Si se pudiera clasificar al discurso inaugural de Mauricio Macri a la Asamblea Legislativa se lo podría colocar en el casillero de las disertaciones motivacionales. Su objetivo: motivar a los argentinos a volver a creer en el presidente, en su gobierno y en sus políticas.
Lejos de presentar una enorme agenda legislativa, o dar un exhaustivo estado de la Nación, al estilo norteamericano, el presidente intentó por la vía argumentativa mostrar que su gobierno esta haciendo las cosas bien y que sus intenciones son honorables, aunque aun no se puedan palpar los resultados. Para esto Macri utilizó la metáfora del pozo de un edificio, donde se elaboran los cimientos (fundamental para construir la edificación), pero que no se ve desde afuera, a esta situación la llamó el "crecimiento invisible". Pero este ambiente desde la perspectiva presidencial cambiaría rápidamente. "Lo peor ya pasó" fue su síntesis.
El problema es que pocos meses después de una elecciones ganadas por Cambiemos con autoridad, un intenso desánimo cundió en la sociedad, detectado por todas las encuestas de opinión pública, donde los ciudadanos creen que este año será peor en materia económica para el país, pero también para sus economías familiares, rompiendo acaso una tradición en donde los encuestados suelen pensar que les va mejor que a la nación de la que forman parte.
En esta suerte de depresión colectiva influye la alta inflación atizada por la importantes suba de los servicios tanto públicos como privados que complican el presupuesto de los asalariados. Sin embargo, entre los propios votantes de Cambiemos, las polémicas en torno Jorge Triaca, Luis Caputo y el renunciado Díaz Gilligan afectaron especialmente el ánimo de los propios votantes de Cambiemos que creen que la trasparencia iba a ser un parteaguas con respecto al kirchnerismo.
Por eso, el presidente pareció dirigirse a su núcleo duro, especialmente en dos frases, cuando explicó que su gestión sostiene un "estado transparente que muestra cómo gasta su plata y que tiene funcionarios obligados a tener un alto estándar ético", y cuando marcó (en principio contra la gestión anterior) que "ahora hay reglas sobre cómo mostrar nuestro patrimonio, que estudian y resuelven posibles límites. Hay normas para nombrar a familiares en el estado entre otras". Habrá que observar en días sucesivos si los votantes oficialistas y la sociedad comparte estas aseveraciones.
Debe destacarse que a diferencia de sus otras dos intervenciones inaugurales de las sesiones ordinarias del Parlamento, el presidente no nombró la palabra herencia. La "pesada herencia" como estructura narrativa quedó en el pasado, y de aquí en más el gobierno deberá ser evaluado con respecto a sus propias acciones. Un desafío enorme con la mira telescópica puesta en octubre de 2019.
El autor es sociólogo.