Buenos Aires, anfitriona del mundo

Fernando Straface

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Hubo un tiempo en el que el Comité Olímpico Internacional estaba preocupado porque no había suficientes ciudades postuladas para organizar los Juegos Olímpicos. La competencia entre ciudades como la conocemos hoy se desató después de 1992, cuando Barcelona aprovechó los Juegos para posicionarse en el mundo y potenciar su desarrollo urbano. Hasta ese momento, los beneficios de recibir un gran evento internacional para una ciudad no eran tan evidentes como los costos y los riesgos económicos, y hasta geopolíticos, involucrados. El estudio To bid or not to bid: making global events work for city development, del Urban Land Institute, resume la ecuación del impacto de grandes citas globales en las ciudades.

De la mano de los Juegos Olímpicos de la Juventud, el G20, el Global Summit de la Autoridad Mundial de Viajes y Turismo (WTTC, por sus siglas en inglés) y el Urban 20, la Argentina y la Ciudad de Buenos Aires concentrarán en 2018 la atención mundial. Es una visibilidad internacional sin precedentes para la Ciudad, y una oportunidad para generar un legado social y cultural para los porteños que excede los beneficios económicos inmediatos, que los hay y son importantes.

Para ser elegidas, las ciudades se postulan y compiten a partir de atributos logísticos, urbanos y de capital social. Estas condiciones de partida pavimentan la negociación geopolítica detrás de cualquier evento internacional a gran escala.

Ser anfitriones genera beneficios tangibles y simbólicos. En el caso de los Juegos Olímpicos de la Juventud, la Villa Olímpica se transformará en 1.200 viviendas que se adjudicarán con créditos accesibles. Los casi cuatro mil atletas de más de doscientos países que vendrán a competir se quedarán en la Ciudad solo unos días, pero la experiencia será un recuerdo perdurable, también para nuestros atletas y vecinos, que en esos días habrán convivido con personas de todos los rincones del mundo.

En el caso del G20, los encuentros de los mandatarios son el centro de un ecosistema mucho más amplio. Complementa al G20 una constelación de acrónimos que nombran grupos como sindicatos (L20), empresarios (B20), mujeres (W20), think tanks (T20) o la sociedad civil (C20). Recibir esta cumbre trae al país la discusión global sobre el desarrollo de la mano de líderes, intelectuales y académicos que, como Jeffrey Sachs en el T20, vienen para participar activamente de estos grupos. El G20 lega también una metodología y una dinámica amplias de debate público que nutre la agenda local de los sectores público, privado y de la sociedad civil.

A partir del Global Summit de la WTTC, Buenos Aires recibirá a más de mil operadores globales de turismo, árbitros de una de las industrias globales de mayor crecimiento y potencial de creación de empleos.

El Urban 20 reunirá en Buenos Aires a 30 alcaldes de las principales ciudades globales, para enriquecer ese diálogo con la perspectiva urbana. Recibirlos nos hace beneficiarios de sus ideas, del mundo que traen consigo. Sumar perspectivas amplía la discusión pública y prepara el terreno para más y mejores ideas.

Estar en la vidriera mundial tiene otras ventajas. Poner a nuestra ciudad en las páginas de los diarios y las pantallas de todo el globo la vuelve más atractiva como destino turístico y como sede de futuros eventos. Un ejercicio simple muestra que, a partir del inicio de la presidencia argentina del G20, el resultado de una búsqueda en Google de Argentina y Buenos Aires se multiplicó exponencialmente.

Oficiar de anfitriones también tiene externalidades negativas, como la reprogramación del transporte público o los cortes de tránsito por motivos de seguridad. Pero son más que compensadas por las positivas: ser sede contribuye al desarrollo urbano local y consolida la imagen del país en el exterior. Por eso, las naciones usan los eventos globales para abrirse paso en el escenario mundial.

Por último, ocupar el centro de la escena nos hace una ciudad más global. El intercambio con otros amplía nuestros temas y nuestras respuestas. Buenos Aires como punto de encuentro mundial es una buena noticia para todos. Más que nunca, nos vuelve el lugar donde ideas, oportunidades y estímulos confluyen, se entremezclan y se polinizan.

En los próximos años tendremos nuevas e importantes oportunidades de vidriera global. La Expo Internacional 2023 inaugurará una visión internacional de la Buenos Aires metropolitana. Por su parte, la candidatura al Mundial de Fútbol 2030, junto con Uruguay, abrirá luego el camino para seguir soñando con alguno de los eventos internacionales que la Argentina todavía nunca recibió.

En definitiva, la reinserción internacional inteligente que el presidente Mauricio Macri definió para su primer mandato abre un sinnúmero de oportunidades que podemos transformar en legado, inversiones y empleo para los argentinos.

El autor es secretario general y de Relaciones Internacionales de la Ciudad.