La estrategia del Poder: exposición y desarticulación

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Tras haber sobrevivido a las turbulentas jornadas políticas de diciembre de 2017 que se vivieron en torno al tratamiento de la reforma previsional en el Congreso de la Nación, el gobierno vuelve de las vacaciones con una estrategia de cara a 2019.

Si bien para las próximas elecciones generales faltan más de 500 días, los años no electorales parecen ser, para Cambiemos, los años en que expone y desarticula candidatos. Una práctica que no se limita tan solo a la propia tropa, sino que sobre todo opera con los opositores, como lo atestiguan los casos de Massa, Lousteau, Bordet, Urtubey, etc. Una alerta para quienes saborean anticipadamente las mieles del poder.

Primero te expongo, luego te desarticulo

La visibilidad es sin dudas uno de los factores fundamentales para encarar un proceso electoral. Aunque naturalmente no todo se reduce a un alto nivel de conocimiento e imagen positiva, si nadie conoce al candidato o éste tiene elevados niveles de rechazo, su suerte se aleja de una victoria posible.

En el primer año de gobierno de Cambiemos, la estrategia de visibilidad/ocultamiento (con la posterior desarticulación política) le dio a Sergio Massa una exposición tan inusitada como perjudicial. Los beneficios precoces de dicha exposición fueron el convertise en el referente más conocido de una incipiente oposición. Por otro lado, se le atribuía la capacidad de dialogar con el gobierno y ser, en palabras de Jorge Asis, un "dador voluntario de gobernabilidad".

Sin embargo, nadie que tiene poder quiere perderlo. Estaba muy claro que el gobierno no iba a exponer al líder del Frente Renovador solo para beneficiarlo. El paso del tiempo, y el comportamiento legislativo del bloque que Massa presidia en la Cámara de Diputados, habrían de transformar la virtud de "dialoguista" en una oposición sin fuerza. Massa perdió así su capital electoral de cara a las elecciones de 2017. Una estrategia similar fue la que implementó el macrismo con el ex embajador en Washington Martín Lousteau en la Ciudad de Buenos Aires.

La reelección: la ventaja del oficialismo

Se suele decir que los oficialismos, de cara a concluir su primer mandato, cuentan con una ventaja. Aunque también es cierto que desde la recuperación democrática de 1983, solo dos presidentes (Menem y CFK) de los seis electos por mandato popular consiguieron la reelección. Es decir, sólo en el 33% de los casos los presidentes consiguieron la reelección. Sin embargo, este porcentaje debe necesariamente matizarse. Si consideramos el ciclo kirchnerista como proceso, podríamos decir que la elección de CFK en 2007 fue una suerte de reelección de la presidencia de Néstor Kirchner. Por otro lado, también es lícito resaltar que obviamente solo los presidentes que concluyeron sus mandatos en tiempo y forma lograron reelecciones.

La ventaja de los presidentes que buscan su reelección es una realidad que también se observa internacionalmente. En Estados Unidos, desde comienzos del siglo XX, solo 4 de 19 candidatos a la reelección perdieron. Es decir que el 79% de los casos consiguieron la reelección. No cabe duda de que si la estabilidad política/económica está del lado oficialista, los medios económicos y el aparato estatal facilitan el camino hacia los comicios.

La otra ventaja fundamental es la exposición pública. Anuncios, cadenas nacionales, viajes al exterior, inauguración de obras, etc. Todas excusas para mostrarse con la masividad e interés que la investidura presidencial despierta.

Sin embargo, la ventaja de la sobreexposición que beneficia a los oficialismos no es suficiente para ganar. Es allí donde entran en la ecuación los 10 mandatarios provinciales peronistas. "Cuiden a los gobernadores", habría pedido Mauricio Macri durante la primera reunión de gabinete del año. Dos de ellos, Gustavo Bordet (Entre Ríos) y Juan Manuel Urtubey (Salta) viajarán al Foro Económico Mundial de Davos junto con la comitiva oficial.

El mismo ámbito en que dos años atrás, Massa se mostraba como un "opositor responsable", al que el gobierno decidía exponer.

¿Y la oposición?

"Con cristina no ganamos, sin ella tampoco"; "Con Cristina no hay renovación posible del peronismo"; son algunos de los slogans que se multiplican por estos días en bocas de peronistas. Hay dos candidaturas claves que el peronismo tendrá que resolver de cara al 2019, por lo que no resulta sorprendente que desde algunos espacios ligados al kirchnerismo se haya deslizado un acercamiento a Sergio Massa para que ocupe la Casa de Gobierno en La Plata, mientras la ex presidenta vuelva a la Rosada. Un trascendido que, por cierto, desde el entorno del tigrense se han encargado de descartar.

Las últimas semanas del 2017 convencieron al gobierno de que la negociación parlamentaria puede no solo provocar movilizaciones sociales y descontentos, sino que también es muy costosa ante los gobernadores y sus legisladores. Sin embargo, y siguiendo la lógica polarizante que predominó en 2016-2017, la figura de la Senadora Kirchner no será menospreciada.

En este marco, la estrategia que el gobierno implementará se jugará en un tablero de dos patas. Por un lado, buscará resaltar valores positivos: las obras, la esperanza, la institucionalidad, la alegría y el "cambio de época". Por el otro, y fiel a cualquier manual de narrativa, mostrará al enemigo, al otro, a lo malo: la corrupción (sindicalistas, ex funcionarios, desvíos de dinero público), los ex funcionarios presos, lo que hubiera ocurrido si el kirchnerismo seguía gobernando (refiriéndose a al caso Venezuela), etc.

El camino a 2019 para CFK, si aun conserva aspiraciones presidenciales, es una incógnita. Con lo propio no le alcanza, como tampoco le alcanza al peronismo sin ella. Hoy ambos se necesitan, pero el problema es que ninguno quiere ceder lo necesario para reformular una propuesta de cara a la sociedad.

Mientras tanto, el gobierno sigue exponiendo, para seguramente desarticular a su debido tiempo, a algunas de las figuras que podrían encarnar esa renovación del peronismo que tarda en llegar.