¿Es tan difícil defender las instituciones?

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En los últimos casi 100 años nuestro país ha atravesado innumerables interrupciones al orden democrático. Los que dieron el golpe en 1930 creyeron que era muy fácil romper el sistema institucional y restablecerlo. El error fue enorme: el sistema no volvió en plenitud hasta 1983. Con esta historia, es incomprensible que gente formada y educada, dirigentes y líderes responsables de organizaciones o instituciones importantes, siga apelando a la misma idea: "si el gobierno no nos gusta, se va".

Las expresiones de este tipo abundan. "Este Gobierno podría no terminar su mandato" o "Creo que les queda poco tiempo". ¿Frases sueltas? ¿Literatura, diría Borges? Pero las pronuncia un ex juez de la Suprema Corte y miembro de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos o un importante líder sindical.

Hay un dicho que expresa "Cuando un hombre no vive como piensa, comienza a pensar de la forma en la que vive". De la misma forma, lo hacen los que tiene autoridad política, "cuando un referente institucional no vive como debe, busca coartadas destituyentes que lo justifiquen".

El mejor atajo político del que no obra como debe es culpar al gobierno y, su peor cobardía es ampararse en la autoridad institucional que, paradójicamente, el gobierno respeta y vela. La síntesis argumentativa no es compleja: "Si este gobierno se va rápido, mi inmunidad con mis deseos de poder llegan pronto". Es el viejo y perverso capricho de los que buscan el poder para ellos mismos.

Es cierto que estas declaraciones tienen poco que ver con el país real que votó el 22 de octubre pasado. Responden a una reacción minoritaria –pero con amplia difusión – que transformó la expresión "soy un perseguido político" a otra más violenta: "a éste gobierno le queda poca vida". La realidad dice que hay otros caminos para disentir. En este punto recuerdo la expresión –en otros momentos, cuando eran gobierno- de la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner: "Lo mejor y lo más sano para nuestra sociedad es que si no les gusta el gobierno, armen (u ordenen, según el caso) un partido político y ganen elecciones". Esta conocida declaración es un gran consejo para todos los dirigentes y tiene el mérito adicional, que rompe con la perversa tradición de los golpes de Estado.

El valor de la construcción democrática de alternativas trasciende el mero hecho de la continuidad republicana y constitucional. Al construir alternativas estamos enriqueciendo nuestra vida institucional. Una alternativa debe contener un plan de gobierno claro, un equipo de funcionarios capacitados y probos y un líder que personifique esa alternativa y tenga la capacidad de conducir a su equipo y a la sociedad toda, hacia ese futuro.

Es a partir de esos principios donde la riqueza de la pluralidad y de la diversidad alcanza su cima. Donde la sociedad elige ser regida por ese sistema y goza de la plenitud de los beneficios que hacen de la democracia "el menos malo de todos los sistemas de gobierno que conocimos hasta ahora", como decía Churchill.

Los griegos construyeron el sistema democrático con la idea de "domar el salvajismo del hombre y hacer gentil la vida en la tierra", dediquémonos a eso. Dirigentes construyendo alternativas claras y consensos amplios. Ciudadanos exigiendo eso de sus dirigentes. Entonces sí, las declaraciones aisladas y desesperadas serán solo eso… literatura.