Moyano me dijo rufián, chupamedias, alcahuete, pero estaba hablando de él

El jefe de camioneros está demasiado nervioso y debería visitar un psicólogo: intenta proyectar en los otros lo que es él. Y algo más: lo responsabilizo por cualquier cosa que me pueda suceder. No es miedo, es información

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Hugo Moyano durante el acto en Ezeiza (Gustavo Gabotti)
Hugo Moyano durante el acto en Ezeiza (Gustavo Gabotti)

Ayer, el dirigente con peor imagen en la Argentina, Hugo Moyano, me dijo, en el medio de un acto, en una ruta de Cañuelas, rufián, chupamedias y alcahuete.

Moyano, que está demasiado nervioso, debería visitar a un psicólogo: intenta proyectar en otros lo que es él, aunque en su caso se deben agregar otras dos características muy ostensibles: el machismo recalcitrante y la cobardía, en el peor de los sentidos.

Me atacó por ejercer el periodismo. No soportó que me enterara del contenido de la negociación paritaria en la que insultó a la parte empresarial, amenazó con una huelga peor que la de los camioneros en Brasil y los llamó cagones, por no quejarse del aumento de los peajes y el gasoil. Oh casualidad: las mismas reivindicaciones que reclamaban los dueños de camiones que ayer desquiciaron el tránsito en la ciudad.

Pero vamos por partes. Rufián significa "hombre despreciable que vive de engaños y estafas". Sin duda el diccionario está hablando de Moyano. Lo acusan de los siguientes engaños o estafas: adulterar medicamentos; hacer quebrar a la obra social de camioneros mientras se multiplica la fortuna de su mujer, Liliana Zulet; comprar por 6 millones de pesos inmuebles que valían 300 mil pesos; operar con la barra brava de Independiente, adquirir jugadores de manera fraudulenta y ser el dueño oculto de empresas a cuyos trabajadores debería defender, como Oca y Covelia, entre otros delitos.

Chupamedias significa persona que alaba en forma exagerada a alguien para obtener de ella algún favor. Bien, Moyano, aunque se presente como un combativo, es uno de los mayores chupamedias del sindicalismo argentino. Si no me creés, revisá las fotos y las declaraciones de cuando le chupó las medias bien chupadas a Adolfo Rodríguez Saá, a Néstor, a Cristina, y también a Macri, cada vez que lo consideró necesario. Incluso, con el Presidente, comió milanesas en Olivos, especialmente preparadas por Juliana Awada. Y también, por lo que sé, Moyano le está chupando las medias a más de un juez, para evitar ir preso en cualquiera de las causas en las que está involucrado.

Pero de las tres calificaciones que me hizo, la que más le cuadra a él es la de alcahuete. Y en la peor de las acepciones: entregador, buchón, traidor, botón, rata. Moyano trabajó de alcahuete, en Mar del Plata, durante los años setenta. El exdirigente del Partido Socialista de los Trabajadores, Carlos Petroni, oriundo de esa ciudad, lo recuerda muy bien. Moyano pertenecía a la Concertación Nacional Universitaria, uno de los embriones de la Triple A. Moyano, el entregador, se reunía una vez por semana con gente a la que Petroni llamó asesinos. Moyano, la rata, era un cuadro deslucido de la Juventud Sindical Peronista. La JSP se dedicaba a señalar con el dedo y atacar a los sindicalistas de izquierda. Petroni, querellante en los juicios por la verdad en la ciudad balnearia donde operaba Moyano, lo denunció con nombre y apellido.

Pero el hombre del camión, además de rufián, chupamedias y alcahuete, es un machista recalcitrante: a Graciela Ocaña la trató de cucaracha y de Lilita Carrió dijo más de una vez, en público, que estaba mal de la cabeza. Típico de machirulo, diría su nueva amiga Cristina. Y prototípico de cobarde: además de insultar a las mujeres para sentirse más macho, Moyano no puede andar por la vida sin custodia, porque no se las aguanta solo. Además depende de unos cuentos monos para hablar desde arriba de un palco. Sin embargo no duraría ni un minuto, respondiendo preguntas sencillas de cualquier periodista informado, para un programa de televisión, o de radio.

Hugo Moyano: rufián, chupamedias, alcahuete, machista y cobarde, hoy, en el día del periodista, lo espero aquí, en la radio, en la tele, o en la redacción de los diarios para los que trabajo, para hacerle preguntas sencillas, a los que un macho como usted no debería temerles.

Puede venir con su hijo Pablo, si así lo desea. Eso sí, a sus custodios y a las armas de fuego los va a tener que dejar afuera.

Y una cosa más: a partir de este momento lo responsabilizo por cualquier cosa que me pueda suceder. No es miedo. Es información. Todo el mundo sabe que usted está lleno de idiotas útiles que estarían dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de complacerlo.

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