Debatir cuándo comienza la vida humana es como discutir si la Tierra es redonda

Gabriel Ballerini

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Soy especialista en ética biomédica, director de Bioética de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (Aciera), represento a millones de ciudadanos argentinos que defienden el derecho a la vida como derecho fundamental y superior a todos los demás. Estamos a favor de las dos vidas, la de la madre y la del hijo y expresamos nuestra postura en contra de la despenalización del aborto.

A esta altura del debate, lo hemos escuchado todo, o casi todo; desde los argumentos más serios, científicos y sensatos, hasta aquellos que, negando la realidad natural y el conocimiento científico, se esfuerzan en seguir cosificando la vida intrauterina y proponiendo su eliminación.

Hemos escuchado desde el primer día del debate que para un periodista el embrión comienza en el día 14 y hemos escuchado decir: "No es cierto que la unión del óvulo y el espermatozoide da inicio a la vida humana, sino que el inicio de la vida es una construcción social". Hemos escuchado también a otra periodista: "El embrión no puede escribir poemas, por eso no es un bebito". Y cuando tratábamos de reponernos de semejantes falacias, escuchamos de un sociólogo afirmar: "el embrión no es vida humana, es una larva, porque no tiene conciencia ni voluntad".

Me pregunto aún por aquellos ya nacidos que, por alguna afección o patología, no tienen conciencia y voluntad, ni tampoco pueden escribir poemas. ¿Perdieron entonces su condición humana? ¿Dónde está la racionalidad en este pensamiento?

¡Pero qué curioso! El mundo cambió. Antes, los religiosos medievales eran los que se oponían al avance de la ciencia y basaban su pensamiento en dogmas y fundamentos poco empíricos. Pero hoy los religiosos del siglo XXI basan su pensamiento en el conocimiento científico y los agnósticos progresistas son los que invocan la religión, citan la Biblia con pésima hermenéutica, niegan la realidad natural y basan sus argumentos en un fundamentalismo ideológico, alienado del conocimiento y los postulados científicos.

En cuanto a los argumentos biológicos, ya es redundante afirmar que la vida humana comienza en el momento de la fecundación. Estar hoy debatiendo cuándo comienza la vida humana es como estar discutiendo si la Tierra es redonda. Ya sabemos que la Tierra es redonda, y también cuándo comienza la vida humana. Eso lo determinó la ciencia. No todo es construcción social, hay una realidad delante de nuestros ojos que no se puede negar.

Es falso que el inicio de la vida humana corresponde a una construcción social. Es falso que los científicos no se ponen de acuerdo en cuándo comienza la vida. Ningún científico bien informado podrá negar que vida humana comienza en la fecundación. Es en el momento de la fusión nuclear de los dos gametos cuando se forma una nueva entidad biológica, que lleva en sí misma un nuevo proyecto-programa individualizado, un nuevo ADN, que no es el del padre ni el de la madre, sino el de una nueva persona, un nuevo ser con autonomía genómica, que se desarrolla por sí mismo. La ideología favorable al aborto trata de instalar la idea de que solo existe una persona, negando la realidad y el dato duro de la ciencia que afirma que hay dos.

En el orden jurídico, estamos frente a un conflicto de derechos. Por un lado, el derecho a elegir, de la madre. El derecho a la vida, del hijo. Y el derecho a la objeción de conciencia, por parte de los profesionales de la salud. El Estado tiene la obligación de armonizar todos esos derechos y administrarlos, evitando que uno destruya al otro.

El derecho a decidir (madre) está subordinado al derecho a la vida (hijo), porque este último es un derecho fundamental, constitucional, y es el primero de los derechos humanos que debe respetarse.

¿Por qué no estamos de acuerdo con la despenalización? Porque afirmamos el valor supremo de la vida desde la concepción hasta la muerte natural. No puede haber vida humana sin haber persona humana, ya que el embrión no es una persona en potencia, lo es en acto.

