No es incompatible estar en contra del aborto y a favor de la despenalización

Olga Rista

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Ante el debate del aborto, creo que debemos empezar por entender que no es incompatible estar en contra, desde las convicciones personales y religiosas de cada uno, y a favor de la despenalización.

Esto es así porque, como sabemos, que una práctica esté prohibida no significa que no ocurra. Aunque parezca una obviedad, es un punto que parece aún no estar del todo claro: la discusión no es si está mal o está bien abortar. La discusión es qué hacer ante algo que está ocurriendo y se está cobrando la vida de tantas mujeres.

Estamos ante una problemática de salud pública. Incluso con la ley en contra, los abortos en Argentina están sucediendo. Mujeres de todas las clases sociales deciden recurrir a este, pero el acceso no es el mismo porque la penalización de la práctica la vuelve exclusiva para quienes pueden pagar más e inaccesible para las que menos tienen. En ese contexto, las personas recurren a métodos inseguros y peligrosos que atentan contra su vida. Entonces, las víctimas de la negación que hubo en nuestro país durante años a debatir este tema son mujeres con pocos recursos y limitado acceso a educación sexual o métodos anticonceptivos que tienen que abrirse paso en una sociedad machista.

En Argentina se estima que ocurren 500 mil abortos clandestinos por año y se ingresan en los hospitales 60 mil mujeres por complicaciones derivadas de interrupciones de embarazos. Creo que estamos empezando a comprender que la discusión no se trata de una opción maniquea entre darle visto bueno y luz verde al aborto o desvanecer esta práctica de la faz de la Tierra. La ley no va a determinar la realidad, simplemente refleja la manera que elegimos para regularla y tratar de mejorarla.

Está demostrado que la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo, en todos los países donde se llevó a cabo, no aumentó el número de abortos realizados. Por el contrario, en algunos casos las cifras sugieren que cuando la despenalización viene acompañada de políticas de prevención (como generalmente es aplicada), la cantidad de casos en los que se recurre al aborto disminuye. No se hacen más abortos porque sea legal, los números que cambian son los que reflejan la cantidad de muertes maternas. Las complicaciones por abortos mal realizados son la principal causa de muerte materna en Argentina (18%) y en la mayoría de los países de la región.

Más allá de que en la mayoría de los países desarrollados el aborto es legal, considero que el caso de Uruguay es especialmente ilustrativo para nosotros dadas las similitudes que compartimos con el país vecino. Según informes de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), la tasa de fallecimientos vinculados con embarazo, parto, puerperio y aborto es la más baja de América Latina y el Caribe, con 14 muertes cada 100 mil nacidos vivos. En los años 90, los abortos mal practicados eran la causa número uno de muerte materna (con casi el 38% de los casos); hoy Uruguay es el segundo país con menor mortalidad materna en América, superado solo por Canadá.

El centro del debate es algo que está ocurriendo hoy, bajo nuestras narices: mujeres argentinas están muriendo a montones porque estamos eligiendo mirar para otro lado. Hace 11 años se presenta, una y otra vez, el mismo proyecto en el Congreso de la Nación. Hace 11 años nos debemos este debate; nos debemos hablar sin miedo, escucharnos y aprender de lo que los demás tienen para decir.

Demás está aclarar que para lograr un cambio real en este problema de salud pública la despenalización no es suficiente y debe ser acompañada con una serie de medidas destinadas a efectivizar la educación sexual integral y el acceso a anticonceptivos gratuitos en todo el país. De esa manera, serán cada vez menos quienes se vean en la situación de recurrir al aborto como única opción. Mientras tanto, es nuestro deber garantizar que quienes decidan seguir este camino no terminen perdiendo su vida.

La autora es diputada UCR-Córdoba.