La escalada de amenazas y represalias en el comercio exterior

La escalada de amenazas y represalias no constituye un buen augurio para las negociaciones comerciales internacionales. Es una forma riesgosa de encarar las relaciones entre los países, donde siempre se trata de encontrar soluciones diplomáticas que permitan justificar los resultados para las partes involucradas. El presidente Donald Trump pareciera desistir de la metodología habitual y preferir, y quizás disfrutar, de las acciones con impacto mediático que no difieren mucho de la práctica utilizada para ganar las elecciones contra Hillary Clinton.

El enfrentamiento con China pareciera seguir ese camino con el continuo ascenso de los reclamos y las sanciones. Trump se reunió con el presidente Xi en dos oportunidades. La primera en Palm Beach, en abril y la segunda en Beijing, en noviembre del año pasado. En ambas oportunidades hubo expresiones de satisfacción por los entendimientos y los resultados alcanzados entre los dos mandatarios, en especial en la segunda, cuando se anunciaron acuerdos por 253 mil millones.

Este escenario auspicioso cambió pocos días después, cuando la Casa Blanca identificó a China y Rusia como los rivales que tratan de socavar los fundamentos de la sociedad estadounidense. A partir de esa revalorización de las relaciones entre los dos países, el presidente Trump exigió el cese de las prácticas chinas en materia de inversiones extranjeras, propiedad intelectual y una apertura del mercado para corregir el déficit comercial de 371 mil millones, invocando las secciones 232 y 301 de la ley de comercio de 1974. La recurrencia a acciones punitivas que han merecido la reciprocidad solo se puede explicar por el fracaso de las gestiones realizadas en el marco del diálogo global establecido por ambos presidentes en abril de 2017, cuando debieron tratarse las demandas.

Los reclamos de los Estados Unidos están relacionados con la presencia de las empresas públicas en la economía china y los beneficios especiales a los cuales acceden por su vinculación con el poder. Estas empresas pueden expandirse y competir favorablemente con sus contrapartes y fijar las condiciones para el acceso al mercado chino. Las empresas estadounidenses que se radicaron en territorio chino aceptaron estas reglas y obtuvieron importantes ganancias, pero no resolvieron la brecha con las empresas que no se trasladaron y contribuyeron a generar con sus exportaciones el déficit comercial. China constituye hoy el principal socio de los Estados Unidos, con un comercio global de 636 mil millones, el tercer mercado para sus exportaciones y la principal fuente de financiamiento del déficit comercial.

Las medidas unilaterales comenzaron con los paneles solares y los lavarropas. Este año le tocó primero al acero y el aluminio, luego, se agregó una propuesta para subir los aranceles para un equivalente de 50 mil millones y después 100 mil millones de importaciones. Esta política de quid-pro-quo entre dos gigantes del comercio internacional no contribuye a apuntalar esta etapa de recuperación de la economía mundial y crea incertidumbre sobre las perspectivas futuras. Este tipo de juego de pegar para obtener concesiones a nivel bilateral corre el riesgo de no terminar bien, porque difícilmente un líder pueda retroceder sin afrontar los costos políticos. El presidente Xi se encuentra en la situación más compleja, porque su poder reside en el partido y la burocracia estatal. Pero también está en las mejores condiciones para soportar los costos sociales ante la falta de democracias. Por su parte, el presidente Trump hará uso una vez más de su cautivante eslogan "America First" para contener a sus electores.

La creación de la OMC tuvo el propósito, entre otros, de consolidar las negociaciones multilaterales, aunque luego tuvo que aceptar los acuerdos regionales para no frenar el proceso de globalización. El fracaso de las CM de la OMC representó un importante retroceso, porque no dejó margen para el diálogo. El representante de los Estados Unidos, haciéndose eco de su presidente, utilizó un fuerte lenguaje para condenar al organismo y el sistema multilateral. No resulta sencillo pensar en la posibilidad de que ambos contendientes puedan reencontrarse en una mesa de negociaciones para intentar encontrar una salida a sus aspiraciones y quebrar este engranaje de represalias que solo puede agravar la situación. La comunidad internacional debería reiterar en todos los foros, incluyendo la Cumbre de las Américas, la necesidad de reinstaurar la confianza en el sistema multilateral como única forma viable de encontrar una solución satisfactoria, porque los desvíos de comercio afectarán a todos los países.

El autor es diplomático.