Destacamos que toda la legislación argentina, la Constitución Nacional, el Código Civil y Comercial y los tratados internacionales protegen al niño por nacer desde su concepción, y lo hacen sujeto de derecho. Y que el derecho que la mujer tiene sobre su cuerpo encuentra su límite frente al cuerpo del otro, ya que el embrión no es parte del cuerpo de la madre, su ADN es distinto al de sus progenitores.

Nadie puede decidir quién vive y quién no tiene derecho a seguir viviendo, ya que no existe un derecho a matar. Decidir quién vive y quién no tiene derecho a vivir no es progresismo, es fascismo. Son precisamente esos regímenes autoritarios los que determinan e imponen quién vive y quién no. Abortar no es un derecho ni una conquista social, es un delito.

El derecho natural y superlativo es a la vida, que es el fundamento de todos los derechos humanos. En ese sentido, toda legislación debe tutelar la vida, ya que no hay derecho cuando la finalidad es la muerte.

Entendemos que no hay vinculación alguna entre la profesión médica y el aborto, por tal razón no debe enmascararse el aborto como parte del servicio de salud pública, ya que no es propio de la medicina matar personas inocentes e indefensas. El aborto es contrario a la salud. El aborto no es la interrupción de un embarazo, sino un acto de extrema violencia que termina con la vida de un inocente.

Por eso, entendemos que la despenalización del aborto en todas sus formas quebranta una ley superior, el mandato universal "No matarás". Por lo tanto, es necesario encontrar soluciones que no vulneren el primero de todos los derechos humanos que el Estado y sus representantes legislativos debe tutelar, que es el derecho a vivir.

Necesitamos renunciar a la cruel frivolidad de ver el aborto como una solución rápida a problemas sociales, emocionales y egoístas. El Estado debe intervenir pero con políticas públicas que valoren la vida, en especial de los más débiles y desprotegidos. La prevención, la educación sexual sin ideologías, el acompañamiento a las mujeres embarazadas, la mejora de la ley de adopción son propuestas alternativas, justas y solidarias que fortalecerán nuestra sociedad.

Sabemos que hay situaciones difíciles y dolorosas, de violencia, marginalidad, pobreza, falta de formación, soledad y abandono, pero nuestra más íntima convicción es que el aborto nunca es la solución. Debe quedar en claro que el aborto no forma parte del servicio de salud. No es terapéutico. En rigor, es lo opuesto a la salud porque procura directa e intencionalmente la muerte de un ser humano inocente. La legislación debe tutelar la vida, y las autoridades públicas deben proteger la vida de la madre y la del niño por nacer, por eso entendemos que no puede haber derecho cuando la finalidad sea la muerte.

Por lo tanto, en representación de millones de familias argentinas, solicitamos a los diputados que sean aliados de la vida, de las dos vidas, y trabajen en unidad para encontrar las mejores soluciones a los problemas sociales que nos permitan construir una sociedad cada vez más justa e inclusiva, que garantice los derechos humanos de todos los humanos, nacidos y por nacer.

Una cosa es comprender la angustia que puede tener una mujer ante un embarazo no deseado y buscar los caminos para ayudarla. Otra cosa es crear un instrumento legal para que las madres puedan matar a sus hijos en forma libre, segura y gratuita.

Señores diputados: aprobar la despenalización del aborto y el derramamiento legal de sangre inocente traerá condena y maldición sobre la Argentina. Estimados legisladores: queda en sus manos la responsabilidad de votar en favor de las dos vidas y en contra de la despenalización del aborto, para no ser los responsables históricos de permitir que la República Argentina se transforme en un país que no respete el primero de los derechos humanos, que todo Estado democrático, inclusivo, no discriminatorio y justo debe respetar, el derecho a vivir.

Yo quiero vivir en una Argentina que respete el valor de la vida. Yo quiero vivir en un país que respete los derechos humanos de todos los humanos, nacidos y concebidos por nacer. Si un país no respeta la vida, ese país no tiene futuro. Sea Dios, fuente de toda razón y justicia, el que ilumine sus vidas para traer bendición y paz a todos los argentinos.

El autor es director de Bioética de Aciera.