Con el foco puesto en la modernización educativa y no en discusiones coyunturales

Maricel Etchecoin

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Pocas cosas presentan tanto consenso como la importancia de la educación en la sociedad. Es casi indiscutible la educación de calidad como política central de todo Estado, y el papel que este debe ocupar y los fines que debe perseguir a la hora de (re) pensar, gestionar y administrar las políticas relacionadas con la educación.

Sin embargo, a pesar de encontrarse cristalizado el carácter irrenunciable y trascendental de la educación, la realidad educativa de la Argentina y, en particular, de la provincia de Buenos Aires, nos permite pensar que durante mucho tiempo no fuimos acompañados de políticas y decisiones efectivas. Tal como mencionó María Eugenia Vidal al dar inicio al período ordinario del Parlamento bonaerense, hay fallas estructurales en el sistema educativo que no permiten que los chicos aprendan.

Lo vemos en los datos, que no solo reflejan un resultado, sino que expresan la incapacidad de intervenir a tiempo en el proceso de enseñanza y aprendizaje. Hoy en día, el 50% de los chicos que empieza la secundaria no la termina. El 88% no puede realizar operaciones básicas. Y el 64% de los chicos tiene dificultades para comprender textos. En este mismo sentido, tres de cada diez alumnos aprenden lo que necesitan de lengua y uno de cada diez, de matemática. Todo esto lo podemos traducir en la imposibilidad de que los alumnos sean permeables a la educación que les ofrecemos hoy en día.

No podemos seguir teniendo dudas: necesitamos repensar la educación. La prioridad del Estado que fundamenta la educación como política universal es la de garantizar ciudadanía.

Nuestro sistema educativo fue pensado en otro momento histórico, un contexto mundial donde la productividad era el tamiz por el que pasaban las relaciones de mercado y la economía mundial. Sin embargo, el tiempo pasó y el mundo naturalmente cambió. Con este, cambió la educación, y con ella, las formas en que los Estados concebían la construcción del lazo común que permite la conformación de ciudadanía. Lastimosamente, de este proceso no fue parte la Argentina. Hasta hoy.

Muchos dieron testimonio al denunciar el abandono que, durante décadas, a través de distintos gobiernos, sufrimos los argentinos y sus instituciones. Entre ellas, la escuela pública, lo que tiene una especial gravedad, dada la importancia de, como dijimos más arriba, la educación en la definición del modo de organización de un Estado y de una sociedad. Es decir, en la configuración de la concepción del tiempo de la sociedad, en otras palabras, ¿qué hacen los sujetos con el tiempo?, ¿qué sujetos son los que hacen algo con el tiempo? Las respuestas a estos dos puntos las da el Estado a través de la educación. Todo esto es parte de la centralidad de la política de cada época, y es responsabilidad de la política definirla en función de su contexto.

Por eso, nos llena de esperanza que en la provincia de Buenos Aires, por primera vez en mucho tiempo, la política se esté poniendo los pantalones en un tema que define al país. Modernizar la enseñanza a través de reformas que acompañen el contexto mundial actual, que posibiliten a los chicos aprehender conocimientos que permitan un diálogo entre sí, y que efectivamente los inserte en el mundo; hacer del conocimiento una práctica disfrutable, para comprender el hacer que interpele realmente a través de hechos que los chicos viven a diario, y no de situaciones que no les son familiares, transforman no solo a la escuela, sino la mirada que tienen del mundo esos chicos.

De todas las cosas que se están haciendo, hay una en particular que quiero remarcar, porque permite ver la magnitud del cambio que estamos haciendo: fortalecer la escuela pública en los lugares más carenciados, como se hará este año en dos mil escuelas en los barrios más humildes. La arquitectura escolar condiciona, influye y determina la forma de enseñar y aprender. Llevar la mejor escuela al lugar que más lo necesita es realmente confiar en que hay un futuro mejor posible, y es entender que ese futuro depende no solamente de esos chicos que serán los adultos del mañana, sino de la dignidad del pueblo del mañana, que no debe avanzar dejando a los más pobres en el camino.

Todo esto habla de realmente poner el foco donde importa, entendiendo que la transformación que venimos a instalar es para siempre, y que discusiones como la salarial, que son importantes, hacen a la calidad educativa, pero que no pueden definir si los chicos tienen clases o no. Es inadmisible que la comunidad educativa únicamente reclame y exija en función de una discusión que es circunstancial y que no aporta más que a una tensión política coyuntural.

Pero vamos a cambiar la provincia. Lo estamos haciendo. Juntos, con responsabilidad y asumiendo que no va a ser fácil, pero que hay que animarnos a empezar. Así, hoy les podemos decir a todos los bonaerenses que hay futuro. Que vale la pena empezar de nuevo.

La autora es diputada provincial de Cambiemos y secretaria general de la CC-ARI.