La inflación no desciende. La inflación anual del 2017, cercana al 25%, fue una sorpresa anunciada que reavivó la tensión entre el Banco Central de Federico Sturzenegger y la jefatura de gabinete, liderada por Marcos Peña. Si bien es cierto que la inflación tiene aún un componente derivado del desfalco fiscal heredado, así como de sinceramiento de tarifas de servicios públicos, liberación del tipo de cambio, lo cierto es que la situación enciende alertas amarillas.
La reactivación económica del año pasado, de alrededor 3,5 puntos, comparando noviembre 2017 con noviembre 2016, según el Estimador Mensual de Actividad Económica del Instituto Nacional de Estadística y Censos, se manifiesta tímidamente aún. El hecho de que el país se encuentre "caro en dólares", consecuencia de una inflación superior a la evolución del dólar-peso, ha reavivado el fantasma del costo argentino, cuyo reflejo son exportaciones que no terminan de despegar e importaciones baratas, situación que se refleja en el saldo comercial.
Deme dos
Otro indicador del evidente atraso cambiario es el retorno del histórico "deme dos" de los turistas argentinos que viajan masivamente y compran en el exterior, consecuencia de una Argentina más cara que los destinos que visitan, como Brasil, Chile, Uruguay, México y los Estados Unidos, entre otros. Veamos que solo teniendo en cuenta el 2017, mientras la inflación fue del 25%, la suba del dólar respecto del peso ha sido 18 por ciento. La frase de un amigo: "Como soy pobre, compro en Miami", retrata con simpleza la complejidad de la situación.
La pulseada Banco Central-jefatura de gabinete también se expresa como el conflicto entre los altos rendimientos de las Lebacs, títulos públicos del Banco Central, versus la rentabilidad de la economía real (no financiera). ¿Por qué voy a invertir en una riesgosa, costosa y de largo plazo empresa si puedo tener una mejor rentabilidad, menos riesgosa y recuperando más rápido la inversión a través de las letras del Central?
La otra discusión, que se da dentro del Gobierno, tiene que ver también con la pregunta: "¿Dónde iría el dinero que se invierte en Lebacs si bajara su rentabilidad? ¿Al dólar?", haciendo subir dólar versus el peso a un ritmo más cercano a la inflación, reduciéndose así el atraso cambiario. Pero no el problema inflacionario.
Del gasto público se habla poco
Ninguna de las alternativas parece convencer a los ciudadanos como solución. Mientras tanto, el tema de fondo no se toca o se toca livianamente: la reducción del pesado Estado argentino (ergo, elevados impuestos) y cómo esto afecta la competitividad de la economía, su atractivo como destino de inversión y un definitivo despegue. ¿Preocupa seriamente al ala política del Gobierno esta situación? Tal vez la victoria en las elecciones de medio término les haga pensar a muchos de ellos que la economía no importa tanto.
La profunda resistencia al cambio de una Argentina arraigada en el statu quo se manifiesta en el poder político de una importante porción del país que no quiere competir e integrarse al mundo, que prevalece sobre otra porción que sí se anima al futuro y a la economía global. La férrea resistencia a tibios intentos de reforma laboral, previsional y tributaria, promovidos por el Gobierno, son indicadores del terror a lo nuevo y el refugio en un pasado de confort.
El autor es director ejecutivo de la Fundación Atlas para una Sociedad Libre.