Las omisiones que nos impiden comprender el horror

Alberto Valdez

Compartir
Compartir articulo

La manipulación de lo ocurrido entre 1973 y 1983 ha dejado intencionalmente fuera del relato muchos acontecimientos y personajes. Esta omisión deliberada impide comprender la profundidad del horror de este tiempo histórico y la hipocresía reinante. Sobre todo la importancia de la polémica y vigente teoría de los dos demonios.

La tragedia no comenzó mágicamente el 24 de marzo de 1976. Los crímenes y los mariscales de la muerte ya dominaban el escenario con anterioridad y, en todo caso, tuvieron su génesis más precisa a partir del 25 de mayo de 1973, cuando regresó la democracia y los asesinatos políticos se incrementaron.

Mucho se habló y se escribió sobre el horrendo crimen de José Ignacio Rucci, pero poco y nada se recuerda cómo y por qué Montoneros asesinaron al dirigente radical y ex ministro del Interior, Arturo Mor Roig. Una muerte que apuntó también a tirarles ese cadáver a Juan Domingo Perón y a Ricardo Balbín para advertirles que se debía tener en cuenta a esa organización armada en futuras negociaciones políticas.

Otra muerte olvidada y poco comentada fue la "desaparición" de la diplomática Elena Holmberg, en diciembre de 1978. Destinada en París, Holmberg se fue enterando de las negociaciones espurias que impulsaba Emilio Massera a través del Centro Piloto con la cúpula de Montoneros.

Por eso se transformó en una testigo molesta, porque era la mejor prueba de la teoría de los dos demonios: sabía que el siniestro almirante pactó con Mario Firmenich, Roberto Perdía y Fernando Vaca Narvaja un delirante proyecto político con el financiamiento del dinero de secuestro de los Born. Y los comandantes de esa organización hasta le anticiparon a Massera que se venía la sangrienta contraofensiva que llevó a una muerte segura a miles de combatientes. La "desaparición" de la diplomática tranquilizó al jefe de la Armada y a sus socios en el exilio. Así se explica por qué no se habla del crimen de Holmberg.

Quizás toda esta historia macabra haya comenzado con el confuso secuestro del general Pedro Eugenio Aramburu, en junio de 1970. El líder de la Revolución Libertadora se había trasformado en esos años en un referente opositor a la dictadura del general Juan Carlos Onganía. Tal es así que estaba a punto de mantener un encuentro con Perón en el exilio. Aramburu, representante del ala liberal del Ejército, amenazaba con alterar el proyecto hegemónico del onganiato. Por eso se habla muy poco de los vínculos de la incipiente organización Montoneros, aún emparentados con el integrismo católico de Tacuara y los funcionarios del Ministerio del Interior a cargo del general Francisco Imaz.

Las figuras clave eran Roberto Roth, subsecretario del área, y Diego Muñiz Barreto, relacionados con Firmenich. El papel del empresario Antonio Romano, amigo de Imaz, asesinado por un montonero y sindicado como el encargado de contratar "los servicios" de esos jóvenes de la Acción Católica para secuestrar a Aramburu y entregarlo a personal de inteligencia de Ejército detrás de la Facultad de Derecho de la UBA. Una versión muy documentada y poco explorada de ese secuestro que genera alergia entre militares y ex montoneros.

El autor es periodista y consultor de empresas.