Nisman interroga a la República Argentina

Miguel Steuermann

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(AP)
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Como todos saben, hasta mi asesinato me desempeñé como fiscal federal. Mi función era representar a la ciudadanía en investigaciones criminales, guiar la investigación a partir de la formulación de hipótesis respecto a los potenciales móviles y actores de un hecho, reconstruir la escena del crimen, solicitar medidas de peritaje para obtener pruebas, cotejarlas, interrogar exhaustivamente a testigos e implicados, acusar o desestimar responsabilidades.

La premisa primera con la que encaré siempre mi trabajo fue el sentido común. Aquel que tantas veces pretende ser violentado para desviar la realidad de los acontecimientos.

En el año 2004, 10 años después del atentado terrorista contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), fui nombrado por el entonces presidente Néstor Kirchner como fiscal especial para investigar a fondo el atentado. Se me hizo responsable de una unidad especial que contó con todos los recursos y la apoyatura del Estado. En realidad, debo reconocer que mi vínculo con el fallecido presidente era muy bueno y que él mismo acompañaba mi accionar e incluso a las conclusiones que arribaba la investigación. Lo corroboran sus contundentes manifestaciones en Naciones Unidas reclamando que los iraníes sindicados como responsables e incluso perseguidos por Interpol (que consideró válida y suficiente la prueba presentada), comparecieran ante los estrados judiciales del país.

Ahora, permítanme, a tres años de mi asesinato, formularles a ustedes, mis queridos conciudadanos, algunas preguntas del sentido común como si fueran fiscales y debiesen investigar mi muerte:

1.¿Cuál les parece que es el móvil de mi muerte?

2.¿No les parece sospechoso que teniendo una fatwa (sentencia de muerte) por parte de Irán y habiendo horas antes de mi muerte formulado la denuncia institucional más grave desde el regreso de la democracia, que implicaba a las más altas autoridades nacionales y otros oscuros personajes, me haya abandonado mi custodia y dejado el campo liberado para que me mataran?

3.Que recién a un año se vaya a interrogar a los custodios y confrontar con las contradicciones en sus declaraciones, y que ninguno haya sido acusado como cómplice de mi asesinato ni tenido que dar explicaciones frente a un juez en tribunales.

4.Que no se haya investigado a los que intentaron imponer, por algún motivo que ellos sin duda conocerán, una absurda hipótesis de suicidio. La última y más distante enloquecida de las posibilidades. Miren que los que me conocieron y los peritos saben que mi perfil no era justamente el del suicida. Amaba la vida, a mis dos hijas y al trabajo por el cual pagué con mi vida. ¿Saben? Un suicida generalmente está deprimido y deja una carta a sus seres queridos, no trabaja hasta último momento en una presentación que debe realizar unas horas después en el Congreso. No va a un programa periodístico unos días antes para, con total claridad, calma y contundencia, anticipar su gravísima denuncia Judicial. No coordina ni dialoga a través de WhatsApp la logística para su arribo al recinto parlamentario para el día siguiente.

5.Bien, vamos a un aspecto más sensible. Ustedes saben que por mi condición de fiscal a cargo de esta causa de terrorismo internacional tenía necesarios vínculos con los organismos de inteligencia y seguridad local e incluso extranjeros. Que estaba autorizado a la portación de armas y de haber sentido temor podría haber pedido todas las que me hubieran parecido necesarias y las medidas más extremas de seguridad. Yo he conocido mundo, he visto la protección a embajadores, ministros, presidentes. ¿Les parece que tenía que llamar a un asistente y hacer toda una maniobra extraña para que me trajera un arma casi de juguete para con ella sentirme protegido? ¿No les parece que el joven Diego Lagomarsino podría haber sido imputado y por lo menos pasado unos minutos tras las rejas mientras seriamente explicaba su rol en mi homicidio?

6.Ustedes saben que fui famoso por la causa que investigaba y mucho más tras mi denuncia por encubrimiento y posterior asesinato. Vieron que el secretario de Seguridad, Sergio Berni, "por casualidad", andaba por el barrio cuando me asesinaron, llegó a mi departamento antes que nadie y prolijamente esperó que llegara un cerrajero (nada de romper puertas, que es de mal gusto), que trajeran a mi pobre madre, a la que le dio el pésame, aunque todavía y siendo médico no había ingresado al baño, accedido a mi cuerpo ni constatado mi deceso. Eso sí, dialogaba amenamente con mi colega, la fiscal Fein. ¡Pobre mujer! Ustedes recuerdan que apareció un video de cómo realizaron el peritaje y vieron lo que pasó en mi departamento luego de mi asesinato. Qué bochorno, ¿no? Por lo menos hubieran sido más cuidadosos. Hasta para matar y ocultar un crimen se puede ser un poco más profesional. Yo lo merecía. Nada de ataques cardíacos, envenenamiento o un resbalón en la bañera. Un tiro en la cabeza para que todos supieran cómo se paga la traición de ir por la verdad.

