La lucha contra el déficit fiscal

Felipe Frydman

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El acrónimo PIGS fue utilizado para designar en forma peyorativa a los países del sur de la eurozona, con excepción de Irlanda, con un alto déficit fiscal después de la crisis de 2008-2009. Los países de la eurozona se habían comprometido a respetar un déficit del 3% para utilizar el euro, pero la crisis internacional impulsó a estos países a recurrir a un mayor gasto público financiado con endeudamiento para atenuar los efectos de la recesión. Grecia no respetó el límite desde el momento mismo de su ingreso al euro.

En el año 2009 el déficit fiscal de España era del 11,1%; el de Irlanda, 12,4%; el de Portugal, 10,2% y el de Grecia, 15,7 por ciento. La utilización del euro por constituir una moneda de reserva facilitó la obtención de préstamos a tasas de interés compatibles con los vigentes en la zona, pero los pagos comenzaron a requerir mayor deuda, que no pudieron compensarse con una reactivación económica. En el mismo año, la deuda alcanzaba en Portugal el 96%; Irlanda, 87%; Grecia, 127% y España, 52% del PBI, lo que mostraba una tendencia creciente para mantener el nivel de gastos y los pagos de intereses. La utilización del euro constituyó una ventaja para evitar la suba de las tasas de interés y disponer de la misma moneda para efectuar los pagos a los tenedores domésticos o internacionales.

Las restricciones al financiamiento como resultado de la crisis global quebró el círculo y estos países se vieron obligados a recurrir a los organismos europeos para obtener recursos, quienes exigieron, como sucede siempre con los acreedores, garantías sobre las posibilidades de devolución. En todos los casos los nuevos recursos debían destinarse al pago de los intereses a entidades en su mayoría europeas para garantizar la estabilidad del sistema.

Los recortes fiscales desde los porcentajes indicados provocaron en todos los países una retracción del PBI y un fuerte aumento del desempleo. La tasa de desocupación superó el 20% en Grecia y España, y el 10% en Portugal e Irlanda. Grecia fue el único escenario donde se discutió la posibilidad de abandonar el euro. Yanis Varoufakis, quien fuera ministro de Finanzas durante ocho meses en 2015, condujo las negociaciones sin éxito con los acreedores y elaboró un programa heterodoxo para volver al dracma, suspender los pagos de la deuda e incautarse de las reservas del Banco Central. El temor de que la vuelta al dracma arrasara con el capital y los ahorro determinó el fin del plan y el regreso a la mesa de negociaciones.

En la comparación de los números, la Argentina está en una situación favorable respecto a los PIGS. El Gobierno nacional decidió bajar el déficit fiscal primario al 2,7% después de la corrida del viernes 4, una cifra menor a los déficits de los PIGS, todos superiores al diez por ciento. Sin embargo, los intereses de la deuda representaron en el cuatrimestre 93.600 millones, un 57% superior al período del año pasado (Informe Ecolatina). Mientras los pagos financieros suben, los gastos de funcionamiento disminuyen, lo que refleja el esfuerzo de ahorro del Gobierno. La reactivación también ha contribuido al mejoramiento de la recaudación, mostrando una decisión correcta de impulsar la actividad económica para aumentar los ingresos vía crecimiento.

Pero la diferencia más importante con los PIGS está en la cuenta corriente. Los PIGS no enfrentaban este problema, porque el Estado recaudaba y pagaba con euros, y no debía recurrir a los préstamos para contar con reservas. El acceso a los mercados internacionales permitió obtener recursos para el presupuesto nacional y también para mostrar una posición sólida en materia externa. La Argentina, al igual que cualquier país sin moneda de reserva, debe atender simultáneamente dos frentes: una combinación compleja con instrumentos ortodoxos porque el éxito en uno agrava la situación del otro mediante la revaluación de la moneda. La reducción del déficit primario pareciera un objetivo alcanzable viendo el manejo que hicieron los PIGS para regularizar la situación fiscal con consenso político, pero el control del déficit de la cuenta corriente pareciera no encontrar un piso sin obtener un superávit comercial y una reducción de la salida de capitales.

El autor es diplomático.