A 70 años del renacimiento del Estado judío

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(AFP)
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Hace 70 años renacía en parte de la tierra de Israel el Estado judío. La palabra "renacía" no pretende ser un eufemismo sino un hecho real: Israel es la continuación del milenario Estado judío destruido en los años 70 e. c. por los romanos. Los judíos perdieron allí su soberanía política pero nunca su presencia física y su ligazón espiritual matizada en plegarias, rituales, ceremonias que el judío llevó consigo a todo destino.

Aun desde mucho antes de su creación dictaminada por la ONU con la resolución 181 que dividía Israel y Palestina en dos Estados, la presencia renovada de los judíos secando pantanos, plantando en desiertos y cultivando en la aridez y la dureza de una tierra tan dura como su historia, no fue aceptada por gran parte del mundo árabe, que no quiso reconocer lo que los libros de historia documentaban: la ligazón milenaria del pueblo judío con la tierra de Israel, tal como figura en el libro sagrado para las tres grandes religiones: la Biblia.

El pequeño Estado, hoy una potencia en desarrollo tecnológico, fue agredido por países vecinos y no vecinos, y por los propios palestinos, que en gran parte, al día de hoy, cuestionan su existencia, su esencia judía y su derecho a vivir en paz en fronteras seguras con Jerusalén como capital eterna unificada; capital política de Israel y ciudad religiosa de las tres grandes religiones monoteístas.

Con el devenir del tiempo y el avance del extremismo chiita de la mano de Irán, las amenazas tomaron un matiz mucho peor y el Estado renacido de las cenizas de la Shoá denuncia ante el silencio del mundo a un Estado iraní que ha jurado su destrucción y negado la tragedia máxima del pueblo judío.

Israel tiene hoy 12 veces más habitantes que los que tenía antes de surgir. Judíos llegados de todas las latitudes, incluso de nuestro país, pueblan la tierra redimida y soñada para crear un Estado pujante, vital, democrático y progresista en una región donde día a día el mundo contempla las masacres existentes entre los propios árabes. El 44% del pueblo judío vive en Israel.

Con un producto bruto superior al de España, en una superficie más pequeña que la provincia de Tucumán, emerge un Estado judío ejemplar y emblemático que no tiene nada para envidiar a las grandes economías desarrolladas del mundo. Un Estado con logros tecnológicos visibles en los campos de la agricultura, la agroindustria, la informática, la robótica, el riego, la alimentación y con algunos de los estándares educativos más altos del mundo. Posiblemente en sus éxitos esté la causa del deseo de destrucción de sus enemigos. No lo lograrán.

La Argentina, que en principio se abstuvo en el plan de partición, reconoció tempranamente, en 1949, al Estado hebreo. Las relaciones entre ambos países han conocido altibajos propios de las presiones diplomáticas y de ideologías antisionistas, pero hoy florecen como pocas veces y seguramente se sellarán con la visita del presidente Mauricio Macri a Israel en junio próximo.

La DAIA, entidad representativa de toda la colectividad judeo-argentina, se suma al reconocimiento de estas relaciones mejoradas que han superado otros oscuros tiempos y hace votos para que el Estado de Israel logre la paz con seguridad, y que el mundo comprenda que no es con el extremismo ni las conductas populistas del terrorismo islamista como se resolverán las diferencias territoriales sino con el diálogo sincero y franco.

La mano del Estado hebreo creado por el rey David está extendida. Espera otras, como ya lo hicieron Egipto y Jordania, que comprueben los sinceros deseos de una paz justa con un Estado de Israel imprescindible para el pueblo judío y la humanidad toda.

El autor es el presidente de la DAIA