Macri, entre el Fondo y la compulsa electoral

Considerando que todas las medidas que el gobierno tomó hasta ahora fueron aprobadas por el FMI, el Presidente haya tenido que acudir al organismo como respaldo para contener la crisis cambiaria

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Uno de los aspectos más importantes e interesantes de la entrada del FMI es el contenido de su asesoramiento al gobierno argentino porque se da el hecho asombroso de que, desde que Mauricio Macri es presidente, todas y cada una de las medidas que adoptó fueron aplaudidas, apoyadas y felicitadas por el organismo internacional.

Hágase un breve repaso de esas medidas y se verá que el FMI las respaldó y aprobó. La liberación cambiaria, la eliminación de las retenciones -salvo para la soja-, la supresión de todas las restricciones cuantitativas a las exportaciones, el pago de la deuda externa que puso fin al litigio con el juez Griesa, la apertura financiera del país, etcétera.

Cómo es posible que, si todos las medidas adoptadas fueron bien recibidas por el FMI, el propio Presidente haya tenido que pedir expresamente la colaboración del organismo

Entonces, es justificado preguntarse cómo es posible que, si todos estuvieron de acuerdo con las medidas adoptadas, se haya llegado a una situación en la que el propio Presidente de la Nación tiene que pedir expresamente la colaboración del FMI en las futuras deliberaciones para superar la crítica coyuntura actual.

Algo tuvo que haber pasado para que todas las medidas positivas se hayan transformado en la práctica en medidas negativas.

Estamos convencidos de que el Fondo apoyaría la suba de tarifas, porque su misión principal siempre ha sido la de reducir el déficit fiscal como causa principal de la inflación, algo en lo que coinciden el Presidente y todos los miembros de equipo económico, por lo que el FMI reclamaría una mayor decisión en recortar partidas presupuestarias. Esto deja sin respuesta, sin embargo, a la pregunta formulada anteriormente, y ahí es donde surge la conclusión casi unánime de que todo fue producto de la oposición del Presidente a que un jefe económico tenga la unidad de mando en la coordinación de las distintas políticas sectoriales. Veremos si esa carencia finalmente podrá ser subsanada con la atribución de esa tarea al ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne.

Nicolás Dujovne en su debut como ministro coordinador
Nicolás Dujovne en su debut como ministro coordinador

Esto introduce una variante conceptual de extraordinaria importancia como es la posibilidad de evitar que medidas positivas en su esencia se conviertan en los hechos en medidas negativas; no porque un Ministro tomase una medida conforme a lo que requiere el país y a la más pura ortodoxia, sino porque debía conformar su accionar al resto de los ministros con la misma capacidad de decisión económica que él.

Esta falla se ha considerado tan determinante, y le ha sido remarcada al Presidente en varias oportunidades, porque se avizoró el riesgo de un empuje cambiario, de una suba del dólar, que amenazaba desencadenar una hiperinflación y el caos subsecuente.

 

En este contexto, una vez aprobada la necesidad de una coordinación macroeconómica que no había existido, los ministros del Gabinete económico tendrán que agudizar su ingenio y disciplinarse de una vez por todas a las metas inflacionarias que se vayan determinando, porque esta falta de disciplina, que se ha traducido en una "inflación de costos", por decisiones de los propios ministros, debe terminar y rápido, si es que se desea tener éxito en encarrilar el rumbo económico del país.

Todas estas medidas deben ser aceptadas en algún grado por las organizaciones gremiales; huelgas o movilizaciones son imágenes terribles para atraer inversiones

Lo que sí tiene que quedar en claro es que todas estas medidas deben ser aceptadas en algún grado por las organizaciones gremiales que hoy están envueltas en una fuerte lucha por mantener el poder adquisitivo de los salarios; llamar a huelgas o movilizaciones son imágenes terribles para atraer inversiones.

Una medida puede ser lo más ortodoxa que cabe pensar, entendiendo que es una medida sana, correcta y que debe aplicarse sin más; pero ahí está el punto central de la tarea que deberá realizar Dujovne, que implica persuadir, o en última instancia imponer a los ministros su decisión, para llegar a una compatibilización entre lo que requiera cada área y lo que necesita el país.

La decisión de apelar al Fondo no es ni buena ni mala en sí misma y hasta podría introducir un factor de seriedad y disciplina superando el individualismo en la gestión

La decisión del Presidente de recurrir al Fondo, no es ni buena ni mala en sí misma, a pesar de lo odiado y repudiado que es dicho organismo internacional, y no sólo por parte de los ámbitos sindicales, sino por otros vastos sectores intelectuales de la sociedad. La presencia del Fondo podría introducir un factor de seriedad, de disciplina, de superación del individualismo en la gestión, que no puede menos que ser aceptado con beneplácito por los sectores racionales de la sociedad.

Todo esto debe ser analizado teniendo como cuadro de fondo un hipotético escenario para las elecciones presidenciales, donde el gobierno de Macri se presentaría a la compulsa electoral con una situación económica caracterizada como de muy pobre o nulo crecimiento económico después de cuatro años de gestión y teniendo como consejero económico al organismo internacional más impopular del mundo.

Demasiada ventaja para conceder a la oposición, por lo que tendrá que encontrar un punto de equilibrio entre sus necesidades electorales y las necesidades del conjunto de una sociedad que, de momento, siente que fueron incumplidas sus expectativas.

Macri tiene la palabra.