Lula, preso: el inquietante mensaje que llega desde Brasil

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Lula saluda desde el sindicato a sus simpatizantes que se reunieron en la calle para respaldarlo antes de su detención
Lula saluda desde el sindicato a sus simpatizantes que se reunieron en la calle para respaldarlo antes de su detención

Cualquiera sea la opinión que alguien tenga sobre el proceso jurídico que deposita a Luis Ignacio da Silva en la cárcel, hay un punto que nadie discute: Lula es el político más popular del Brasil y, probablemente, de todo el continente. No solo ahora, sino desde que volvieron las democracias en los años ochenta. No hubo, desde entonces, otro dirigente con tanto caudal de seguidores de manera tan extendida en el tiempo. Por eso, todas las encuestas auguran que, de presentarse a las presidenciales este año, Lula ganaría con facilidad. Pero los brasileños no podrán votar a quien quieren como Presidente. De esta manera, la democracia del principal país del continente ha quedado renga, por decirlo de manera elegante.

En dos de los tres países más relevantes del subcontinente, ocurre la exótica situación en la que los candidatos más competitivos de la oposición no pueden presentarse a elecciones. El primero donde ello sucedió fue en Venezuela. La dictadura de Nicolás Maduro arrasó con el Parlamento, con las libertades individuales, reprimió a sangre y fuego manifestaciones opositoras y amañó las elecciones hasta transformarlas en una farsa. En ese contexto, los principales líderes de la oposición, y sus familias, son perseguidos, encarcelados y forzados al exilio, en muchos casos mediante procesos judiciales tan discutidos como el que afecta a Lula en Brasil. El segundo país es Brasil, donde el opositor más querido no podrá ser candidato. El tercero es la Argentina cuyo funcionamiento institucional, en comparación, parece noruego.

Michel Temer (Reuters)
Michel Temer (Reuters)

Muchas personas sostienen que Lula merece la prisión por haber recibido una coima, y que el juez que lo condenó también tomó decisiones similares contra grandes empresarios y dirigentes muy importantes de la derecha antipetista. "No importa cuán popular sea una persona. Aquí la Justicia dice que Lula se corrompió y es bueno que de una vez por todas un corrupto tan poderoso vaya preso", es el argumento. Es la corrupción y no la proscripción, para citar un título reciente. Ese punto de vista es muy discutido en Brasil, incluso por periodistas conservadores que se destacaron en los últimos años por su activismo en contra de los gobiernos de Lula y Dilma Roussef. El muy conocido Leandro Azevedo, por ejemplo, comparó el proceso a Lula con los juicios de Moscú y Berlín en la década del treinta.

Pero aun cuando el proceso pueda ser defendido, el contexto en el que se ordenó la detención de Lula es inquietante. En la semana previa se produjeron dos pronunciamientos militares. El jefe de las Fuerzas Armadas advirtió que sus hombres no tolerarían la impunidad. Un general retirado anunció que se produciría un golpe de Estado en caso de que la Corte dejara a Lula en libertad. Esas advertencias, un inesperado reencuentro con los códigos de la Guerra Fría, ocuparon las primeras planas de los diarios.

Los militares han ganado mucho espacio en el Brasil de Michel Temer. Hace dos meses, Temer resolvió por decreto militarizar el estado de Río de Janeiro, en el contexto de la lucha contra el narcotráfico. Eso significa, prácticamente, que el Ejército toma el control de las principales áreas de Gobierno, no solo de la lucha contra la delincuencia. Ese modelo se intentará aplicar ahora a otros estados. El jefe de las operaciones advirtió que no aceptará, en el futuro, que sus hombres sean juzgados por violaciones a los derechos humanos.

Mariella Franco era concejal del Partido Socialismo y Libertad
Mariella Franco era concejal del Partido Socialismo y Libertad

En las últimas semanas, una concejal de izquierda, Marielle Franco, fue acribillada por profesionales en Río de Janeiro, y la caravana de campaña de Lula fue baleada. Candidatos de partidos de derecha consideraron que el líder del PT recibía con esos balazos lo que había sembrado en su Gobierno.

La Justicia decidió que Lula vaya preso. Pero el actual Presidente fue filmado pidiendo un soborno y sigue en su cargo, en reemplazo de su antecesora que fue votada pero no pudo terminar su Gobierno, dado que una abrumadora mayoría parlamentaria la echó con número suficiente pero argumentos muy confusos.

¿Quién tiene la culpa del tremendo deterioro de la principal democracia del continente? En el bendito mundo de la grieta, siempre hay narraciones extremas. Algunos sostienen que la culpa es de Lula y el PT, que en tiempos de bonanza armaron un pestilente sistema de corrupción política y empresaria. Los otros opinan que la culpa es de la derecha, los medios de comunicación y del poder empresario que inocularon el odio en la sociedad y no perdonan las reformas sociales del primer Lula. En estos debates, generalmente todos tienen razón cuando describen el rol de sus enemigos. Pero, ante un fracaso tan rotundo, es difícil eximir de responsabilidades a cualquier actor relevante. Lula armó un sistema corrupto y, al mismo tiempo, sus enemigos, que no son más honestos que él, lo persiguen. Todo está sucio.

Nicolás Maduro (EFE)
Nicolás Maduro (EFE)

América Latina está atrapada en estos tiempos entre dos sectores antagónicos que pugnan por el control del continente, sin reparar en ningún método. Unos han respaldado al régimen dictatorial venezolano, un precedente gravísimo para la región con su reguero de sangre, exilio, persecución a los disidentes, detenidos políticos y hambre. El PT fue uno de los partidos que toleró todo eso. Sin su apoyo, a la dictadura le hubiera sido mucho más difícil sobrevivir. No es muy coherente pedir garantías solo cuando uno es víctima, y respaldar a quienes las violan si son aliados. Los otros aplauden cuando ordenan encarcelar a Lula y no reaccionan frente a los sucesivos y evidentes abusos de quienes han tomado el poder en Brasil. Ambos aplican la teoría del dominó y festejan cuando un país cae para su lado.

En medio de todo esto, ha vuelto el fantasma militar. En Venezuela, desde hace años, cada desfile es un acto oficialista. En Brasil, han aparecido señales claras de democracia tutelada. El Cono Sur parece abstraerse de todo esto. Pero la democracia tiene serios problemas en otros países más pequeños como el Perú o la Nicaragua de Daniel Ortega. Una reciente encuesta, que se realiza anualmente, advirtió que por primera vez en treinta años los latinoamericanos que descreen de las virtudes de la democracia son mayoría. Es un campo de cultivo fértil para las más variadas aventuras.

Primero fue Venezuela.
Ahora le toca a Brasil.
En ambos países, los líderes de la oposición no pueden ser candidatos en medio de un clima muy tenebroso.
¿Quién sigue?
Los ecos llegan débiles a la Argentina.
Pero no son, precisamente, auspiciosos.