Los desafíos de Macri

Pareciera que el único hilo conductor de los direccionamientos, cambios, correcciones y recálculos de su gobierno tienen la meta de la reelección

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Dado la propia historia argentina sabemos que los ciudadanos terminan confiando su seguridad económica al dólar. Macri en el 2015 fue el dólar de la confianza política. A dos años concita en él tanta curiosidad y por qué no sospechas, como las bondades del bitcoin.

Es difícil definir el tipo de políticas económicas que aplica su gobierno. De pronto su neoliberalismo destiñe con algún atisbo desarrollista. Su camino no muestra ni proyecto claro, ni metas. Aparece zigzagueante. La convicción –la del "sí se puede"-, aparece sólida si y solo si, durante el período que la lógica del convencedor acapara la atención del hacedor.

Pareciera que el único hilo conductor de los direccionamientos, cambios, correcciones y recálculos tienen la meta de la reelección. Sucede que para su concreción el marketing comenzó a no alcanzarle, y Cristina Kirchner se está convirtiendo en una frazada corta cuando el primer minuto de este 2018 marcó el año tres de su mandato presidencial.

Cuando la política no articula el sentir y las necesidades de la gente; cuando los esfuerzos no tienen un para qué, es cuando la política pierde en manos de la calle. Y la calle no siempre es clara, lineal o prudente. La calle al igual que la política también puede ser oscura, violenta e injusta.

Estamos en enero, guardo para mí que los aires del tórrido verano obrarán diluyendo el triste papel de los legisladores propios y extraños, quienes votaron y defendieron apasionadamente un Presupuesto que todavía caliente, perdió su razón de ser. ¿O acaso reformular la meta inflacionaria no es motivo de alteración total del mismo? El problema principal no es solo la poca seriedad, tampoco el triste papel del presidente del Banco Central abdicando públicamente a su independencia; lo realmente profundo y más serio aún, es el manoseo del capital más preciado de un gobierno, intangible y volátil: la confianza, la credibilidad.

¿Por qué creer ahora en lo que falló ya tantas veces, es decir los cálculos económicos que sin previsibilidad empobrecen a tantos y enriquecen a pocos bien informados?

El gobierno terminó el año con correcciones financieras rescatando según el ex presidente del Central Aldo Pignanelli, a patrimonios netos de las principales bancas multinacionales y al propio Central de un déficit (con el dólar contenido) de hasta un 70%.

La decisión gubernamental de priorizar lo financiero sobre lo productivo con excepciones en sectores que respondieron muy bien como el campo en toda su cadena, la construcción; de no realizar un vuelco decisivo hacia lo productivo, lleva a tener en este 2018 una alerta roja en lo social. Si no hay generación de trabajo no alcanza con reforma laboral alguna.

También quedó averiado el préstamo-crédito UVA, y con él la salud económica del banco Nación. Y tal vez la ilusión del sueño preciado de la casa propia.

El arco de las inversiones buscó jugar en distintos partidos, hasta hoy nunca logró ser parte. La inversión extranjera solo vino a hacer su negocio corto, mezquino y rentable de lo financiero. La deuda y sus intereses ya es tan abultada que preocupa más a quienes prestaron que a los deudores.

El Presidente tiene dos años por delante para ampliar su mirada. Los pobres no conspiran, son pobres que quieren dejar de serlo. Los jubilados creyeron en la reparación histórica que se convirtió en una injusticia más en sus historias. El diálogo social espera, y espera que no termine en un monólogo convalidado por gobernadores de bolsillos estrechos y mirada corta.

El pragmatismo que aduce tener Cambiemos debiese entender que el modelo no cierra con planes y palos; cierra con trabajo, orden, educación y diálogo político franco, donde quede en la puerta el látigo de la billetera.