Las enseñanzas no aprendidas de una tragedia

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Lo peor no fue el golpe, sino que después de semejante tragedia todavía no aprendimos nada. Juan D. Perón solía decir que lo importante es la enseñanza que aporta la experiencia ajena, porque la propia suele ser muy dura y llega tarde. Y ni siquiera aprendimos sobre la tragedia propia. Así nos va.

Aquel golpe era la "crónica de una muerte anunciada", lo esperaban muchos, la gran mayoría sin imaginar lo que se venía. El día anterior, un grupo de diputados regresábamos desde Jujuy; el destrato transitaba desde las camareras hasta los policías, los aeroparques mostraban exceso de militares, los diarios anunciaban en tamaño catástrofe su apasionada bienvenida con las palabras: "Se acerca el final". No habría dos demonios, pero tiraban de todos lados: varias guerrillas como también varios grupos represores. El caos se multiplicaba, la muerte vagaba sin sentido, incitada por su peor gestor, el miedo. Los diputados rasos todavía no teníamos oficina, solo gavetas para guardar libros y carpetas, hacía días que las veníamos vaciando. La tragedia de la democracia estaba asumida, como la de esos enfermos que no tienen salida. La patria era una enorme sala de terapia intensiva.

La guerrilla convertida en actor principal convencida de que el golpe creaba el espacio de su triunfo militar. Un pensamiento mágico del cual hasta ahora algunos no se hicieron cargo, con acusar al genocidio y a las tres A pareciera que todo estuviera resuelto. Eso es lo malo de cuando la culpa solo la cargan los perdedores, que los sobrevivientes no logran siquiera superar sus errores, aquellos que los llevaron a la tragedia. Nunca imaginamos la magnitud de la demencia asesina de la dictadura, era portadora de la voluntad de suicidio de una clase que en su inconsciente percibía su final.

Los ricos, esos que fueron oligarquía pero nunca llegaron a burguesía nacional, esos que no tienen límite en sus ganancias, pero tampoco amor a la patria donde se benefician, esos hoy tienen más poder que nunca. El capitalismo de ayer intentaba ser en versión europea, conteniendo a todos los habitantes; el de hoy elige el camino de Estados Unidos, el país más rico del mundo cuyos pobres jamás serán beneficiados por esa riqueza.

La Argentina del golpe no llegaba al 5% de pobres ni pasaba los seis mil millones de dólares de deuda. Entre la dictadura y el Gobierno de Carlos Menem conocimos la desmesura de la pobreza y el dolor de la miseria. Hay una culpa esencial de los liberales de mercado de la que los peronistas tuvimos nuestra enfermedad compartida. En nuestra historia, el radicalismo aportó la democracia y el peronismo, la justicia social. El movimiento nacional debe reconstruirse sobre esos dos troncos, el mundo se ha vuelto proteccionista y nuestro rumbo actual es tan solo una expresión de la ignorancia.

Desde aquel golpe hasta aquí solo conocimos la decadencia en cualquiera de sus versiones, ya es hora de recuperar la voluntad de ser nación. Que la memoria de aquel golpe nos convoque.