Equidad para el crecimiento

Enrique Esteban Arduino

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El concepto de igualdad, muy sencillo de utilizar, es difícil de interpretar y aplicar en una sociedad, especialmente por sus gobernantes. Es un concepto que generalmente se asigna a una repartición del todo en porciones iguales para todos, con lo que se podan burdamente sus ámbitos y sus formas de aplicación, y se compromete seriamente su capacidad de desarrollo, progreso y crecimiento.

En toda sociedad es muy común que se reclame igualdad y justicia para todos, algo que parece lógico y merecido si lo observamos desde un punto meramente altruista y con un concepto dicotómico de bueno o malo, de dado o creado, pero que desde un punto de vista moral y acorde a la realidad, es totalmente irracional y contraproducente en la mayoría de los casos.

Thomas Jefferson expresó: "Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad". Pero "creados iguales" no significa con iguales habilidades y cualidades, cuyas diferencias son las que definen nuestra individualidad; significa con iguales derechos. La igualdad de derechos conlleva obligaciones para los individuos y los grupos humanos, sin distinción de religión, raza, sexo o nacionalidad.

Lo anteriormente dicho no implica de ninguna manera que se garantice que todos los individuos obtengan lo mismo que el otro, no implica que haya igualdad de resultados, pero sí que cada uno recibirá por lo que se ha esforzado. La profundidad y la altura que logre el progreso de cada individuo solo dependerán de su esfuerzo, su perseverancia y su compromiso.

Esto garantiza que todos los hombres son iguales ante la ley, la divina según la profesión de fe de cada uno, y la terrena según el lugar donde habite. La igualdad que se proclama es la que se obtiene por la aplicación de los principios de justicia. Es el reconocimiento de la capacidad de todos los hombres para el disfrute de los mismos derechos y también de una responsabilidad equivalente, de idénticas obligaciones. La igualdad no es la nivelación de los desiguales.

Si usted pide otro tipo de igualdad, como ser la de resultados, y además pide justicia, siento decirle que se encuentra en una profunda contradicción y me gustaría invitarlo a que reflexionemos sobre este punto.

Cuando reclamamos igualdad con justicia, entra a jugar un concepto más amplio y exigente: la equidad, que podemos definir según la Real Academia Española, como 'a) Cualidad que consiste en dar a cada uno lo que se merece en función de sus méritos o condiciones. 2) Cualidad que consiste en no favorecer en el trato a una persona perjudicando a otra'. Decía Ayn Rand: "El hombre que produce mientras otro dispone del producto de su esfuerzo es un esclavo". No es justo quitarle el producido de su esfuerzo compulsivamente a un individuo. Quien dispone de algo por lo que no se ha esforzado para ganarlo debe entender que le ha sido dado quitándoselo a quien lo produjo y a quien se ha privado de disponerlo. No hay justicia.

Cuando una circunstancia como la descrita ocurre, no se logra igualdad, se logra uniformidad. Todos uniformemente iguales en resultados, quien se esforzó y quien no, nivelados para abajo y sin posibilidad de crecimiento. ¿Cómo puede sentirse el miembro de una sociedad que sabe que no es necesario ni importante en ella, que cualquier otro puede ocupar su lugar? ¿Encuentra algún incentivo para invertir, perfeccionarse, crear riqueza, si su esfuerzo por superarse no se valora?

Si entendemos la equidad como acepción de no favorecer en el trato a una persona perjudicando a otra, debemos entender que la igualdad como garantía de iguales resultados para todos es totalmente injusta, ya que se perjudica a quien se ha esforzado y se premia al que no. A lo que deben aspirar los individuos es a una igualdad con justicia, a la equidad entendida como dar a cada quien lo que merece en mérito a su esfuerzo.

Me permito citar a Walter Williams: "Lo que es justo se ha debatido por siglos, pero permítame ofrecerle mi definición de justicia social: 'Yo me quedo con lo que gano y usted se queda con lo que gana'. ¿No está de acuerdo? Bueno, entonces dígame cuanto de lo que yo gano le pertenece y por qué". Evidentemente Williams vive en una sociedad profundamente injusta, que privilegia la igualdad antes que la equidad, aun a costa de aprovecharse de sus integrantes.

Cuando se pretende que todos reciban una parte igual del todo a como sea, aparece la figura de un recaudador y un repartidor, generalmente el gobierno. Y aparece la discrecionalidad. Y los incentivos de crecimiento estarán notoriamente mal alineados.

La verdadera justicia social se logra con el reconocimiento al esfuerzo, la perseverancia y el compromiso de cada uno de sus integrantes. Y solo se logra si esa sociedad es ecuánime. Cuando esa sociedad prioriza la asistencia y no el asistencialismo. Si es más importante en ella lo creado y no lo dado. Si las asistencias están orientadas al empleo y no a subsidiar el desempleo. Si lo que se trata es de conservar y promover la dignidad de sus miembros y no convertirlos en serviles esclavos. Si atiende en la justa y correcta medida las necesidades de alcanzar la igualdad ante la ley de quienes no cuentan con las herramientas necesarias para desarrollarse.

La tendencia humana a asumir las distinciones binarias de un modo maniqueo está muy presente en el ámbito de la interpretación de nuestras acciones libres, es decir, en el ámbito moral; en efecto, el hombre necesita saber que existen acciones que están bien y acciones que están mal para, de este modo, orientar su acción con claridad.

Como vemos, la equidad como llave para el desarrollo sostenido no es solo una cuestión de políticas públicas. Implica un profundo cambio de paradigmas no solo institucionales, sino principalmente personales. Cada individuo, internamente, debe comprender que no es suficiente igualar la desigualdad, debe comprender que es imprescindible que la justicia esté presente en este proceso, que debemos ser responsables de nuestra propia existencia y que de esta manera contribuiremos a la más importante aportación que hace la equidad al crecimiento y el desarrollo de una sociedad: que sepamos que es mucho más importante que lograr que seamos iguales que todos tengamos lo suficiente para vivir y desarrollarnos dignamente a partir de nuestro esfuerzo personal y no de la dádiva otorgada por el saqueo al que produce y del cual, consciente o no, somos responsables.

El autor es ingeniero en Construcciones. Cuenta con un MBA, con especialización en Marketing Estratégico y Finanzas. Integra el directorio de la Fundación Club de la Libertad.