El mercado obliga a terminar con el gradualismo

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Sin lugar a dudas, nadie podría decir que en materia de tarifas el Gobierno ha sido gradualista. Pero en lo que respecta a la macroeconomía en general, eso está fuera de discusión: la administración Macri eligió endeudarse en dólares en el exterior para transitar una reducción muy moderada del gasto público. Y en los últimos días el mercado parece haberle dicho "se me acabó la paciencia".

Desde el 26 de abril, diferentes monedas de América Latina perdieron entre un 8% y un 15% de su valor frente al dólar. Argentina perdió aproximadamente un 10%. Sin embargo, nadie concluye que esto se traducirá en una epidemia inflacionaria en América Latina. ¿Por qué sucede entonces que en la Argentina el movimiento del dólar parece traducirse casi de modo automático en inflación? Esta es la batalla que viene librando el Banco Central y por eso puso tanto esfuerzo en contener al dólar: para intentar asegurarse una inflación de entre el 20% y el 25% (nadie en su sano juicio piensa que la inflación será del 15%, sino que funciona con un ancla psicológica).

¿Por qué en Argentina el dólar afecta tanto a la inflación?

En la Argentina diferentes gobiernos utilizaron al dólar como "ancla inflacionaria". ¿Qué quiere decir? Que en lugar de hacer bien los deberes y controlar la cantidad de dinero (típicamente minimizando la emisión monetaria para financiar déficit fiscal), optaron por usar "un tutor" como el que necesitan las plantas jóvenes para crecer. En lugar de ser disciplinados desde el lado del gasto, se comportaban con irresponsabilidad, pero fijaban artificialmente el tipo de cambio para frenar la inflación. Hoy, después de tantos años de mirar al dólar para ver qué pasará con la inflación, seguimos teniendo el mismo reflejo por expectativas. Apenas se mueve el dólar, las empresas anticipan inflación futura y la traducen a precios.

¿Hay manera de romper este vínculo entre variación del tipo de cambio e inflación? En lo inmediato no. Pero si se tuviera un plan destinado a controlar la cantidad de dinero, la variación del tipo de cambio no necesariamente convalidaría un aumento de precios ya que después no habría los pesos suficientes para pagar esos precios más altos.

¿Qué quiere decir que se le acabó el tiempo al gobierno? La reacción de Dujovne fue instantánea: ajustó su meta de déficit fiscal primario para el 2018 de 3,2% a 2,7%. Esto quiere decir menos gasto. ¿Alcanzará esta reducción? Lo sabremos en los próximos días. Hoy la reacción de los mercados fue de un tímido "puede ser que te crea". El dólar mayorista cayó de $22.15 a $21.83 (algo menos del 2%), los bonos en general subieron y la Bolsa fue la que menos le creyó al Gobierno: por poner un ejemplo paradigmático, las acciones del Grupo Financiero Galicia abrieron un +8% y terminaron ligeramente en negativo.

¿Está en duda que puedan ejecutar esa reducción del 0,5% o simplemente ese 0,5% es poca reducción? Probablemente una mezcla de ambas ¿Debemos respirar más tranquilos ahora que el gobierno consiguió frenar la corrida? No necesariamente. Y por sobre todas las cosas, el costo de frenarla significó una victoria muy costosa: el BCRA llevó las tasas de interés al 40% (subió 1275 puntos básicos en menos de 10 días).

Además del enorme costo operativo que impone al accionar natural de la economía real, la pregunta obvia es: ¿quién, cuándo y cómo empezarán a bajar esa tasa? Si además tenemos en cuenta que la suba de las tasas implícitas en los EEUU funciona como un imán hacia el dólar, ¿qué sucedería si la tasa a 10 años que hoy está en 3% se colocara en 3,5% en los próximos meses? Podría ser un triste dejá vu.

Por último, quiero dedicarle mi máximo repudio a la clase política que de un modo demagogo se vanaglorió de haber gravado a la renta financiera. No saben sumar: ese impuesto recauda sólo el 0,14% del total de los impuestos, pero sin dudas ha colaborado con intensificar la huida del peso al cobrarle a los extranjeros impuestos sobre el interés de las Lebacs.

El autor es economista y docente. CEO de Carta Financiera