El Papa y la enfermedad de la política

El Papa fue y va al encuentro de las miserias y las visibiliza, mientras la política las pone bajo la alfombra

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Francisco se despidió de su gira latinoamericana aseverando: "La política está muy enferma". En Perú preguntó: "¿Qué pasa que un presidente deja de serlo y lo meten preso? Hay excepciones, pero en general (la política) está más enferma que sana". Continuó con otra aseveración, que, a juicio de esta cronista, mientras lo decía pensó en su patria: "Gana una oposición y acusa al corruptor anterior. Vuelve la otra parte y acusa al corruptor previo, ¡y los dos tienen algo de razón!".

¿Por qué no pensar que en estas definiciones está la respuesta al porqué de la ausencia del Papa aún en la Argentina? ¿Por qué no pensar que su presencia evidenciaría todavía más los malos gobiernos de Cristina y Mauricio?

¿Por qué conferirle al Papa la responsabilidad de arreglar los errores de la política? ¿Por qué el hombre de Dios en la Tierra debería responder o cambiar conductas ante fuertes críticas que le realizan hombres que no creen en el dogma de Evangelios que él corporiza?

El Papa es hombre ante todo, pero debe ser el mejor alumno de esos Evangelios. Jesús también fue criticado, enjuiciado y crucificado, porque molestaba al poder de aquel momento. Jesús tuvo la traición sentada a su mesa. También la duda y el abandono de sus principales discípulos. ¡Qué pequeño sería Francisco si su mirada se entretuviera contabilizando cuántas personas concurren a sus plazas! Esa frivolidad pertenece a la política. ¿Y a propósito? ¿Cuántos políticos del mundo están en condiciones de convocar a su paso la gente que se le acerca adonde él concurre? Y si de política hablamos, ¿cuál de todos los presidentes del mundo puede sostener el discurso y la acción del papa Francisco? ¿Cuál de todos los políticos que conducen sus países concurre a los lugares indeseables que a su vez son producto de sus yerros políticos? ¿Qué presidente puede decirles a las reclusas, como en Chile: "Ustedes están privadas de su libertad, no de su dignidad" y proponerles: "Deben exigir la reinserción individual de cada una en la sociedad"?

¿Qué presidente del mundo está libre de pecado y puede arrojar la primera piedra? ¿Quién como Francisco puede decirle al mundo: "Yo soy el primer pecador"?

En Argentina, su patria, la política, no el Papa, tiene mucho que hacer. La inequidad avanza como avanzan la pobreza y la injusticia. Es la política la que tiene que ponerse los pantalones largos de la responsabilidad que la ciudadanía les viene confiriendo a los distintos presidentes desde largas décadas para que no los priven de su dignidad.

¿O acaso alguien cree que el Papa en la cárcel de mujeres chilena solo les habló a las detenidas? Cuando muere un niño por desnutrición, es porque un gobierno le arrebató para siempre su dignidad. Cuando un anciano, después de aportar durante toda su vida laboral para sustentarse durante su vejez, debe mendigar asistencia a algún familiar o morir en la indigencia porque todos decidieron quitarle lo que le pertenece, ¡es enrejar su dignidad! Cuando se apaña el trabajo en negro, es apropiarse de la dignidad de esa persona que queda esclava del oportunista de turno.

El papa Francisco cuando llegó al Vaticano se arremangó para darles combate a las miserias y las mugres que habitaban su Iglesia. El Papa fue y va al encuentro de las miserias y las visibiliza, mientras la política las pone bajo la alfombra.

En el Hogar de Huérfanos El Principito, el Papa nos recordó los excesos devastadores de un progreso mal entendido cuando les dijo: "Algunos de ustedes proceden de comunidades nativas, con tristeza ven la destrucción de los bosques que sus abuelos les enseñaron a descubrir y encontrar en ellos alimento y medicina".

Como cierre de la visita de Francisco a Latinoamérica esta cronista elige una frase de Antoine de Saint-Exupéry: "Las estrellas no pueden brillar sin oscuridad".