ciento.

A la hora de los votos, esta pregunta va a explicar mucho más cualquier resultado que se quiera pronosticar para las elecciones presidenciales de 2019. A la gente le importó mucho menos si Macri gobernaba para los ricos o para todos.

Es fácil imaginar que los asesores políticos del presidente le dirán que no tiene sentido a un año de la elección inventar un nuevo plan económico

La inversión que hizo el gobierno de Cambiemos para "achatar" la brecha de la curva de "gobierna para los ricos" fue enorme: nunca un gobierno invirtió tanto en planes sociales, hizo la reparación histórica para los jubilados, la Asignación Universal por Hijo para monotributistas, planes como nunca. A esto hay que sumarle la obra pública destinada a los más necesitados, como las cloacas o el Metrobus del conurbano.

Pero no solo que la opinión pública no lo "agradeció" en las encuestas, sino que tanta generosidad social no se vio recompensada en resultados económicos concretos. La brecha del "gobierna para los ricos siguió creciendo".

Quizás siempre haya una mayoría que opine que Macri "gobierna para los ricos" haga lo que haga, y el kirchnerismo siempre dirá "Macri hambre", pase lo que pase.

No va a ser fácil en octubre de 2019 convencer a la gente de qué es bueno votar por más, menos o más o menos gradualismo

En cambio va a ser más difícil que Macri se imponga en 2019 si se sigue manteniendo o incluso ampliando la brecha entre las curvas de la expectativas favorables contra las desfavorables.

Y he aquí la pregunta que el Presidente tendría que hacerse de cara al 2019 y es si el gradualismo va a ser una idea fuerza suficientemente seductora como para repetir el milagro de octubre de 2017, cuando la economía apenas parecía empezar a arrancar y sin embargo el electorado de todos modos eligió en buena medida a Cambiemos: primó la expectativa económica positiva de los brotes verdes, además del hartazgo con el kirchnerismo con el que el gobierno supo tan bien polarizar.

La pregunta que debería hacerse el Presidente es si no conviene a esta altura inventar un plan económico con más contenido y más relato (sí, relato) y más épica, que permita superar la chatura y el fracaso de los diversos grados de gradualismo. Más aún si ahora se esperan fuertes recortes en el gasto que incluyen a la obra pública, con lo cual no sería raro que los próximos meses la brecha de las curvas de expectativas se amplíen más aún.

El gobierno deberá desterrar uno de los más férreos mitos que vienen en el acervo teórico de Jaime Durán Barba, y es que a la gente no le interesa escuchar planes ni discursos económicos

Es fácil imaginar que los asesores políticos del presidente le dirán que no tiene sentido a un año de la elección inventar un nuevo plan económico cuando el peronismo hará todo lo posible por bloquearlo. Y tienen razón porque eso es lo más probable que suceda. Pero qué importa, si a esta altura no se trata de aplicar un plan económico que por fin traiga estabilidad y crecimiento robusto a la economía. Lo que debería importar es ganar en octubre regenerando esas expectativas positivas que acompañaron hasta octubre de 2017.

Por eso el plan debe ir acompañado de una sanción política y social muy fuerte para el Congreso que se le oponga y que logre postergar los sueños de los argentinos encarnados en ese plan económico que podría sacar al país de sus más de siete décadas de decadencia económica.

No va a ser fácil en octubre de 2019 convencer a la gente de qué es bueno votar por más, menos o más o menos gradualismo.

Bien planteado, ese plan económico puede ser tan entusiasmante como es en estos momentos el debate en torno al aborto

Esto no significa que la alternativa al gradualismo que tendría que ofrecer el gobierno es un shock de hambre y sufrimiento. Eso no sería más que un falso dilema. Y como dice el remanido dicho, del laberinto se sale por arriba: con un plan económico que le devuelva a la opinión pública el entusiasmo que tuvo en el inicio del gobierno de Macri.

El presidente mostró una puntita en noviembre, a poco de haber ganado las elecciones legislativas de octubre, cuando presentó el plan del Reformismo Permanente. Evidentemente las violentas manifestaciones en el Congreso en torno al cambio en el cálculo de las jubilaciones asustaron al gobierno, que finalmente decidió archivar esa agenda y cambiarla por una más progre que incluye el debate por el aborto.

Pero el hecho de que en noviembre el presidente haya enunciado una idea distinta significa que creyó sentirse suficientemente fuerte para poder hacerlo y sintió después que ya no lo estaba. Esa propuesta no estuvo acompañada por el "precio" que debía pagar el peronismo por oponérsele.
Ese precio solo se puede lo puede subir con mucha comunicación para cargarle a la oposición todo el costo de buscar impedirlo. El gobierno tiene, aún en su debilidad, todos los resortes disponibles como para sacar todos los voceros a la cancha y conseguir todos los avales de terceros creíbles que se combinen para convencer a la opinión pública de la necesidad de un plan para llevar a la Argentina un poco más rápido al crecimiento y la estabilidad.

Contra viento y marea se apostó al gradualismo contrariando a los que pedían un shock económico o una alternativa diferente a shock o gradualismo

Pero antes de sentarse manos a la obra para elaborar ese plan económico que entusiasme y toque la fibra íntima de la familias argentinas para que puedan imaginar un futuro de trabajo y progreso en el país, el gobierno deberá desterrar uno de los más férreos mitos que vienen en el acervo teórico de Jaime Durán Barba, y es que a la gente no le interesa escuchar planes ni discursos económicos. No es así: los ratings de los programas políticos lo demuestran. Las consultoras Taquión y D'Alessio IROL Berensztein lo mostraron claramente: los argentinos son tan fanáticos de la política como del fútbol.

La economía hace a la vida, el futuro, el amor, la familia, los hijos y la muerte: bien planteado, ese plan económico puede ser tan entusiasmante como es en estos momentos el debate en torno al aborto.

El autor es Editor de la Revista Imagen y conductor de La Hora de Maquiavelo