Volver a la política: el desafío de Cambiemos en cuatro frentes

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Una recomendación elemental en materia de estrategia electoral indica que, si uno aspira a ser reelecto, no resulta inteligente llegar a los comicios con una sociedad atravesada por sentimientos de malestar, disconformidad o frustración de expectativas. Recomendación que no solo refiere a la preocupación por la cuestión material (salarios, inflación, consumo, etcétera), sino que también incluye a aquellas percepciones y elementos simbólicos que influyen en el comportamiento electoral de los argentinos.

Un ejercicio interesante para dimensionar estos elementos que influyen en el "clima social" es intentar observar la realidad con los ojos de alguien ajeno al país. Pensemos que un extranjero arribado al Aeropuerto Internacional de Ezeiza el jueves por la mañana seguramente no hubiese sido consciente de la vorágine que le aguardaba el resto del día: antes del mediodía se enteraría que la Cámara de Diputados de la Nación dio media sanción al proyecto de ley de despenalización del aborto, y que en la icónica Plaza de los Dos Congresos la sociedad se expresaba en dos posturas antagónicas en una vigilia que acompañó las más de veinte horas de debate en el recinto. Al mediodía hubiera percibido la pasión por el fútbol que tiene el país, aun por partidos del Mundial de Rusia en los que la selección nacional no juega. Por la tarde, tipo 15 horas, leería en la mayoría de los portales de noticias que el dólar pasó de cotizar 26,76 pesos a 28,44 pesos (6,3% más) en un día. Si el extranjero vino con la divisa estadounidense en sus bolsillos, en cuestión de un día —y sin hacer nada— su poder adquisitivo aumentó considerablemente a causa de una devaluación de la moneda nacional. Cerca de las 20 horas terminaría su jornada con un paro de subtes, sumado al de las dos CTA y camioneros, y se enteraría que el presidente del Banco Central había sido reemplazado, tras un mes de incertidumbre económica y desaveniencias en el equipo económico, marcado por el retorno al Fondo Monetario Internacional.

En este escenario, y ya dejando de lado el ejercicio de ponerse en el lugar de un observador distante del microclima local, está claro que el Gobierno de Mauricio Macri tiene por delante varios frentes de conflicto abiertos que tendrá que (políticamente) administrar en el corto y mediano plazo.

Frente 1: El dólar (casi) a 29 pesos

La economía sigue siendo el talón de Aquiles del Gobierno nacional. Paradójicamente era en esta materia donde Cambiemos decía estar más preparado, con la incorporación al "equipo" de ejecutivos con dilatada experiencia en el mercado financiero y el mundo empresario, lo que en algún momento incluso fue objeto del calificativo de "gabinete de CEO".

Lo que está claro es que, a casi tres años de haber llegado a la presidencia, no solo no llegaron los tantas veces anunciados "brotes verdes" que presagiaran la superación de la "pesada herencia", sino que Macri no encuentra los "jugadores" adecuados para los principales puestos económicos del gabinete nacional.

Desde que comenzó la corrida cambiaria, a mediados de abril, el peso se depreció un 30%, lo que en términos económicos no es solo la reducción de la capacidad de compra de dólares, sino también de un consecuente encarecimiento de los productos y los servicios en el consumo interno, con un impacto directo en la pauta inflacionaria.

Al analizar el porcentaje de ingresos que destinan los hogares a la adquisición de alimentos, el promedio gira en torno al 33%, pero son los sectores más vulnerables los que destinan mayor porcentaje —cerca del 51%— de sus ingresos al consumo de alimentos. El impacto de la inestabilidad del dólar, indirectamente, los perjudicará notablemente. Insumos básicos como la harina (y sus derivados como el pan o los fideos, el arroz, etcétera) ya aumentaron alrededor del 20% producto de la volatilidad cambiaria, a lo que se suma el impacto de las tarifas.

En las últimas horas el Gobierno sacrificó a Federico Sturzenegger, apostando que con su retiro se produzca un efecto de "barajar y dar de nuevo". Si bien aún con su salida el dólar no bajó, por lo menos en la jornada del viernes, Luis Caputo llega con la "pesada herencia" de su antecesor y la promesa renovada de que su administración será diferente.

Una táctica que se conoce como "fusible", y que básicamente consiste en reemplazar un funcionario por otro para que un acontecimiento —en este caso, suba del dólar— no llegue a impactar en la imagen de un presidente que sigue apostando al remanido mantra de que "lo peor ya pasó".

Frente 2: Los gobernadores y el FMI

El salvataje económico, que en términos comunicacionales se plantea como "respaldo internacional", no entraña un préstamo de 50 mil millones de dólares sin contraprestación. El Fondo Monetario Internacional (FMI) es un prestamista con condiciones. Al recurrir nuevamente a su dinero, el Gobierno no solo paga ante el electorado un costo político muy alto, sino que tiene por delante el desafío de articular políticamente con los gobernadores para poder cumplir con las pautas acordadas con el organismo financiero.

