Lecciones de un debate histórico

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Elisa Carrió estalló de ira en su banca. Su decisión de permanecer fuera del recinto y en oración mientras corría el más intenso debate parlamentario de los últimos tiempos no alcanzó a aplacar su carácter incandescente. Estaba enojada con sus pares de bancada y lo hizo saber a viva voz: "La próxima, rompo". Segundos antes había explicado su ausencia alegando permanecer al margen para preservar la unidad de su bloque.

Esta idea de que se podía decidir con libertad de conciencia y en un marco de divergencia y respeto no parece haberle cerrado a Lilita. Al menos, eso es lo que dejó traslucir. Poca tolerancia a la frustración diagnosticaría un psicoanalista.

Atribulada por las repercusiones del malhadado momento en que una cámara la registro vociferando por detrás de Daniel Lipovetsky, quien pretendía avanzar con su discurso, tuvo que salir a sobreactuar ondas de amor y paz. "Cambiemos no se rompe", "la República es nuestra", aseguró un poco más tarde. La foto con Mauricio Macri, en Olivos, no se hizo esperar.

El Presidente definió al debate como histórico y felicitó a los diputados por haber dirimido las diferencias con tolerancia, respeto y escuchando al otro.

Ni muy muy, ni tan tan. Puede que nadie le haya acercado los detalles de la trastienda que se vivió durante el afiebrado "poroteo" de votos que se sostuvo sin pausa durante las 23 horas que duró la sesión.

Antes, durante y después, pasó de todo. Se aplicaron estrategias de presión y recursos extremos para intentar incidir en las voluntades de los que se aferraban a cuestiones de conciencia o convicciones personales o políticas.

Se divulgaron teléfonos, viralizaron amenazas, enviaron exasperantes cadenas Whatsapp y pintarrajearon paredes de domicilios. También se distribuyeron en los despachos mini-fetos a modo de souvenir. De terror. Todo recurso pareció válido para taladrar la intimidad moral de los que tenían que emitir un voto.

La calle también estuvo pesada. No faltó un ecógrafo a la intemperie para registrar y reproducir gestaciones al paso. El golpe bajo a la orden del día. Los fundamentalistas tuvieron un ecosistema más que propicio para sus desbordes.

Hubo también momentos tiernos, emocionantes, que dan cuenta de una reserva moral en el escenario de la grieta. Daniel Filmus (FpV) pidió un aplauso para Daniel Lipovetsky (Cambiemos) para cerrar la reunión en la que se obtuvo dictamen de comisión. "Me hace sonrojar diputado", agradeció el legislador. Lipovetsky venía de integrar como miembro activo la "multipartidaria de mujeres", una transversal de diputadas que traccionó votos hasta minutos antes de la definición.

Otro hecho curioso y en extremo conmovedor se dio cuando la bancada kirchnerista aplaudió con fervor militante la intervención de Fernando Iglesias. Caracterizado tuitero, Iglesias ha sostenido enfrentamientos virtuales memorables con todo lo K que se le cruzó en el camino. Lo del jueves fue para la historia.

Emilio Monzó, quien, aterrado frente a la perspectiva de que le tocara desempatar, presidió la sesión bajo el amparo de una medalla de la virgen y un crucifijo, aflojó divertido: "Un hecho único, no va a volver a ocurrir".

Por unas horas, al menos, la grieta que amarga desde hace años nuestros días pareció estrecharse. Muchos empezaron a reconocerse en el otro, a admitir empatías, a desdibujar rencores. Fue grato, reavivó afectos e ilusiones. La transversalidad aportó un aprendizaje. Legisladores de distintos espacios empezaron a relacionarse y conocerse desde otro lugar y esto es, hacia adelante, pura ganancia. Siempre es más fácil buscar consensos cuando se ha compartido alguna lucha en común y se conoce al otro, admitían algunos regocijados tras la extenuante jornada en Diputados.

Pero también de manera simultánea otra raja oscura e insondable se entreabrió amenazante. Hubo extremistas entre los verdes y entre los celestes. Los discursos y los argumentos se tensaron y exacerbaron diferencias y pasiones.

Al borde del llanto, Luis Contigiani, de formación jesuita y radical, reivindicó la conciencia por sobre la ideología. Para votar sin comprometer al socialismo santafesino, cuya coalición integraba, se pasó a un monobloque. "A los que me quieran linchar en las redes, que me linchen" desafió, adquiriendo un tono decididamente sacrificial. Conmovió.

Consultados, algunos legisladores coinciden en la necesidad de ponerse ahora a trabajar para restañar las heridas que abrió el ardor de la confrontación. Dicen que hay que aplicar paciencia para aceptar que se comparte espacio con líneas argumentales que resultaron ofensivas para la condición humana en general y la de género en particular. El caso de la diputada Estela Regidor, que preguntó: "¿Qué pasa cuando una perrita queda embarazada?". También en línea con las comparaciones zoológicas, el diputado salteño Martín Grande, del PRO, apeló a los marsupiales para defender su posición. Entre la ignorancia y el mal gusto, superaron todas las expectativas.

Hay que desandar un camino que afectó muchas sensibilidades. Nicolás Massot tendrá que purgar alguna penitencia hasta que varios de los suyos se olviden de su pieza oratoria. Fustigar a los jóvenes pares del FpV nacidos en cautiverio en centro clandestinos de detención, con sus madres ya condenadas a muerte segura tras parirlos, diciendo que "la dictadura no se había atrevido a tanto" es mucho. Cruzó una raya peligrosa.

Fue extraño y muy interesante todo lo que pasó, aleccionador. Hubo que salir de la zona de confort. Todos, cualquiera sea nuestra posición en relación con un tema tan sensible, nos vimos obligados a abandonar los alineamientos automáticos, esos que nos hacen la vida más fácil pero también más amarga, más chata, más gris. Esos prejuicios y sesgos que nos indican por dónde ir, a quién amar y a quién odiar bajo un mandato de consignas ligeras que nunca superan los 140 caracteres.

En una entrevista reciente, el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva bajó una teoría que puede ayudar. Según Lino Barañao, los seres humanos estamos biológicamente preparados para el enfrentamiento y una fuerte tendencia personal nos lleva a agruparse en tribus. Sostiene que hay algo atávico, ancestral, profundamente sellado en nuestra biología que nos induce a enfrentarnos, a constituir bandos. Argumenta que esto tiene que ver con las primeras comunidades que sobrevivían gracias a la capacidad instintiva para identificar y contraatacar al enemigo.

Barañao cree que la pasión por el fútbol permite sublimar de manera ritual las batallas tribales. De ser cierta esta hipótesis, habrá que confiar en que los días del Mundial nos permiten ir elaborando las razones y las emociones que estos días fluyeron extraviadas y confusas. Para el ministro, no obstante, el avance exponencial de la ciencia nos obliga a cambiar periódicamente de ideas. No hay verdades absolutas e inamovibles. Todo puede ser puesto en cuestionamiento.

Este jueves, mientras un mar de pañuelos verdes hacía olas sobre Rivadavia y Callao, otro tipo de verde crepitaba espesando la atmósfera. No llueve dólares, pero el billete verde volvió a ser noticia flotando sin control, elevándose hasta quién sabe cuándo y dónde.