Presidio político cubano, una desventura optimista

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Los años, las experiencias, en particular aquellas que dejan marcas indelebles, van forjando un debe y haber muy útil para quienes siempre han creído necesario en algún momento de la existencia rendirse cuentas a sí mismo, con independencia de la declaración que puedan prestar, en su momento, al juez supremo de sus creencias.

Hace varias semanas la familia Núñez-Licara, Roberto estaba en plena adolescencia cuando fue encarcelado, organizó una fiesta de bienvenida a un nuevo nieto y, como es habitual, muchos de los presentes se habían conocido en los años más cruentos de la lucha contra el totalitarismo, relación entre los que sobrevivieron que se volcó en amistad imperecedera por la cruda experiencia compartida.

Las conversaciones en las mesas eran diferentes, pero algunas, en cierta medida, estaban aderezada por la alegría del reencuentro de los miembros de la familia extendida que es el presidio político cubano, una realidad que enfatizaba Eraizer Martínez, 12 años en prisión, al comentar la solidaridad existente entre los expresos, la camaradería y la hermandad que los unía, por lo regular, más fuerte que las discrepancias políticas o de cualquier otra índole que pudieran surgir.

Decía Eraizer que no conocía ningún ex preso que renegara de esa condición, que no manifestara orgullo y satisfacción por haber cumplido con su deber en la lucha y que la mayoría estaban seguros que la prisión fue una escuela de ciudadanía, a la vez que esa dura experiencia les hizo tomar mayor conciencia de los deberes y los derechos.

Por supuesto que entre los presos políticos, como en toda familia, hay desavenencias y diferencias, individuos que perdieron el rumbo y deshonran el apellido a pesar de que entregaron muchos de sus mejores años, pero son una excepción, ya que la generalidad retornó a una vida truncada con el compromiso de ser mejor persona, crecer moral y materialmente, y orgullosos de haber hecho lo que les dictaron sus respectivas conciencias.

La vida no fue fácil para estos hombres y mujeres. Muchos permanecieron en Cuba largos años después de ser excarcelados, padeciendo como Enrique Ruano, Francisco "Paco" Talavera y Elda Torres, la discriminación y el ostracismo interno, por eso, cuando se les presentó la oportunidad de abandonar el país, partieron en busca de la seguridad necesaria para ellos y su familia directa, enfrentando los retos de una nueva vida cuando la juventud estaba finiquitando.

Otros, como Ángel de Fana y Amado Rodríguez, fueron ciertamente deportados. Después de más de veinte años tras las rejas fueron conducidos a un aeropuerto para que abandonaran el país sin poder volver a andar las amadas calles de sus barrios, ni visitar las tumbas de los seres queridos que habían partido.

Por suerte para todos, la fraternidad surgida en presidio hizo una sana y provechos metástasis en el extranjero. Compañeros como Alfredo Elías y su esposa Mercedes, que llevaban unos pocos años fuera de Cuba, al igual que otros ex presos, se dieron a la tarea de apoyar a los recién llegados en la medida de sus posibilidades, procurándoles trabajo y hasta dando albergue en sus casas. Todavía hoy, más de cuarenta años después, la casa de Alfredo y Mercedes es uno de los principales puntos de reunión de un número importante de ex prisioneros políticos cubanos.

La solidaridad se ejercitó en numerosos países. En Venezuela, los ex prisioneros Joaquín Meso Llada y Pedro Pérez Castro, con el respaldo de otros compañeros, fundaron un "hogar" para recibir a miles de cubanos donde, aparte del techo, contaban con comida, ropa y atención médica. Este apoyo también se manifestó en diferentes lugares de Europa, particularmente en España.

Si la solidaridad material y espiritual, la confianza y la amistad entre estas personas han sobrevivido tantos años, es porque son mujeres y hombres que comparten el patrimonio común de creer en la democracia, en la defensa de los valores ciudadanos y porque, más que por cualquier otra condición, aman a su patria con devoción y entrega, razón que los obliga, hasta el último aliento, a seguir luchando a favor de la soberanía de uno y todos los cubanos.