7.Ya que hablamos de detalles, vieron que "desafortunadamente" no me pusieron pólvora en la mano, que me pegué el tiro de una manera circense aprovechando mi gran plasticidad y que incluso muerto me moví en el baño dejando extraños rastros de sangre que corroboran indefectiblemente que yo era un experto en suicidios complejos.

8.Otro detalle que seguramente siguieron es que, luego de muerto, y como yo era un obsesivo del trabajo, me dediqué a ingresar en mi computadora. Un suicida que se precie no puede dejar de ingresar su pendrive o realizar accesos remotos a su computadora. Qué cosa, todos los peritos confirmaron esto, pero mi colega la fiscal, que recién hace unos días fue apartada de la investigación, se acordó de pedir el modem del departamento a los seis meses de mi asesinato. La verdad, con todo respeto a mi colega, me parece que como investigadora no aprobó varias materias y desprestigió mucho a tantos profesionales que trabajan probamente.

9.Ah, sagazmente se preguntan por qué algunas cámaras del edificio no funcionaban o por qué la entrada de mi departamento no tenía un custodio en la puerta, un detector como en los aeropuertos o tanto más. No hagan preguntas sensatas porque encontrarán la respuesta. De paso, ¿supieron algo de la mujer que apareció calcinada cerca de casa un par de días después de mi asesinato? ¿Se habrá suicidado a lo bonzo pero en absoluta soledad para que nadie la viera? Ustedes saben que los suicidas somos gente extraña.

10.No los quiero aburrir con decenas de pruebas y hechos porque mi asesinato es tan claro que hasta un perito de primer año lo determinaría de inmediato. Solo en el país del cambalache una presidente denunciada, en lugar de prestarse de inmediato ante la Justicia, al igual que todos los implicados, para demostrar su inocencia, al igual que los iraníes, se ríe de los asesinados. En su lugar, mejor una buena puesta en escena por televisión en cadena nacional, donde desde su convaleciente silla de ruedas aparece como la víctima y eje central de todas las conspiraciones "golpistas", que en este caso sumaron a este perverso suicida. Me contaron que unos días después la exitosa letrada planteó, ante la contundencia de las evidencias, que me habían asesinado, pero ya había logrado su objetivo, instalar la operación confusión e impunidad.

11.¿Qué piensan de que hayan desestimado mi denuncia de manera llamativamente exprés? Que haya sido justo oportunamente antes de la apertura de sesiones del Congreso y no se haya merituado las pruebas aportadas de una contundencia incontrastable. ¿Habrán conocido las escuchas y otros? Claro, el juez que intervino, ni sus familiares, como la gran mayoría de las personas, no tienen vocación de suicidas y recibieron sin duda el mensaje de mi asesinato con total claridad.

12.Un párrafo aparte debo dedicar a todos aquellos con los cuales conviví en el poder por muchos años, gente de amplia sonrisa, rápidos reflejos y hábiles declarantes que, una vez descubiertos en sus tropelías, no tuvieron luego de mi asesinato la delicadeza y la astucia de darle el pésame formal a mi madre, mi hermana, mis hijas y toda mi familia. En realidad, como vieron y escucharon, su única ocupación fue cómo desviar el foco de atención de mi asesinato con operaciones para ensuciarme y sabiendo que no podía defenderme. No hablo de duelo nacional, eso es exagerado para un simple fiscal asesinado y solo estaba reservado para presidentes bolivarianos que colaboraron con el armado del memorándum de entendimiento que me costó la vida.

Queridos conciudadanos, hoy yo los interrogo a ustedes. ¿Cómo puede ser que algunos sigan creyendo las infantiles y absurdas mentiras que les quisieron imponer sobre mi asesinato?

Les cuento que los fiscales sabemos que no existe el crimen perfecto, el mío dista mucho de haberlo sido y tengo esperanza de que con los nuevos vientos que corren será posible que, más allá de todos los que operaron para la impunidad, se llegue a dilucidar quiénes fueron los autores intelectuales y materiales de mi asesinato y qué buscaron acallar. Les aseguro que hay casos muchos más complejos que se han esclarecido. Claro, hay que querer y tener el coraje de no doblegarse ante los mafiosos y los criminales. Así como yo lo hice con los iraníes y el terrorismo internacional.

Me despido de ustedes por el momento como cerramos los escritos los hombres de derecho. Será justicia.

Esta nota fue escrita y publicada al año del asesinato del fiscal.

El autor es director de Radio Jai.