La carrera presidencial de Macri necesitará de cierta estabilidad en las provincias, por lo menos en términos económicos y sociales. "Agitar el avispero" no es tácticamente un proceder inteligente si lo que Macri quiere es construir consensos para sacar adelante el acuerdo con el FMI, cuyo desenlace es, a esta altura, casi una condición de posibilidad no solo para su reelección, sino también para los propios mandatarios provinciales.

A poco más de un mes de que la apelación al Fondo Monetario Internacional haya vuelto a la agenda pública argentina, el Gobierno aún no logró cosechar el apoyo explícito de las provincias en esta difícil situación en la que necesitará obligatoriamente el consenso de los gobernadores. Como señalamos en publicaciones anteriores, es con política (y no con comunicación) que lo podrá hacer.

Frente 3: El sindicalismo

Durante la jornada del jueves una parte del sindicalismo reanimó la discusión salarial, ante la certeza de que la inflación prevista para este año superará el 15% acordado en la mayoría de las paritarias.

Frenta a previsiones que ubican la inflación anual en no menos del 27% y ante el pedido de reapertura de la negociación paritaria, el Gobierno no ha logrado aún establecer un canal de negociación efectivo con los trabajadores. Como consecuencia de ello, enfrentará dos paros en menos de 15 días: el del pasado 14 y el del próximo 25 de junio.

Quizás el único aspecto a favor del Gobierno en lo que respecta a este frente de conflicto es que, nuevamente, el sindicalismo no logra conciliar sus diferencias y marcha fragmentado. En el primer paro, el que tuvo lugar el pasado 14 de junio, los protagonistas fueron los camioneros, los canillitas, las dos CTA, los estatales, los judiciales, los docentes bonaerenses y porteños, entre otros. Para el segundo, el del próximo 25 de junio, el anfitrión será la CGT, acompañada por la adhesión de camioneros.

Frente 4: El aborto y la Iglesia

La discusión por el proyecto de ley que el jueves tuvo media sanción en Diputados expuso una inédita fragmentación dentro del oficialismo. El sector menos secular de Cambiemos, expresado por Gabriela Michetti, Esteban Bullrich y Nicolás Massot, quedó desconcertado ante los legisladores de su bloque que fueron protagonistas de la primera e história victoria parlamentaria de un proyecto de ley de aborto en nuestro país.

Además, la siempre difícil relación entre Macri y la Iglesia Católica conducida por el ex cardenal porteño Bergoglio sigue sin encausarse. A días de que el Papa se reuniese con la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal y la ministra de Desarrollo Social y potencial candidata a integrar la fórmula presidencial, Carolina Stanley, el bloque de Cambiemos en la Cámara de Diputados se mostró dividido en torno a una inciativa muy cara a los intereses del Vaticano.

Si bien el análisis de los alineamientos a favor y en contra del proyecto rehúye de reflexiones simplistas y correlaciones deterministas, es evidente que legisladores y simpatizantes del oficialismo han apoyado públicamente la iniciativa; entre los ciudadanos movilizados por el rechazo del proyecto, los "votantes duros" de Cambiemos son amplia mayoría.

Queda la incógnita de si la habilitación presidencial a esta necesaria discusión, y la madura actitud de una parte del oficialismo parlamentario tendrá consecuencias en un voto duro de Cambiemos que podría sentirse decepcionado —o directamente "estafado" — ante un tema que no solo no estuvo en el programa electoral del oficialismo, sino que aparece como muy lejano a su acervo ideológico.

Por otra parte, si bien la habilitación presidencial al debate puede haber contribuido a mejorar coyunturalmente la imagen presidencial, en el mediano y largo plazo será la agenda económica la que incidirá con mayor fuerza en la orientación del voto.

Un "salvavidas" electoral llamado oposición

Hace seis o siete meses el Gobierno parecía vislumbrar un camino relativamente estable entre el contundente triunfo electoral de 2017 y la reelección presidencial en 2019. Hoy lo que resultaba predecible se llenó de incógnitas. Sin embargo, hay algo que está claro: el año que viene uno tiene que ganar las elecciones y ocupar el sillón de Rivadavia.

El proceso electoral se perfila como una verdadera "guerra de posiciones" (Gramsci dixit), una puja por imponer una "narrativa hegemónica" que permita dar sentido a un proyecto capaz de concitar el apoyo de la ciudadanía.

En medio de la zozobra, en la que el Gobierno no logra enderezar el rumbo, una oposición fragmentada y sin una agenda unificada mantiene viva las esperanzas de la Casa Rosada. Ante la falta de un liderazgo que pueda encarnar una nueva alternativa política de cara al futuro, resurge en algunos sectores del peronismo la figura de Cristina Kirchner, que, con una refracción de voto muy fuerte, sigue siendo muy funcional a los planes reeleccionistas de Macri.