Por qué es importante el nuevo documento del Vaticano contra la New Age

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El jueves 1º de marzo la Santa Sede dio a conocer un nuevo documento de corte teológico a través de una carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el organismo de la curia romana dedicado a cuidar que el mensaje cristiano mantenga la pureza de su auténtico sentido original. Había sido confirmado por el propio papa Francisco el 18 de febrero pasado, al ordenar su publicación.

Su firmante es Luis Francisco Ladaria Ferrer, un arzobispo jesuita español, mallorquín para más señas, que reemplazó a su anterior titular, el impetuoso alemán Gerhard Muller, y había sido designado como secretario de la congregación por el anterior papa Benedicto XVI. Ladaria ya venía ocupando cargos de primer rango en la Comisión Teológica Internacional con Juan Pablo II y es conocido también su empeño en el diálogo con los grupos de la resistencia tradicionalista al camino seguido por la Iglesia Católica a partir del Concilio Vaticano II.

A pesar de haber salido del horno hace muy pocos días, el documento bajo el nombre de Placuit Deo ('Dispuso Dios'), conforme es la designación usual en los textos del magisterio, que se denominan por sus primeras palabras en latín, ya ha despertado las iras de estos mismos ambientes que lo acusan de no haber mencionado la palabra "cruz". En realidad, y más allá de cualquier pretensión de encontrar pelos en la leche, lo cierto es que la carta viene a señalar algunos puntos críticos que preocupan a esos mismos tradicionalistas, pero ya se sabe que para ellos, debido a su peculiar conformación psicológica, nada estará nunca bien.

Se interpreta que la carta, de breve y concisa factura, viene a continuar, 18 años después, una verdadera bomba teológica, la declaración Dominus Iesus, de la misma congregación, entonces presidida por Joseph Ratzinger. Este documento había levantado una ola de airadas críticas en las Iglesias cristianas no católicas, que quizás con un exceso de celo lo consideraron una regresión en el movimiento ecuménico.

La declaración, en efecto, fue acusada de pretender que la Iglesia Católica fuera la única verdadera Iglesia, una reacción sin duda exagerada, porque esto es lo que ha venido sosteniendo la ortodoxia católica a lo largo de toda su historia. Ningún documento anterior y posterior al Concilio Vaticano II, que dio origen al actual ecumenismo de la Iglesia, ha sostenido otra cosa.

La importancia del nuevo documento vaticano reside, entre otros motivos, en que puede arrojar luz sobre el intrincado camino seguido por el papa Francisco en un pontificado que en pocos días cumplirá cinco años y que ha despertado tanto adhesiones incondicionadas como oposiciones implacables. Placuit Deo parece apuntar al centro del blanco cuando presenta una crítica a la concepción individualista que es característica de la mentalidad contemporánea y se detiene en dos corrientes que cuestionan la visión cristiana tanto dentro como fuera de la Iglesia Católica.

La carta se refiere a ellas como una especie de neo-pelagianismo para el cual el individuo, radicalmente autónomo, pretende salvarse a sí mismo, sin reconocer ninguna autoridad a nada ajeno a sí mismo y, en segundo lugar, también referencia un cierto neo-gnosticismo, que presenta una salvación meramente interior, también encerrada en un subjetivismo autorrealizante.

Estas dos corrientes constituyen herejías muy antiguas, incluso en sus raíces anteriores al cristianismo, y se encuentran muy presentes y aun informan gran parte de la cultura contemporánea en expresiones muy diversas e incluso opuestas. Si bien no es mencionada en forma expresa por el documento, una de las principales de estas direcciones es la New Age, definida como un verdadero autismo espiritual, en el sentido de que expresa religiosamente al autocomplaciente individualismo de nuestros días.

Desde el comienzo mismo del pontificado, el papa Francisco se refirió a la New Age señalándola como el sustento espiritual del individualismo posmoderno, que deviene en una verdadera autodivinización del yo. Las críticas de Francisco a una mentalidad que se agota en la angosta búsqueda de su propio interés le han significado profundos odios por parte de corrientes ideológicas que conformaron los actuales modelos sociales.

Pero sobre todo el punctum dolens de esta ardua situación se encuentra en el núcleo de crecientes ataques que vienen centrándose de una manera cada vez más aguda y lacerante en la aparentemente frágil figura del Papa argentino, pero que ha demostrado tener un temple de hierro. Posiblemente y por ello mismo resida en este documento también un factor fundamental que permita explicar la tan traída y llevada hasta el hartazgo supuesta tormentosa relación entre el pontificado romano y el actual Gobierno argentino.